Terror en Damasco: El regreso del Estado Islámico y la amenaza latente a las minorías religiosas
La masacre en la iglesia Mar Elías sacude a Siria y revela una célula dormida del EI con planes de múltiples atentados. ¿Qué significa esto para la estabilidad y la coexistencia religiosa en el país?
Un nuevo episodio de terror sacude Siria
El 23 de junio de 2025 marcó una trágica fecha para los fieles cristianos de Siria. En plena liturgia dominical, una bomba detonó en la iglesia ortodoxa griega Mar Elías, ubicada en las afueras de Damasco. El saldo fue devastador: al menos 25 personas perdieron la vida, la mayoría feligreses que se habían congregado para rezar. El brutal ataque fue atribuido al grupo yihadista Estado Islámico (EI), que, según las autoridades sirias, planeaba una serie de atentados simultáneos con objetivos específicos: las minorías religiosas.
¿Quiénes están detrás del atentado?
De acuerdo con el portavoz del Ministerio del Interior, Noureddine Al-Baba, la célula yihadista detrás del ataque había trazado un plan para atacar también el santuario chiita de Sayyida Zeinab, un sitio sagrado para los musulmanes chiitas localizado en un suburbio de la capital. Apenas un día después del ataque a la iglesia, las fuerzas de seguridad capturaron a un segundo atacante que se dirigía al santuario con explosivos.
Además, se frustró una tercera operación en la que un atacante en motocicleta apuntaba a un evento multitudinario en el centro de Damasco. Todas las operaciones llevaban el sello del Estado Islámico y, según la información revelada, eran coordinadas desde una célula dormida cuyo líder, Mohammad Abdelillah al-Jumaili, fue capturado tras los interrogatorios del segundo atacante.
Al-Hol: la incubadora del extremismo
El nombre de al-Jumaili no es ajeno a los servicios de inteligencia. Identificado como un alto mando del EI, había reclutado extremistas desde el tristemente célebre campo de refugiados Al-Hol, localizado en el noreste de Siria y administrado por las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), dominadas por los kurdos. Con más de 51,000 residentes, entre ellos mujeres y niños vinculados al EI, Al-Hol ha sido descrito por la ONU como una "bomba de tiempo humanitaria y de seguridad".
Según estimaciones del ReliefWeb, cerca del 94% de los habitantes del campo son mujeres y niños, muchos de ellos extranjeros. Diversas ONGs han documentado el adoctrinamiento extremista que continúa dentro del campo, especialmente entre los jóvenes, lo que dificulta severamente la desradicalización.
Un ataque que remueve heridas profundas
La ceremonia fúnebre en honor a las víctimas tuvo lugar en la Iglesia de la Santa Cruz, también en Damasco. Las cajas blancas, símbolo del luto y la esperanza, eran alzadas por hombres entre ráfagas de llanto de las mujeres. Las campanas resonaban mientras el clero proclamaba a los fallecidos como mártires.
Dima Beshara, de 40 años, perdió a ocho familiares en la explosión, incluido su primo Emil, de 38. “¿Qué culpa tenían? Fueron a rezar a la casa de Dios”, exclamó entre lágrimas. Dima representa a muchos fieles que hoy temen acudir a los templos religiosos.
“Nosotros amamos a todos. No tenemos problemas con nadie. Solo pedimos que nos amen de vuelta”, concluyó.
Religión, violencia y política: Una mezcla volátil
Desde el inicio del conflicto en Siria en 2011, el país ha sido un tablero geopolítico en el cual las prácticas religiosas, la supervivencia étnica y los intereses estratégicos internacionales se entrelazan caóticamente. El régimen de Bashar al-Assad, que parecía haber sido depuesto en diciembre, regresó mediante una facción islamista que intenta ahora ganarse el favor de las minorías religiosas.
Lo irónico —y paradójico— es que el resurgir del EI ocurre justo cuando la región aparentaba una relativa estabilidad. El último atentado de esta magnitud había sido en 2017, cuando un autoparse cargado explotó en la ciudad vieja de Damasco, matando a 31 personas. Desde entonces, los ataques habían disminuido, aunque las tensiones subyacentes persisten.
En opinión del analista de seguridad regional Hassan Nafa'a, “la capacidad operativa del EI en Siria nunca ha sido completamente desmantelada, solo mutada en una forma más clandestina”.
El papel de las fuerzas de seguridad
La rápida respuesta de las fuerzas de seguridad sirias esta vez fue crucial para evitar una cadena aún mayor de atentados. Según Al-Baba, el arresto del segundo atacante permitió el rastreo hasta un escondite del EI, donde se incautaron armamento y explosivos. No obstante, el hecho de que tres operaciones estuvieran tan coordinadas demuestra la persistente capacidad del grupo terrorista para desafiar al Estado.
El bombardeo ha reactivado viejos temores en comunidades religiosas minoritarias como los drusos, los alawitas y los cristianos siriacos, quienes han sido objetivo del EI en el pasado. En 2015, por ejemplo, el EI destruyó monumentos patrimoniales cristianos en Palmira, incluyendo antiguos monasterios del siglo V.
Coexistencia religiosa bajo amenaza
Pese a la narrativa oficial del régimen, que promueve a Siria como un espacio de coexistencia interreligiosa, la realidad es más compleja. Durante los años más sangrientos de la guerra civil, se documentaron numerosos ataques sectarios no solo del EI y otras facciones islamistas, sino también de parte del gobierno contra zonas predominantemente sunnitas.
Según el informe 2023 de USCIRF (United States Commission on International Religious Freedom), “Siria sigue siendo uno de los países más peligrosos para las minorías religiosas”, incluyendo yazidis y cristianos.
¿Un símbolo de martirio o de fractura?
Los fallecidos del atentado del 23 de junio han sido declarados mártires por el clero ortodoxo. Sin embargo, en muchos sectores de la sociedad civil y entre los regresados del exilio, impera la sensación de que Siria vive en una fractura constante, una grieta que se sigue profundizando con cada acto de fanatismo religioso.
El incidente también plantea nuevas preguntas sobre la estrategia de reconciliación nacional del nuevo gobierno de facto en Damasco. Esas iniciativas ahora deben enfrentar no solo las secuelas de una guerra prolongada, sino la reactivación de células extremistas en el corazón del país.
Siria, en la encrucijada entre fe y supervivencia
¿Qué futuro le espera a Siria si sus espacios de culto se convierten en blancos del odio ideológico? La escena del funeral colectivo en Damasco es tanto un acto de duelo como un grito desesperado: vivir con fe, amar al prójimo y no ser asesinado por ello debería ser una garantía básica, no una esperanza ilusa. Pero en una tierra donde las bombas interrumpen los rezos, incluso la fe se vuelve frágil.
Como decía Dima, “¿Debo tener miedo cada vez que quiero ir a rezar?”. Una pregunta que no debería existir en ningún rincón del mundo.