Trump, la OTAN y la nueva era del ciberconflicto: ¿es Estados Unidos vulnerable digitalmente?
Mientras Trump busca redefinir la lealtad del artículo 5 y aumentar el gasto en defensa, el verdadero talón de Aquiles puede estar en el ciberespacio.
Entre la política de defensa tradicional y el campo digital
La reciente cumbre de la OTAN en La Haya se ha desarrollado bajo un ambiente tenso y cargado de implicaciones tanto tradicionales como digitales. Las declaraciones polémicas de Donald Trump sobre el compromiso estadounidense con el Artículo 5—la piedra angular del principio de defensa colectiva de la OTAN—y su insistencia en que los miembros de la alianza «pongan más dinero» en sus ejércitos destacan el fenómeno: estamos viviendo una reinterpretación de las relaciones de defensa occidental.
Pero hay una faceta menos visible y más peligrosa: la ciberguerra. Más allá del gasto militar convencional, las verdaderas amenazas podrían estar colándose por los firewalls y cables submarinos que conectan infraestructuras críticas de Occidente. ¿Está Estados Unidos preparado para esta nueva guerra digital?
La redefinición del Artículo 5 y el efecto Trump
Trump ha realizado declaraciones que inquietan a los aliados de la OTAN: “Depende de tu definición”, dijo al ser preguntado sobre su compromiso con el Artículo 5. Aunque históricamente Estados Unidos ha liderado la defensa colectiva de Occidente, Trump ha sembrado dudas desde su campaña en 2016, sugiriendo que cualquier ayuda dependerá del nivel de gasto militar del país beneficiario.
Esto ha producido un cambio notable: muchos países, excepto España, están dispuestos a elevar su gasto defensivo al 5% del PIB, cifra sugerida por Trump. Recordemos que el estándar actual de la OTAN es del 2%, cifra que muchos países ni siquiera han alcanzado.
El gasto creciente, sin embargo, no necesariamente implica una mayor seguridad —particularmente en el ciberespacio.
Irán, Israel y un alto al fuego frágil
Mientras los líderes de la OTAN discutían aumentos de gasto, Trump celebraba un logro diferente: un alto al fuego entre Israel e Irán tras una intensa ronda de bombardeos estadounidenses sobre instalaciones nucleares iraníes. Aunque breve, el cese de hostilidades pone en pausa una escalada peligrosa en Medio Oriente. Sin embargo, las tensiones no solo se reflejan con misiles y drones: también se manifiestan en forma de ceros y unos.
Las represalias digitales no tardaron en llegar.
La ciberguerra: el frente invisible
Tras los ataques aéreos, grupos de hackers proiraníes comenzaron una ola de ataques cibernéticos contra bancos, contratistas de defensa y compañías petroleras de Estados Unidos. Aunque hasta ahora no han causado daños generalizados a infraestructuras críticas, los expertos temen que esto pueda cambiar si colapsa el frágil alto al fuego en Medio Oriente.
Uno de estos grupos, conocido como Mysterious Team, publicó en Telegram que planea intensificar sus acciones y llamó a otros a unirse. Estos ataques suelen ser del tipo Denial of Service (DDoS), que colapsan los servicios de una empresa paralizando operaciones digitales.
Un queso suizo digital
“Somos como un queso suizo”, afirma Arnie Bellini, CEO de Bellini Capital e inversor en ciberseguridad, aludiendo a las múltiples vulnerabilidades de Estados Unidos en el ámbito cibernético. “Hemos demostrado al mundo que no quieres enfrentarte a nosotros con armas, pero estamos completamente expuestos digitalmente”.
Bellini no está solo en su preocupación. El Departamento de Seguridad Nacional ha emitido alertas oficiales sobre el aumento del riesgo cibernético proveniente de grupos iraníes. Y mientras tanto, decenas de equipos de hacking operan de forma autónoma o con apoyo estatal. Se estima que existen más de 60 grupos cibernéticos proiraníes activos, según la firma de seguridad Trustwave.
Hackers y espionaje: más que ataques, inteligencia
La prioridad de muchos de estos grupos no es necesariamente la destrucción, sino la recolección de inteligencia. El gobierno iraní ha demostrado en el pasado interés especial en espiar movimientos estadounidenses e israelíes, particularmente a figuras como el presidente Trump.
En 2023, tres operativos iraníes fueron acusados de intentar infiltrar los sistemas de campaña de Trump, revelando que el espionaje digital no es sólo una posibilidad, sino una constante.
Las respuestas truncadas de la administración Trump
Pese a las señales de vulnerabilidad, la administración de Trump ha llevado a cabo recortes en áreas clave de ciberseguridad. La Agencia de Ciberseguridad e Infraestructura (CISA), por ejemplo, dejó en licencia a especialistas en defensa electoral y perdió millones en presupuesto justo antes de una nueva contienda presidencial. También se ha disminuido el personal en agencias como la CIA o la NSA.
Una de las decisiones más controvertidas fue el despido abrupto del General Timothy Haugh, quien dirigía tanto la NSA como el Cyber Command del Pentágono. Esta jugada inesperada ha sido ampliamente criticada como una debilitación de las defensas digitales del país.
El valor estratégico de la ciberinteligencia
Ziv Mador, vicepresidente de investigación en SpiderLabs (Trustwave), explica que los ataques israelíes a científicos nucleares iraníes dependieron de complejas maniobras de ciberespionaje. Para él, la tecnología fue un elemento tan decisivo como los misiles mismos. “Hubo una sofisticada maniobra que implicó interceptar comunicaciones, seguimiento y ataque coordinado”, indica.
Asimismo, tras el ataque de Hamas del 7 de octubre de 2023, grupos hackers lograron infiltrar una app de alertas en Israel, haciendo que alertara falsamente de un misil nuclear entrante. El objetivo no era físico, sino psicológico: provocar el caos.
Gasto militar vs. inversión en cibereducación
Aunque Trump insiste en elevar el gasto militar al 5% del PIB, expertos como Bellini advierten que sin una inversión proporcional en ciberseguridad, ese gasto es fútil frente a las amenazas modernas. La propuesta va más allá de software y hardware: se requiere formar capital humano capacitado.
Bellini ha donado 40 millones de dólares a la Universidad del Sur de Florida para crear un centro de ciberseguridad. Sostiene que nos encontramos en una nueva carrera armamentista —la digital— que es tan o más relevante que la tradicional.
“Es como el Coyote y el Correcaminos”, dice Bellini. “Se perseguirán eternamente sin que haya un final claro.”
¿Está la OTAN preparada para una OTAN digital?
Si la alianza atlántica cree que el futuro de su seguridad se resume en más tanques y más soldados, podría estar viendo el campo de batalla con lentes del pasado. La verdadera próxima guerra global podría desarrollarse enteramente a través de teclados, redes y cables submarinos.
La disuasión moderna no solo debe ser militar, debe ser cibernética. Y Estados Unidos, a pesar de su poder tradicional, podría estar peligrosamente rezagado en este nuevo terreno.