Protestas en Serbia: ¿Un despertar democrático o una crisis autoritaria?
La represión a manifestantes, el colapso de una estación y el autoritarismo creciente de Aleksandar Vucic tienen a Serbia al borde de una explosión social
El detonante: la tragedia en la estación de tren
En noviembre de 2024, Serbia fue sacudida por una tragedia que tuvo consecuencias sociales hasta hoy: el colapso del techo de una renovada estación de tren en Belgrado, dejando un saldo fatal de 16 personas muertas. Un trágico accidente que, para muchos serbios, reflejaba la corrupción estructural, el descuido en la infraestructura pública y la negligencia por parte del gobierno.
Esa tragedia desató una serie de protestas continuas que ya llevan casi ocho meses, lideradas principalmente por estudiantes universitarios, hartos de un sistema que consideran injusto, corrupto y cada vez más autoritario bajo el liderazgo del presidente Aleksandar Vucic.
El arresto como catalizador de la rabia popular
Esta semana, mientras se preparaba una manifestación masiva contra el gobierno para el día sábado, la policía serbia arrestó a seis personas acusadas de preparar un intento violento de derrocar al gobierno. Las detenciones se produjeron la noche del miércoles bajo la acusación de violar el orden constitucional y planear actos criminales, incluyendo ataques a la policía y medios de comunicación progubernamentales.
Uno de los detenidos poseía un arma de fuego y municiones, según las autoridades. Las informaciones sugieren que entre los arrestados hay un veterano de las guerras yugoslavas y un político de la oposición.
Un estudiante universitario ya había sido arrestado días antes por supuestos planes terroristas, basados únicamente en conversaciones privadas mantenidas por teléfono. Esta medida encendió aún más la mecha: cientos de personas salieron a las calles el jueves en protesta por los arrestos, denunciando una represión desproporcionada contra la libertad de expresión.
¿Quién es Aleksandar Vucic?
El presidente serbio comenzó su carrera como nacionalista extremo en los años 90, durante el oscuro periodo de las guerras yugoslavas, pero se ha reinventado como un político pragmático dispuesto a llevar a Serbia a la Unión Europea. Sin embargo, su permanencia en el poder desde 2012 ha estado marcada por acusaciones de limitar la libertad de prensa, manipular elecciones y favorecer una creciente concentración del poder ejecutivo.
Según Freedom House, Serbia ha descendido en cuanto a su calificación democrática en los últimos años, pasando a ser considerada un "régimen híbrido": una mezcla de elementos democráticos y autoritarios.
Además, Vucic ha estrechado sus lazos con potencias no occidentales, incluyendo Rusia y China, aun cuando formalmente aspira a que Serbia pertenezca a la comunidad europea. Esta ambivalencia ha hecho que muchos lo vean como un lobo con piel de cordero: conciliador hacia Europa mientras fortalece mecanismos autocráticos en casa.
La juventud se levanta: el poder de los estudiantes
El movimiento estudiantil en Serbia se ha convertido en el motor moral y político detrás de las protestas. En un país donde el desempleo juvenil supera el 24% y donde gran parte de la juventud siente que tiene que emigrar para encontrar oportunidades, no sorprende que las universidades se hayan transformado en los principales centros de resistencia.
Los jóvenes exigen elecciones anticipadas, transparencia en los gastos públicos, responsabilidad judicial contra la corrupción y mayor libertad de prensa. Su organización recuerda a los famosos movimientos estudiantiles de otras épocas en Europa, como el de Otpor!, el grupo juvenil que jugó un papel decisivo en el derrocamiento del dictador Slobodan Milosevic en el año 2000.
Vucic responde con represión… ¿y armas sónicas?
Quizás uno de los elementos más polémicos de los últimos meses fue el presunto uso de un arma sónica por parte de la policía durante una manifestación pacífica el pasado 15 de marzo. Los asistentes denunciaron un súbito sonido penetrante que provocó mareos y confusión, terminando abruptamente con la reunión. Las autoridades han negado el uso de tales dispositivos, pero no han ofrecido una explicación plausible sobre lo ocurrido.
La sospecha de que el gobierno está dispuesto a usar tecnología represiva de última generación para dispersar manifestaciones ha provocado una sensación de alarma en la ciudadanía y una multiplicación de denuncias por parte de organizaciones de derechos humanos.
¿Golpe de Estado o criminalización de la protesta?
Las acusaciones de preparación de un golpe de Estado por parte de los arrestados esta semana evocan estrategias autoritarias clásicas: criminalizar la protesta para debilitar y deslegitimar la acción política legítima. Para muchos analistas, este tipo de arrestos sin pruebas contundentes responde más a una campaña de intimidación que a una amenaza real de insurrección.
Fue el propio Vucic quien declaró que los manifestantes intentaban generar violencia el sábado, sin ofrecer pruebas específicas. En este contexto, surge una duda inevitable: ¿está el gobierno usando el miedo para preservar el poder?
Repetición histórica: ecos de Milosevic
La historia reciente de Serbia es un espejo incómodo para sus autoridades actuales. Las comparaciones con Slobodan Milosevic, el dictador nacionalista juzgado por crímenes de guerra, no hacen más que aumentar. Vucic fue su Ministro de Información y muchos de sus adversarios creen que ha replicado elementos clave de su método: manipulación mediática, represión policial y polarización política.
Desde marzo, antes de cada nueva protesta masiva, se han reportado arrestos "preventivos" de activistas y estudiantes. Esta práctica institucionalizada es alarmante: las detenciones arbitrarias se han normalizado, generando temor y censura autoprovocada incluso entre profesores universitarios y periodistas.
El rol de los medios y la censura
Los medios de comunicación en Serbia funcionan, en su mayoría, como portavoces oficiosos del gobierno, recibiendo fondos públicos o ejerciendo autocensura para no perder acceso a licencias y publicidad estatal. Solo un puñado de medios digitales independientes, como N1 o Nova.rs, ofrecen cobertura crítica de la situación.
Periodistas que han reportado sobre los abusos del gobierno han sido víctimas de hostigamiento digital, amenazas y vigilancia policial. Esto ha provocado que Reporteros Sin Fronteras ubique a Serbia en el puesto 91 de 180 países en su Índice de Libertad de Prensa 2024.
Una sociedad en pie de lucha
La protesta convocada para este sábado podría ser la más multitudinaria desde la caída de Milosevic. Mientras el gobierno instala campamentos de simpatizantes fuera del despacho presidencial para contrarrestar la visibilidad del descontento, los estudiantes preparan carteles, discursos y una agenda clara: elecciones libres, justicia para las víctimas del colapso del tren y sanciones a los responsables.
Se espera la participación de cientos de miles de personas, incluidos sindicatos, asociaciones de derechos humanos, partidos opositores y ciudadanos comunes que ven en esta generación de jóvenes una chispa de esperanza.
Ya no se trata solo del tren que cayó: se trata de un país que siente que ha sido saboteado por sus propios líderes. Y ahora exige cuentas.
¿Qué viene después?
El futuro inmediato de Serbia podría definirse este fin de semana. Si el gobierno reprime violentamente la manifestación del sábado, el conflicto podría escalar a niveles regionales. Si cede ante las presiones para permitir elecciones anticipadas, será una señal de madurez institucional. De no hacerlo, podría enfrentar un levantamiento popular sin precedentes en los Balcanes desde hace dos décadas.
Lo único seguro es que los estudiantes no se detendrán. Como gritan en sus marchas: "No luchamos por nosotros, luchamos por todos".