El futuro incierto de los deportes olímpicos universitarios ante la nueva era del deporte universitario estadounidense
Entre negociaciones políticas, pagos a atletas y un sistema en transformación, las bases del medallero de EEUU están en juego
¿Qué está ocurriendo en el deporte universitario estadounidense?
Durante generaciones, el sistema universitario de Estados Unidos ha servido como el laboratorio principal donde nacen, crecen y brillan buena parte de los atletas olímpicos del país. Sin embargo, una combinación de cambios legales, financieros y políticos amenaza con colapsar esa estructura, dejando a numerosas disciplinas fuera del escenario institucional.
Todo gira en torno a una modificación histórica: por primera vez, las universidades podrán compartir ingresos directamente con sus atletas, un movimiento impulsado por el acuerdo judicial de $2.8 mil millones conocido como House Settlement. En este nuevo panorama, la mayoría de los fondos se destinarán a los deportes rentables: fútbol americano y baloncesto.
¿Por qué los deportes olímpicos están en peligro?
Los deportes considerados "no rentables" —es decir, aquellos que no generan ingresos significativos por entradas, derechos de transmisión o mercancías— están enfrentando recortes drásticos. Deportes como natación, esgrima, atletismo, gimnasia y lucha podrían desaparecer de muchas universidades debido a la presión presupuestaria.
Según el Comité Olímpico y Paralímpico de Estados Unidos (USOPC), hasta mayo de 2024 se habían eliminado unos 40 programas olímpicos universitarios en la División I de la NCAA. Solo tres de ellos provinieron de universidades integrantes de las conferencias "Power Four", lo cual sugiere que las instituciones menos acomodadas son las más afectadas.
El papel del Congreso: ¿salvavidas o amenaza?
El Congreso estadounidense, cuyo rol hasta ahora había sido distante del financiamiento directo del deporte, podría jugar un papel decisivo. El presidente de la NCAA, Charlie Baker, ha estado presionando por una legislación federal que impida que los atletas sean considerados empleados formales —algo que abriría la puerta a sindicatos y más demandas laborales— y que ofrezca protección antimonopolio limitada.
Sin embargo, los demócratas han sido escépticos. El senador Richard Blumenthal (D-Conn) lo dijo claro: "Los atletas merecen reformas reales y una supervisión independiente del deporte universitario. La legislación del Congreso debe ofrecer protecciones sólidas, no un cheque en blanco para el status quo de la NCAA".
Un pacto por los deportes olímpicos
Frente a esta situación, ha surgido una idea negociadora con fuerte respaldo bipartidista: proteger los programas olímpicos universitarios a cambio de que el Congreso apruebe la ley propuesta por la NCAA. Aunque el gobierno federal tiene prohibido financiar equipos olímpicos directamente, no existe tal restricción respecto a universidades y deportes universitarios.
Esto permitiría, por ejemplo, canalizar fondos mediante subvenciones federales para apoyar específicamente a las disciplinas en riesgo, como el remo, la lucha grecorromana o la esgrima, vitales para el medallero estadounidense en los Juegos Olímpicos.
Un sistema con cifras multimillonarias en juego
El acuerdo House permitirá que cada universidad de la división I comparta hasta $20.5 millones anualmente con sus deportistas. Adicionalmente, las instituciones enfrentarán nuevas exigencias de cobertura médica, becas adicionales y costos administrativos. En el caso de la Universidad de Michigan, por ejemplo, se estima un gasto adicional de $6.2 millones solo en becas.
Aunque universidades de prestigio como Stanford continúan invirtiendo en deportes olímpicos —sus atletas habrían quedado en el puesto 11° del medallero en los Juegos de Tokio 2021 con 39 medallas—, no todas tienen el mismo músculo financiero. Muchas ya están reduciendo plantillas, ajustando presupuestos e, incluso, desapareciendo equipos enteros.
La paradoja del éxito: formación de élite sin respaldo
El deporte universitario de EE. UU. no solo ha nutrido al equipo olímpico nacional, sino que ha convertido al país en una superpotencia cuando se trata de preparación deportiva. El 75% de los atletas que representan a Estados Unidos en los Juegos Olímpicos de verano provienen del sistema NCAA.
Este hecho posiciona a Estados Unidos de forma única a nivel internacional, dado que la mayoría de los países financian sus programas olímpicos a través de estructuras gubernamentales o federales, mientras que en EE. UU., gran parte de esa labor recae en las universidades.
Según Sarah Hirshland, CEO del USOPC, "tenemos razones para creer que sí hay un compromiso real por parte de universidades y congresistas con el deporte olímpico y paralímpico". Pero el tiempo apremia.
¿Qué se discute en el Congreso?
Varios legisladores, como los senadores Blumenthal, Cory Booker (D-N.J.) y Jerry Moran (R-Kan.), ya han presentado iniciativas que buscan lograr un equilibrio entre la protección de los atletas y la viabilidad del sistema. Algunas propuestas clave incluyen:
- Fondo fiduciario de salud y seguridad para deportistas con lesiones de largo plazo.
- Cobertura médica obligatoria mínima de dos años para todos los atletas tras su retiro de la actividad universitaria.
- Protección legal limitada para la NCAA en cuanto a normativas básicas, pero no para prácticas monopólicas.
- Transparencia en el uso de fondos destinados a los programas no rentables.
La voz de los detractores: ¿proteger a los atletas o proteger los intereses?
Mientras la NCAA busca un resguardo jurídico y financiero ante el nuevo modelo, muchos críticos alertan sobre un intento de blindaje ante demandas futuras. No son pocos los que consideran que la NCAA, durante años, ha mantenido condiciones opacas para sus deportistas, sin pagarles de forma directa pese a los millones que movían con su rendimiento.
La democratización de las ganancias a través del concepto de Nombre, Imagen y Semejanza (NIL) ha abierto una brecha. Por un lado, los atletas ahora tienen la posibilidad de ser compensados por su marca personal. Por otro, ello amenaza la financiación de disciplinas sin retorno económico directo.
¿Y ahora qué?
La batalla por el alma del deporte universitario ha comenzado. La NCAA, con sus nuevas políticas sobre participación, salud y becas, intenta convencer al Congreso de que está reformándose desde adentro. Pero la paradoja es evidente: si no se garantiza el respaldo a deportes no rentables, cientos (o miles) de atletas podrían quedar fuera del sistema, y con ellos, las medallas futuras que pondrían a Estados Unidos en los primeros puestos en París, Los Ángeles o Brisbane.
“Uno de los mensajes fue: ‘limpien su propia casa primero, luego vengan a hablar con nosotros’”, explicó Baker sobre las conversaciones sostenidas con legisladores.
Los próximos meses serán clave: de las decisiones que tome el Congreso dependerá no solo el destino de la NCAA o de sus atletas estrella, sino también la supervivencia de los deportes olímpicos que han forjado la grandeza atlética de Estados Unidos en los últimos 100 años.
Más información en el sitio especializado en deportes universitarios de AP.