Bajo Tierra y Bajo Radar: El Secreto Detrás de los Bunker Busters en Irán
Cómo EE.UU. diseñó una bomba de 13,600 kilos durante 15 años para pulverizar las instalaciones nucleares subterráneas de Irán
El poder oculto que desató luz en la oscuridad
El 26 de junio de 2025, altos mandos del Pentágono ofrecieron un acceso sin precedentes a los detalles de uno de los ataques militares más calculados y espectaculares del siglo XXI: el bombardeo de las instalaciones nucleares subterráneas de Irán. Concretamente, revelaron cómo Estados Unidos utilizó las llamadas "bunker busters" GBU-57 A/B, bombas de 13,600 kilos diseñadas específicamente durante más de una década para destruir objetivos profundamente protegidos.
Una amenaza enterrada: Fordo y Natanz
Las instalaciones nucleares de Irán no eran fáciles de alcanzar. Fordo, descubierta en 2009, estaba disfrazada bajo una montaña cerca de Qom. Natanz, otra planta enriquecedora de uranio, también contaba con una red subterránea de concreto reforzado y kilómetros de roca. Tanto la geografía como la ingeniería habían protegido estos sitios no sólo de una inspección internacional efectiva, sino también de ataques aéreos convencionales.
El presidente del Estado Mayor Conjunto, el general Dan Caine, explicó que la planificación minuciosa y el modelado computacional de estas misiones comenzó hace más de 15 años, cuando oficiales de la Agencia de Reducción de Amenazas comenzaron a estudiar Fordo: "Vivieron y respiraron Fordo durante una década y media. Analizaron cada piedra movida, cada camión que entraba y salía."
La creación de un martillo de Thor: GBU-57 A/B
Lo que Caine relató fue casi ciencia ficción táctica. Ante la imposibilidad de destruir Fordo con el arsenal existente, el Pentágono movilizó a cientos de científicos, entre ellos decenas de doctores en física y geología, quienes crearon la GBU-57 A/B, también conocida como la Massive Ordnance Penetrator.
- Peso: 13,600 kg
- Longitud: 6.2 metros
- Capacidad de penetración: más de 60 metros de concreto reforzado antes de detonar
Un componente vital de estas bombas es su fusible inteligente, capaz de calcular el momento exacto en que la bomba debe explotar para maximizar destrucción con presión interior. Fue ajustado para activarse en las cámaras de enriquecimiento y destruir no solo la estructura, sino también el equipo de centrifugación clave.
Los siete jinetes y las 14 bombas
Fue una operación quirúrgica. Siete bombarderos furtivos B-2 llevaron dos bombas cada uno. Seis bombas apuntaron a cada una de las dos rutas de ventilación de Fordo, y otras dos fueron dirigidas a Natanz. Las rutas de ventilación fueron claves, pues representaban las únicas entradas posibles al núcleo de las instalaciones.
Según Caine, el ataque fue planeado con dos fases:
- Un primer proyectil rompía las losas de concreto que Irán había colocado para proteger las rutas.
- Cuatro bombas adicionales descendían más de 300 metros por segundo por el eje principal de ventilación hasta alcanzar el complejo subterráneo.
- Una sexta bomba actuaba como respaldo.
De las impresiones de los pilotos destaca una descripción escalofriante: "Fue la explosión más brillante que vi en mi vida. Durante unos segundos, parecía mediodía en pleno cielo nocturno."
15 años bajo sombra: la guerra en la era de los algoritmos
Uno de los aspectos más reveladores de esta operación fue el nivel tecnológico aplicado. Caine aseguró que, durante años, la comunidad científica encargada del proyecto fue "el mayor usuario de horas de supercomputadoras en EE.UU.". ¿Por qué tanto cálculo? Porque solo con precisión extrema era posible penetrar profundamente sin desatar explosiones prematuras o fracasos logísticos.
En un momento donde se habla de la inteligencia artificial y su rol en la guerra, no son drones autónomos quienes llevan la batuta, sino la analítica precisa en planeación.
¿Anulado el programa nuclear iraní?
Tras el ataque, el secretario de Defensa Pete Hegseth aseguró que las instalaciones nucleares fueron "destruidas". Sin embargo, se negó a confirmar si el uranio altamente enriquecido aún se encontraba en el lugar al momento del ataque: "No hay evidencia hasta ahora de que haya sido movido previamente. Pero tampoco tenemos certeza absoluta de su ubicación en ese momento."
¿Estamos cerca de una nueva era atómica?
Este evento no sólo marca una proeza táctica, sino que replantea la disuasión nuclear. Mientras Irán afirma que su programa nuclear tiene fines pacíficos, la comunidad internacional ha mantenido el escepticismo desde hace décadas.
Human Rights Watch y el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) han advertido que cualquier escalada podría provocar una carrera nuclear regional, especialmente considerando la cercanía de Arabia Saudita y su deseo público de obtener tecnología nuclear "igual o superior" a la de Irán o Israel.
Los peligros de la información incompleta
En medio de esta tensión geopolítica, las redes sociales han alimentado versiones falsas. Un ejemplo reciente son los rumores de que un informe de Harvard afirmaba la desaparición de 400,000 palestinos. Esa cifra fue inventada a partir de un malentendido de un mapa colocado por un académico de la Universidad Ben Gurion en la plataforma Harvard Dataverse. Harvard jamás respaldó dicho estudio como oficial.
Este tipo de desinformación —como lo lamenta Yaakov Garb, autor del informe malinterpretado— no solo entorpece la ayuda humanitaria, sino que genera daño colateral en momentos en donde la claridad de la información salva vidas.
Un vistazo al futuro de la guerra
Las GBU-57 A/B no son sólo armas. Son advertencias. Representan el punto en el que inteligencia y fuerza bruta se funden para alcanzar blancos antes considerados imposibles. Pero nos obligan también a reflexionar:
- ¿Qué límites morales y políticos existen para el uso de este armamento?
- ¿Podemos confiar en gobiernos que ocultan o manipulan los niveles reales de destrucción?
- ¿Qué sucede cuando el avance tecnológico redefine lo que consideramos como una infraestructura “segura”?
La historia nos ha enseñado que las guerras no se ganan solo con bombas, sino con narrativa e información. Y hoy, quizás más que nunca, la presión de la verdad compite codo a codo con la presión de una bomba de 13,600 kilos.