Terrorismo en Europa: dos ataques recientes reavivan el debate sobre seguridad y salud mental

Los casos de violencia extrema en Bielefeld (Alemania) y Londres reavivan tensiones políticas y preguntas sociales en torno al terrorismo, el extremismo ideológico y la salud mental.

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Dos tragedias que sacuden Europa

En menos de un mes, dos ataques violentos en Europa —uno en Bielefeld, Alemania, y otro en Londres, Reino Unido— han provocado no solo indignación social, sino también hondas reflexiones sobre temas como el terrorismo islamista, el extremismo violento, y los efectos de las adicciones y enfermedades mentales no tratadas. Aunque distintos en origen y motivación, ambos crímenes reflejan patrones que preocupan a las autoridades europeas.

El atentado de Bielefeld: el retorno del terrorismo yihadista

En la madrugada del 18 de mayo de 2025, un hombre de origen sirio —identificado por las autoridades como Mahmoud M.— atacó brutalmente con un cuchillo a cuatro hombres en las afueras de un restaurante, dejando a todas las víctimas en estado crítico.

La Fiscalía Federal de Alemania acusa al agresor de pertenecer al Estado Islámico (ISIS) desde al menos 2014, año en que habría ingresado al grupo terrorista en Raqqa, Siria. Según el comunicado oficial, tras llegar a Alemania con estatus de refugiado, decidió "matar aleatoriamente en nombre de la yihad global".

Este no es un caso aislado. Desde la ola migratoria de 2015, Alemania ha sido escenario de varios atentados relacionados con el islamismo radical. Según datos del Servicio Federal para la Protección de la Constitución, en 2023 había más de 1,500 yihadistas potencialmente peligrosos bajo vigilancia.

¿Cómo operan las investigaciones de terrorismo?

En Alemania, al igual que en otros países europeos, los delitos relacionados con terrorismo son competencia de la Fiscalía Federal, con sede en Karlsruhe. Tras la detención de Mahmoud M. el 19 de mayo, un tribunal local ordenó su encarcelamiento provisional. Sin embargo, el 20 de mayo, la Fiscalía Federal asumió la investigación y emitió una nueva orden de arresto que incluye cargos por intento de asesinato y lesiones corporales graves.

La aplicación de leyes antiterroristas permite actuar de manera coordinada entre agencias de seguridad, pero también reaviva el debate sobre la integración fallida de ciertos migrantes radicalizados y la necesidad de reformas en el sistema de acogida.

El ataque del samurái en Londres: una masacre psicótica

Casi un mes antes del ataque en Bielefeld, el 30 de abril de 2024, Marcus Arduini Monzo, un ciudadano británico con doble nacionalidad española y brasileña, perpetró una masacre en el barrio de Hainault, al noreste de Londres.

Durante 20 minutos de horror, Monzo mató a Daniel Anjorin, un estudiante de 14 años que caminaba hacia la escuela, e hirió a cinco personas más, incluidos policías y residentes locales. Armado con una espada samurái de 60 cm, Monzo atacó al azar y finalmente fue reducido con una pistola eléctrica tras ingresar violentamente a una vivienda.

Según el juicio celebrado en el Central Criminal Court de Londres, Monzo sufría un episodio psicótico desencadenado por el abuso de drogas como el cannabis y sustancias alucinógenas como la ayahuasca. Alegó haber tenido visiones apocalípticas y creencias delirantes sobre conspiraciones globales, incluso llegando a afirmar que el 11-S era un montaje y que la Tierra es plana.

¿Fue responsable? El dilema legal

Durante el juicio, se discutió extensamente si Monzo era penalmente responsable de sus actos. Mientras la defensa trató de argumentar que padecía un trastorno mental, la fiscalía sostuvo que sus acciones fueron el resultado directo de consumo voluntario de cannabis, una sustancia que puede inducir episodios psicóticos en individuos predispuestos.

Finalmente, el jurado lo declaró culpable de asesinato, intento de asesinato, heridas con intención y robo con agravantes. La fiscal Kirsty O’Connor fue tajante: “Monzo es completamente responsable de la devastación que causó. La evidencia fue clara desde el principio”.

Patrones similares, contextos distintos

Si bien estos dos ataques tienen causas distintas —uno obedeciendo a un ideario islamista, el otro motivado por un episodio psicótico a raíz del consumo de estupefacientes—, ambos revelan una profunda crisis de violencia urbana, radicalización e incluso fallas sistémicas en el abordaje de salud mental y seguridad comunitaria.

En el caso del terrorismo islámico, la amenaza se mantiene latente. De hecho, Alemania ha frustrado al menos 17 complots terroristas entre 2015 y 2024. En el caso de Monzo, fueron sus antecedentes de comportamiento errático y publicaciones en redes sociales las que prendieron banderas rojas que, lamentablemente, no fueron atendidas a tiempo.

Salud mental y drogas: una combinación explosiva

Monzo declaró haber iniciado un “viaje espiritual” tras una lesión en prácticas de artes marciales. Viajó a la India, donde descubrió el consumo de ayahuasca —una infusión psicoactiva usada en rituales indígenas— y comenzó a fumar marihuana regularmente. Sumado a su interés por teorías conspirativas y simbología extremista, formó un cóctel de ideas distorsionadas que culminaron en un episodio maníaco paranoide.

Según el Organización Mundial de la Salud, el consumo recurrente de cannabis puede aumentar el riesgo de psicosis en personas susceptibles. Un estudio de 2023 del instituto británico King’s College London reveló que el 25% de los pacientes alojados en centros psiquiátricos por episodios psicóticos eran consumidores habituales de marihuana de alta potencia.

El miedo como herramienta política y social

Cada acto de violencia desata inevitablemente debates políticos. En Alemania, sectores de la ultraderecha han utilizado el caso de Mahmoud M. para reavivar narrativas antiinmigrantes, a menudo pasando por alto las complejidades sociopolíticas que llevan a una persona a radicalizarse.

En el Reino Unido, el crimen de Anjorin ha abierto discusiones sobre la psiquiatría forense y la regulación del cannabis. Aunque el Reino Unido prohíbe su consumo recreativo, cada vez se discute más sobre la potencial legalización, lo cual abre fisuras entre sectores liberales y conservadores.

¿Qué nos enseñan estos casos?

  • La lucha contra el terrorismo ideológico requiere cooperación internacional y trabajo preventivo con comunidades vulnerables.
  • Es urgente reforzar los sistemas de salud mental pública, incluyendo programas de detección temprana y seguimiento psiquiátrico.
  • El uso problemático de redes sociales como caja de resonancia de ideas extremas o delirantes exige nuevas regulaciones éticas y tecnológicas.
  • La narrativa política no puede simplificar causas complejas sin caer en la estigmatización de colectivos enteros.

Mantenerse alerta, no paranoico

Estos crímenes recuerdan que vivimos en sociedades cada vez más interconectadas e imprevisibles. La solución no está en levantar muros ni en buscar chivos expiatorios, sino en construir redes fuertes de apoyo psicológico, social y comunitario.

En palabras de la fiscal británica O’Connor: “Nuestros pensamientos están con las víctimas, pero la respuesta debe ser construir un sistema más empático y vigilante para que tragedias así no se repitan”.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press