Santa Olga de Kwethluk: La nueva estrella del cielo ortodoxo

Una mujer yup’ik, comadrona y madre de trece, se convierte en la primera santa ortodoxa norteamericana: ¿por qué su canonización es un hito en la historia de la Iglesia?

Una vida humilde en un pueblo remoto

En el rincón más suroccidental de Alaska, en la remota aldea de Kwethluk con apenas 800 habitantes, nació en 1916 Arrsamquq, conocida cristianamente como Olga Michael. Esta mujer yup’ik, símbolo de devoción silenciosa, fue comadrona, madre de 13 hijos (cinco de los cuales murieron en la infancia), y esposa del sacerdote ortodoxo Nicolai Michael. A pesar de su humilde estilo de vida, su influencia se expandió más allá de su entorno.

Conocida cariñosamente como Matushka Olga —un título ruso que significa ‘madre’ y que se otorga a las esposas de sacerdotes—, Olga fue una guía espiritual especialmente para mujeres que enfrentaban situaciones de abuso, duelo o dificultades en el parto. Su profundo sentido de compasión hizo que con el tiempo se le tuviera en gran estima tanto dentro como fuera de Alaska.

De madre a santa

El pasado 19 de junio de 2025, tras una solemne ceremonia en su aldea natal, Olga fue oficialmente canonizada por la Iglesia Ortodoxa en América como la primera mujer santa ortodoxa de América del Norte, bajo el título de Santa Olga de Kwethluk, Matushka de toda Alaska.

Su hija, Helen Larson, lo expresó claramente durante la ceremonia: “Ya no es solo mi mamá. Es la ayudadora de todos.”

La ceremonia de canonización —que en la tradición ortodoxa se denomina glorificación— reunió a cientos de devotos, desde aldeanos de la región hasta visitantes de lugares tan distantes como Canadá, Estados Unidos continental y otros países.

La relevancia espiritual y sociocultural de su canonización

La glorificación de Santa Olga tiene implicaciones que trascienden lo religioso. En una iglesia donde las jerarquías están tradicionalmente dominadas por hombres, su reconocimiento simboliza una apertura importante. Como lo señaló el Metropolita Tikhon, líder de la Iglesia Ortodoxa en América:

“Reconocer a mujeres como Santa Olga es un recordatorio de que el mismo camino hacia la santidad está abierto para todos. Hombre o mujer, joven o anciano, rico o pobre.”

La visión también fue compartida por la académica Carrie Frederick Frost, profesora de religión y cultura de la Universidad de Western Washington. “Canonizar a una mujer que no fue mártir ni monja, sino madre, comadrona y abuela —una mujer como muchas otras lo han sido— es profundamente significativo y esperanzador”, dijo.

El llamado de los marginados

Uno de los aspectos más conmovedores de la devoción popular hacia Santa Olga es su cercanía con los más vulnerables. De hecho, muchos testimonios la describen como una sanadora del alma para quienes han sufrido abusos o pérdidas traumáticas como abortos espontáneos. Este aspecto de su santidad ha resonado profundamente en una iglesia que históricamente ha fallado (parcialmente) en acompañar esos dolores.

Un eco en los sueños

Tras su muerte en 1979 por cáncer, surgieron relatos de devotos que supuestamente la vieron en sueños y visiones sagradas. En uno de los testimonios más impactantes, una mujer que había sido abusada en su infancia aseguró haber sentido una curación espiritual profunda tras rezarle, durante lo que describió como una experiencia mística.

En Alaska, el nombre de Olga comenzó a ser pronunciado con reverencia y devoción. En los íconos que la retratan, aparece con auroras boreales de fondo y una frase que hoy resuena entre los creyentes: “Dios puede sacar belleza de lo más desolador.”

Una ceremonia con sabor y espíritu local

Durante la glorificación en junio de 2025, la comunidad se volcó al evento. Las calles polvorientas de Kwethluk recibieron a los visitantes, que llegaron incluso por bote desde Bethel —a unos 27 kilómetros de distancia, navegando el amplio Río Kuskokwim.

Más de 150 personas se apretaron en la pequeña iglesia ortodoxa de San Nicolás, mientras otros se quedaron fuera cantando himnos en idioma yup’ik, muchos de ellos compuestos para la ocasión. Uno de los versos más emotivos dice:

“Magnificamos a ti, oh madre santa y justa Olga, y honramos tu santa memoria.”

La misa incluyó el uso de incensarios, campanas resonantes, coros solemnes y cánticos en ruso, inglés y yup’ik. Se trasladaron sus reliquias (restos mortales) a un cementerio cercano en una procesión ritual. Su cuerpo, mantenido en un ataúd abierto, fue visitado y venerado por decenas de fieles en una demostración de fe notable.

Desde las casas hasta el altar

Wiz Ruppert, su nieta, compartió recuerdos entrañables: desde cómo la despertaba con dulzura por las mañanas hasta cómo masticaba las suelas de los zapatos de piel de foca que cosía para otros —una técnica ancestral para suavizar el material. “Sin ella, mi vida habría sido muy diferente”, concluyó Ruppert.

Helen Larson, su hija, recordaba ver a mujeres —y también algunos hombres— acudir a su madre cargados de dolor. “Salían más ligeros, con esa chispa vital que solo da sentirse escuchado y amado”, dijo.

Alaska: Tierra santa para la Ortodoxia

Pese a ser una minoría dentro del cristianismo estadounidense, los ortodoxos consideran a Alaska un territorio sagrado. Fue aquí donde los misioneros rusos introdujeron la fe ortodoxa en los siglos XVIII y XIX, cuando era territorio del imperio ruso.

Santa Olga se une así a otros santos ortodoxos relacionados con Alaska, como San Pedro el Aleuta y San Yakov Netsvetov, quienes también reflejan el entretejido de la fe cristiana con las culturas indígenas.

De hecho, más de una docena de sacerdotes ortodoxos han salido de Kwethluk. La iglesia ortodoxa local, formada por aproximadamente 80 parroquias, es predominantemente dirigida por nativos de Alaska.

¿Qué sigue para Kwethluk?

El ahora lugar santo acogerá peregrinos ávidos de visitar los restos de Santa Olga. La diócesis ya trabaja con el poblado para construir una nueva iglesia, un centro de hospitalidad y un centro cultural.

Los locales ofrecieron hospitalidad durante la glorificación, alojando peregrinos en sus hogares y sirviéndoles platillos típicos como pescado ahumado y carne de morsa.

“Cantábamos himnos de santos extranjeros”, escribió emocionado Nicholai Joekay, de Bethel, “pero hoy cantamos himnos dirigidos a una mujer piadosa de nuestra gente —con palabras que solo nosotros podemos pronunciar correctamente.”

El proceso ortodoxo de canonización

En la Iglesia Ortodoxa, la proclamación de un santo comienza con una devoción popular extendida. Luego, la petición llega al sínodo de obispos correspondiente, quienes deliberan y, si están de acuerdo, aprueban la glorificación, el rito público donde se proclama oficialmente la santidad.

Santa Olga pasó por este proceso: desde los testimonios orales, sueños y solicitudes, hasta la aprobación de los obispos en 2023 y su canonización en 2025.

Una esperanza espiritual para nuestro tiempo

La comunidad ortodoxa —y también los observadores externos— ha encontrado en Santa Olga una luz distinta. No es una mártir sangrienta del pasado ni una monja de claustro. Es una comadrona, una madre y una abuela, con una fe inquebrantable y un corazón dispuesto a servir.

En palabras de uno de los sacerdotes que sirvió en su canonización: “No vestía túnicas ni tenía un aura mística. Pero Santa Olga, en su sencillez, nos mostró el corazón de Cristo.”

Santa Olga de Kwethluk ya es parte del firmamento espiritual ortodoxo, no solo como un recuerdo, sino como una intercesora, una luz viva que desde el hielo de Alaska sigue derritiendo corazones endurecidos.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press