Flint y la crisis del agua: la lección que las ciudades de EE.UU. no pueden ignorar

Una década después del desastre del agua en Flint, Míchigan, aún persiste la desconfianza y las secuelas en la comunidad. Pero ¿está el resto del país aprendiendo de este trágico caso?

La tragedia que convirtió a Flint en símbolo

En 2014, Flint, una ciudad industrial en declive de Míchigan, tomó una decisión con nuevas consecuencias: para ahorrar dinero, un gestor de emergencia designado por el estado cambió el suministro de agua desde el sistema de Detroit al río Flint. Lo hizo sin implementar el tratamiento contra la corrosión exigido por ley. El resultado fue desastroso: el agua altamente corrosiva contaminó las viejas tuberías de plomo, exponiendo a miles de residentes a metales tóxicos.

El escándalo se volvió nacional cuando estudios demostraron niveles peligrosos de plomo en la sangre de los niños. También se relacionó la crisis con un brote de legionela que dejó al menos 12 muertos. El daño fue tan profundo que, incluso hoy, una década después, la ciudad aún lucha por reemplazar todas sus tuberías de plomo.

Confusión y lentitud: los errores en la ejecución

En 2017, Flint alcanzó un acuerdo legal para reemplazar todas las tuberías contaminadas —a más tardar en tres años— sin costo para los propietarios. Sin embargo, desde el inicio el proceso se vio obstaculizado por numerosos factores:

  • Registros históricos mal mantenidos, algunos escritos a mano en tarjetas que databan de principios del siglo XX.
  • Falta de coordinación entre contratistas.
  • Obstáculos legales que permitieron a los propietarios elegir no reemplazar su tubería.
  • Desinformación entre los residentes sobre el estado de su línea de agua.
  • Demoras significativas por la pandemia de COVID-19.

El resultado fue un proyecto de infraestructura cuyo cumplimiento práctico no se ha consolidado, a pesar de que el municipio declaró haber finalizado las obras incluidas en el acuerdo legal.

La perspectiva humana: desconfianza y agotamiento

Betty Bell y su hijo Jeffrey, como muchos otros, han vivido años de incertidumbre. Compraban agua embotellada durante años, esperando su turno sin saber si su casa ya había sido revisada. Finalmente recibieron una llamada que les confirmaba que su línea era segura. Pero ese dato estaba registrado desde 2017. "Ahora tengo más preguntas", dijo Jeffrey.

Casos como este no son únicos. Para muchas familias de Flint, la falta de comunicación y responsabilidad dejó secuelas profundas. Una de ellas, Danyele Darrough, narra cómo su césped permaneció destruido durante tres años tras una excavación parcial. El equipo nunca volvió para reparar el daño. Finalmente, ella misma compró tierra y semillas para remediar el desastre.

¿Qué nos enseña Flint?

La experiencia de Flint ofrece lecciones clave para otras ciudades que están comenzando el proceso de reemplazo de las cerca de 9 millones de líneas de plomo en EE.UU.:

  1. Gestión de datos rigurosa: Saber con precisión qué tuberías han sido verificadas o reemplazadas es esencial. Flint tuvo que volver a revisar miles de propiedades debido a la falta de registros precisos.
  2. Transparencia comunicacional: Los residentes necesitan información clara y frecuente. El silencio prolongado mina la confianza.
  3. Enfoque integral: No se trata solo de excavar y cambiar tuberías. Es una obra pública que entra en viviendas y modifica la rutina diaria de los ciudadanos. El trabajo debe ser acompañado de una política de reparación completa de daños en propiedades privadas.
  4. No permitir "opt-outs": Flint implementó tardíamente una ordenanza que prohíbe a los propietarios rechazar el reemplazo de su tubería. Otras ciudades como Benton Harbor lo hicieron antes y resultó clave para avanzar.

El rol de la desconfianza institucional

Incluso con los niveles de plomo reducidos a estándares seguros, muchos residentes no confían en las autoridades. Una encuesta de 2019 del Journal of the American Medical Association mostró que más del 40% de los residentes no confiaban en el agua del grifo.

Cuando la EPA (Agencia de Protección Ambiental) levantó su orden de emergencia en mayo de 2024 y declaró el agua como segura, hubo poca celebración. "No sabemos qué creer", dijo Aonie Gilcreast, una residente de Flint. "No confiamos en el sistema".

Apoyo comunitario: el modelo de Newark

En la costa este, la ciudad de Newark, Nueva Jersey, enfrentó una situación similar en 2017. Pero en vez de tropezar como Flint, la ciudad implementó rápidas y efectivas medidas:

  • Anunció el reemplazo gratuito de más de 20.000 tuberías de plomo.
  • Pasó una ordenanza que permitía a los inquilinos autorizar la obra, ante la dificultad de encontrar a los dueños ausentes.
  • Los contratistas solo recibían el pago final cuando restauraban completamente las zonas intervenidas.
  • Las autoridades utilizaron medios locales, líderes comunitarios y contacto directo para ganar la confianza de los residentes.

Kareem Adeem, director del sistema de agua y alcantarillado, reconoció que la experiencia de Flint fue decisiva para su ejecución. "A veces los residentes me veían en la televisión y eso abría la puerta a una conversación", dijo. La ciudad logró reemplazar todas las líneas en menos de tres años.

Un problema nacional: 9 millones de riesgos enterrados

El plomo sigue siendo una amenaza nacional. Según la EPA, se estiman 9,2 millones de líneas de servicio de plomo aún activas en Estados Unidos —una cifra alarmante considerando los efectos comprobados en la salud infantil, como retraso cognitivo, problemas de conducta y daño en órganos vitales.

La administración Biden propuso en 2023 una regulación federal que obligaría a todas las ciudades a eliminar sus tuberías de plomo en un plazo de 10 años. El financiamiento se canalizaría a través de $15 mil millones destinados por la legislación de infraestructura bipartidista.

Más allá del metal: lo que realmente se pone a prueba

Expertos como Greg Kail, portavoz de la Asociación Estadounidense de Obras Hídricas, recuerdan que el principal reto del reemplazo de las tuberías no está bajo tierra, sino en la superficie: la confianza comunitaria. “La primera vez que la gente escuche a su compañía de agua no puede ser cuando ya hay un problema”, señaló. “La clave es la planificación comunitaria y contar con grupos de confianza implicados en el proceso”.

Flint es un ejemplo de lo que pasa cuando esa confianza es destruida. Newark, una muestra de lo que se logra cuando es preservada.

En palabras del líder ambiental Margie Kelly, de NRDC: “Las ciudades están corriendo para no convertirse en Flint”. Y deberían.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press