Fútbol bajo cero: el sueño congelado de Groenlandia en busca del reconocimiento internacional

Con casi el 10% de su población dedicada al fútbol, Groenlandia enfrenta desafíos geopolíticos, económicos y climáticos para poder competir a nivel mundial

Por tres meses al año, Groenlandia se transforma. Entre el deshielo estival, la llegada del sol de medianoche y temperaturas algo más amigables, el país —generalmente cubierto de nieve y hielo— se convierte en un hervidero de actividad futbolística. En esta vasta y remota isla de 56,000 habitantes, alrededor de 5,500 personas están registradas como jugadores de fútbol, lo que representa casi el 10% de la población. ¿El problema? Su selección nacional aún no tiene permiso para competir oficialmente en torneos internacionales.

Un rechazo que dolió en todo el Ártico

En junio, la CONCACAF (Confederación de Fútbol de Norte, Centroamérica y el Caribe) rechazó por unanimidad la solicitud de la federación de Groenlandia para convertirse en miembro oficial. ¿La consecuencia? Sin membresía, no hay partidos oficiales, ni acceso a torneos internacionales. Lo que más dolió fue que la CONCACAF no impone los mismos requisitos de soberanía que la UEFA, donde la membresía está reservada a estados reconocidos como independientes, una barrera insalvable para Groenlandia, aún territorio autónomo bajo dominio de Dinamarca.

Algunos en la isla sospechan que el rechazo es tan político como logístico. Las constantes presiones del expresidente Donald Trump para adquirir el territorio, sumado al interés geoestratégico y mineral del Ártico, han hecho de Groenlandia una pieza delicada en el tablero internacional.

¿Una cuestión de distancia... o de dinero?

Patrick Frederiksen, capitán de la selección nacional de Groenlandia, lo resume sin rodeos: “Todos sabemos que es muy caro viajar a Groenlandia.”

La conectividad es uno de los grandes escollos. Hasta hace poco, no existían vuelos directos desde Estados Unidos. Recién este año aterrizó el primer avión directo desde Newark (Nueva Jersey) hasta la capital, Nuuk. El precio del boleto: $1,200 sólo ida, y hasta $1,500 el regreso. Alternativas comunes implican escalas en Reykjavík (Islandia) o Copenhague, lo que encarece y complica la logística no sólo para competencias, sino incluso para encuentros amistosos.

Fútbol a pleno sol... de medianoche

Durante el verano ártico, los días no terminan y la pasión futbolera tampoco. Jugadores como Angutimmarik Kreutzmann describen cómo “jugamos fútbol toda la noche. No oscurece y tenemos tanta libertad.”

El ambiente es mágico y surrealista: campos al aire libre en medio de paisajes impresionantes con icebergs flotando y montañas aún nevadas. Las canchas pueden ser de pasto sintético, tierra o, en el pasado, grava. Pero lo que se mantiene intacta es la intensidad del juego y la conexión con la comunidad.

“Deberías venir a ver un partido,” dice Oscar Scott Carl, entrenador del club B-67. “Se nota cuanto se involucra la gente y cómo animan desde las gradas.”

La temporada futbolística es más que un entretenimiento. Une a un país disperso y escasamente poblado en una experiencia colectiva que va más allá del deporte. “Es parte de crear unidad nacional,” añade Carl.

Una federación con historia y sueños globales

La Asociación de Fútbol de Groenlandia —conocida como Kalaallit Arsaattartut Kattuffiat— fue fundada en 1971. Regula múltiples equipos masculinos y femeninos y lleva adelante proyectos comunitarios donde los jugadores son modelos a seguir.

“Los niños quieren fotos o autógrafos con nosotros,” comenta Frederiksen. “Recibimos mucho apoyo y atención de ellos.”

Durante los largos inviernos, el fútbol no desaparece: se adapta. El futsal, o fútbol sala, se convierte en el rey del deporte bajo techo. Incluso la selección nacional participó este año en la Copa Intercontinental de Futsal en Brasil.

¿Por qué las Islas Feroe sí y Groenlandia no?

La herida es más profunda cuando los groenlandeses miran al Atlántico Norte. Las Islas Feroe, también territorio semiautónomo de Dinamarca, son miembros reconocidos por la FIFA y la UEFA, y participan en torneos europeos desde hace más de 30 años.

¿La diferencia? Se afiliaron antes de que la UEFA impusiera la regla de que sólo los estados soberanos pueden ser miembros, una normativa vigente desde 2007.

La frustración aumenta cuando se considera que Groenlandia no cuenta —ni planea contar— con un estadio de nivel FIFA. Para competir oficialmente, la FIFA exige un estadio con capacidad mínima de 40,000 personas, más del 70% de la población total de la isla.

“Un estadio nacional siempre ha estado en la lista de deseos de muchos groenlandeses,” declaró Visit Greenland, la agencia de turismo local. “Pero con tan poca población, simplemente no es viable.”

Jimmy Holm Jensen, presidente del B-67 de Nuuk, expresa un sentimiento compartido: “Al menos queríamos competir en torneos internacionales. Creemos que tenemos algo que mostrarle al mundo.”

Mucho más que un balón

El fútbol en Groenlandia es sinónimo de identidad, resistencia y esperanza. En un territorio golpeado por el aislamiento, las intemperies y la falta de infraestructura, el deporte se convierte en un acto de afirmación colectiva.

Nunca ha sido fácil. Jugar entre montañas sin público más allá de la comunidad inmediata. Entrenar con balones especiales para evitar que exploten por el frío. Organizar torneos con equipos que deben viajar días en barco o avioneta. Todo es parte del desafío, pero también de la pasión.

Su historia resuena porque trasciende lo deportivo: es la historia de una pequeña nación que quiere dejar huella en el escenario global, aun cuando las estructuras de poder deportivo y geopolítico no se lo permitan fácilmente.

¿Esperanza en el horizonte?

Las nuevas rutas aéreas, las inversiones en infraestructuras mínimas (al menos para amistosos internacionales), y el creciente interés mediático en su historia, podrían abrir alguna puerta en el futuro.

De hecho, la propia FIFA ha mostrado en los últimos años interés en ampliar su alcance y diversificar los escenarios de competencia. Y con los cambios geopolíticos recientes, Groenlandia podría convertirse en una ficha interesante incluso para el mundo del fútbol.

Mientras tanto, los niños siguen soñando y jugando bajo el sol de medianoche, los arqueros se lanzan sobre el césped sintético o la grava, y las tribunas improvisadas estallan de entusiasmo con cada gol. Porque, aunque el mundo no los esté mirando aún, Groenlandia ya está jugando su propio mundial.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press