La nueva guerra comercial de Trump: ¿negociador maestro o caos con consecuencias duraderas?
Entre acuerdos poco claros con China y tensiones minerales en África, la política comercial de EE.UU. bajo Trump reconfigura el tablero global
Trump y su política comercial: más incertidumbre que estrategia
Desde su regreso a la Casa Blanca, el presidente Donald Trump ha vuelto con una agenda clara: romper con el sistema de comercio global actual, que considera injusto para los trabajadores y la economía estadounidense. Pero en la práctica, su política, caracterizada por medidas unilaterales, amenazas arancelarias y acuerdos vagos, ha sumido al comercio internacional en una continua incertidumbre.
Uno de los últimos movimientos de Trump ha sido anunciar —de forma confusa— un nuevo acuerdo comercial con China, en la que se supone que ambas potencias han acordado una ligera distensión en su guerra comercial. Sin embargo, ni Estados Unidos ni China han ofrecido detalles claros del pacto, lo que ha generado sospechas entre analistas y exfuncionarios de comercio.
¿Qué contiene el nuevo 'acuerdo' con China?
De acuerdo con el secretario del Tesoro estadounidense, Scott Bessent, China habría accedido a facilitar la exportación de minerales de tierras raras necesarios para la manufactura y producción de microchips en Estados Unidos. A cambio, Estados Unidos levantaría ciertas restricciones impuestas sobre la economía china, aunque no se especificó cuáles.
No obstante, el Ministerio de Comercio de China fue parco en su comunicado, limitándose a decir que "revisará y aprobará exportaciones conforme a la ley", sin asegurar que se liberen efectivamente los minerales que tanto necesita la industria tecnológica mundial.
Jeff Moon, exfuncionario comercial durante el gobierno de Obama, cuestionó abiertamente la validez del anuncio: “El silencio respecto a los términos sugiere que hay menos sustancia de la que la administración Trump sugiere”.
Historia repetida: la saga interminable del conflicto comercial
Este reciente pacto es solo el último de una serie de acuerdos "tentativos" con China. El pasado 11 de junio, tras negociaciones en Londres, también se anunció un marco preliminar que contemplaba concesiones similares: reducción de aranceles mutuos y eliminación de restricciones a estudiantes chinos en Estados Unidos. Sin embargo, también entonces se carecieron de detalles implementables y poco cambió en la práctica.
Históricamente, la guerra comercial entre estas dos economías se originó en reclamos justificados. Estados Unidos ha acusado reiteradamente a China de subvencionar sus empresas tecnológicas, forzar transferencias de tecnología e incluso cometer robo de propiedad intelectual. Pero los métodos de Trump, centrados en imponer aranceles y condicionar acuerdos al estilo empresarial, han resultado más reactivos que estructurales.
Las cifras de un conflicto costoso
- El comercio bilateral entre EE.UU. y China alcanzó un déficit de 262 mil millones de dólares en 2023, según datos del Departamento de Comercio estadounidense.
- La guerra arancelaria llevó a picos de tarifas mutuas de hasta 145% sobre productos chinos y de hasta 125% sobre bienes estadounidenses.
- Se estima que los consumidores estadounidenses pagaron más de $80 mil millones en sobrecostos debido a los aranceles, según la Tax Foundation.
Eswar Prasad, profesor de política comercial en la Universidad de Cornell, resume la situación actual: “Aunque es positivo que ambas partes intenten aliviar la presión, este acuerdo está lejos de significar una resolución sustancial”.
La jugada africana: minerales a cambio de paz
En paralelo, y en un movimiento menos divulgado pero profundamente significativo, Trump logró mediar un acuerdo entre Ruanda y la República Democrática del Congo, países enfrentados en una guerra con raíces étnicas y económicas que han desangrado la región durante décadas.
El acuerdo, firmado en Washington, compromete a ambas naciones a detener las hostilidades, retirar apoyo a grupos armados —como los controvertidos rebeldes M23— y colaborar en la reconstrucción regional. Pero lo más revelador del pacto es una cláusula impulsada por Trump que otorga a Estados Unidos “gran acceso a los derechos minerales del Congo”.
Estos minerales —especialmente cobalto, coltán y litio— son esenciales para la elaboración de baterías, componentes electrónicos y chips. Actualmente, China domina más del 70% de este comercio global.
Con esta jugada, Trump pretende contrarrestar la influencia china en África, posicionando a EE.UU. como competidor en las cadenas de suministro global de tecnología.
Pero... ¿es realista esta alianza?
Aunque los jefes de Estado de Congo y Ruanda viajarán a Washington en semanas para oficializar el protocolo, muchos se preguntan si el acuerdo surtirá efecto real. Los rebeldes del M23 —uno de los actores clave del conflicto— no participaron en la negociación y han consolidado su control de varias ciudades, donde han instalado nuevas administraciones locales.
Según un informe del Consejo de Seguridad de la ONU, Rwanda estaría beneficiándose de minerales exportados fraudulentamente desde las zonas dominadas por estos rebeldes, algo que Kigali niega.
“Queremos la paz, pero no queremos que la cura sea peor que la enfermedad”, declaró Prince Epenge, portavoz de una coalición opositora congoleña.
¿Un 'America First' recargado?
Esta ola de acuerdos y sanciones se enmarca dentro de una política comercial hiperagresiva. Desde enero, Trump no solo ha impuesto aranceles a China, sino que también ha establecido aranceles base del 10% a todos los países, y tarifas llamadas “recíprocas” que van de 11% a 50% sobre países con déficits comerciales con EE.UU.
“Tenemos 200 países. No puedes negociar individualmente con todos”, dijo Trump en una rueda de prensa mientras defendía estos aumentos impositivos generalizados. En lugar de tratados, su administración planea enviar cartas a cada país especificando cuánto deben pagar para comerciar con EE.UU.
Incluso detuvo súbitamente negociaciones con Canadá por el nuevo impuesto a servicios digitales que Ottawa planea imponer, afectando empresas como Amazon, Google, Uber o Airbnb con un 3% sobre sus ingresos canadienses.
El conflicto con las firmas legales: la otra batalla de Trump
Como si no bastase con tensiones comerciales, Trump también ha librado una cruzada judicial contra firmas legales que, desde su perspectiva, han actuado en su contra. Recientemente, un juez federal anuló uno de sus órdenes ejecutivas que buscaba castigar al bufete Susman Godfrey, que representó a Dominion Voting Systems en su demanda por difamación contra Fox News.
El juez Loren AliKhan fue tajante: “La orden viola gravemente la Constitución de los Estados Unidos”. Ya se habían emitido fallos similares contra acciones dirigidas a los bufetes Jenner Block, Perkins Coie y WilmerHale.
¿Qué podemos esperar hacia adelante?
Trump ha demostrado que su enfoque no se ajusta a las reglas tradicionales del comercio internacional. En lugar de buscar compromisos multilaterales o consensos técnicos, su diplomacia económica se basa en coerción, improvisación y maximalismo.
“Si usted quiere hacer negocios con Estados Unidos, este es el precio”, parece ser su filosofía central. No es sorprendente que para algunos aliados e incluso rivales, esta postura resulte más intimidante que atractiva.
Todo ello configurará una nueva etapa geopolítica donde minerales estratégicos, influencias en África y la política arancelaria estadounidense pueden redibujar las líneas del poder comercial internacional.