La “Guerra de 12 Días” de Trump y su espectáculo geopolítico: ¿Victoria histórica o teatro político?

Análisis del fugaz conflicto entre Irán e Israel, y la jugada diplomática de Trump que reconfigura la narrativa global

Un conflicto con guion propio

Donald Trump ha demostrado, una vez más, que su estilo de liderazgo rompe los moldes tradicionales de la diplomacia internacional. En lo que él mismo denominó como “THE 12 DAY WAR”, el expresidente de Estados Unidos intervino decisivamente en el conflicto entre Israel e Irán, procurando moldear la narrativa con el dramatismo de una serie de televisión en horario estelar.

La breve guerra, caracterizada por una sorprendente ofensiva conjunta contra instalaciones nucleares iraníes y un repentino acuerdo de cese al fuego, parece formar parte de una estrategia mediática cuidadosamente diseñada. Trump no solo narró el conflicto paso a paso en sus redes sociales, sino que proclamó el triunfo estadounidense como si se tratara de una producción hollywoodense: precisa, contundente, y sobre todo, con un final feliz.

La génesis del conflicto relámpago

Todo comenzó con una ofensiva israelí que escaló rápidamente. En una aparente respuesta al aumento del enriquecimiento de uranio por parte de Irán —que había excedido los niveles necesarios para usos civiles—, Israel atacó objetivos estratégicos como sitios de lanzamiento de misiles y centros de comando.

Aunque Estados Unidos no detectó signos definitivos de que Teherán buscara desarrollar un arma nuclear, Trump aprovechó la oportunidad para dar un paso que otros presidentes habían evitado: ordenar bombardeos directos sobre plantas nucleares subterráneas iraníes. Tres instalaciones clave fueron blanco de ataques estadounidenses con bombarderos B-2 y bombas bunker buster GBU-57, capaces de penetrar protección subterránea de hasta 60 metros de profundidad.

Un cese al fuego cargado de tensión

Tan solo dos días después del ataque, Trump anunció en redes sociales que Irán e Israel habían aceptado cesar las hostilidades. Con su ya característico entusiasmo tuitero, el expresidente escribió en letras mayúsculas “¡FELICITACIONES A TODOS!”, asegurando que el conflicto no solo no se extendería, sino que garantizaría paz en la región.

Sin embargo, la tregua ha mostrado fragilidad. Intercambios menores de fuego continuaron incluso después del supuesto acuerdo. Trump criticó agresivamente a ambos países por romper momentáneamente la tregua, diciendo “No estoy feliz con ellos”, y añadió un improperio que escandalizó a los diplomáticos tradicionales.

¿Fue realmente un triunfo estratégico?

Las reacciones al accionar de Trump han sido mixtas. Si bien obtuvo elogios de figuras inusuales del mundo diplomático, como el secretario general de la OTAN, Mark Rutte, otros aún dudan de la efectividad real del ataque.

“En el momento, parece ser alguien que logra resultados”, explicó Brian Katulis, miembro del Middle East Institute. “Pero cuando baja el polvo, uno se pregunta si el mundo es realmente más seguro.”

El nivel de destrucción de las instalaciones nucleares iraníes aún no ha sido corroborado por informes independientes. El secretismo de Teherán, sumado a su historial de reconstrucción rápida, deja abierta la posibilidad de que parte del programa haya sobrevivido, poniendo en entredicho la victoria proclamada por Trump.

La retórica que acompaña las bombas

Trump no solo bombardea con armas, también con palabras. Su uso de redes sociales durante el conflicto fue una coreografía cuidadosamente diseñada para reforzar su imagen como un líder decidido. Desde mensajes de orgullo nacional hasta capturas de pantalla de mensajes privados de líderes mundiales, cada publicación parecía parte de un libreto cuidadosamente diagramado.

Uno de estos mensajes, supuestamente enviado por el secretario general de la OTAN, comenzaba con el saludo “Mr. President, dear Donald” y culminaba con elogios inusuales: “Lograste algo que ningún presidente estadounidense había conseguido en décadas.”

Este mensaje fue difundido por el mismo Trump, lo que provocó cuestionamientos sobre la privacidad diplomática y el uso de mensajería encriptada, como Signal, una app que permite destruir mensajes automáticamente. La Casa Blanca confirmó la autenticidad del mensaje, aunque evitó especificar el canal por el que fue transmitido.

Una diplomacia “a lo Trump” en la OTAN

El conflicto y la tregua no ocurrieron aisladamente. Coincidieron, estratégicamente, con una cumbre de la OTAN en Países Bajos, a la que Trump asistió con pompa real: alojado en el palacio Huis Ten Bosch por invitación del rey Willem-Alexander, un gesto sin precedentes para un presidente estadounidense.

Allí, Trump promocionó otro de sus logros: haber convencido a los miembros de la OTAN de aumentar el gasto militar al 5% de su PIB, un salto significativo respecto al 2% que históricamente ha sido el objetivo de la alianza. De nuevo, se autoproclamó como el artífice de este giro y celebró lo que llamó “otro gran triunfo para América.”

Críticas al enfoque unilateral

Voces más escépticas alertan sobre la falta de una estrategia a largo plazo. Leon Panetta, exsecretario de Defensa bajo Obama, bromeó sobre los pensamientos de Trump publicitados en redes: “Siempre sabemos lo que piensa, pero no si lo que piensa está sucediendo de verdad.”

La crítica común entre los diplomáticos es que la Casa Blanca de Trump parece estar más centrada en tácticas militares que en la construcción de una diplomacia sólida. Trump insiste en que Irán jamás reconstruirá sus instalaciones nucleares, pero no hay indicios claros de que Teherán regrese a una mesa de negociación. Para muchos expertos, destruir no es lo mismo que pacificar.

Estilo versus sustancia

No es sorpresa que Trump cultive la imagen de un presidente fuerte, dispuesto a actuar donde otros solo hablan. Ya en su primer mandato, ordenó el asesinato del general iraní Qasem Soleimani, y en este nuevo episodio reafirma su gusto por las decisiones instantáneas de alto impacto.

Sin embargo, tal como advierte Brett McGurk, excoordinador de política de Oriente Medio, “este es el mejor lugar al que podríamos haber llegado, dadas las circunstancias.” El pragmatismo parece inclinarse a aceptar los logros tácticos mientras duda de su proyección geopolítica.

Un legado moldeado por percepciones

El episodio de la “Guerra de 12 Días” será, sin duda, recordado como un símbolo del estilo Trump: acción rápida, comunicación directa e impredecible, y graves preguntas sin responder. Si bien muchos apoyan sus resultados inmediatos —el parón del programa nuclear y el alto al fuego— lo cierto es que la región sigue siendo un polvorín.

Además, la complicidad de actores clave en Europa, como el Reino Unido y Países Bajos, sugiere que el enfoque Trumpiano ha encontrado aceptación en sectores donde anteriormente era visto con recelo.

Esto no significa que el método funcione siempre, pero sí que ha redefinido las reglas de juego, al menos en cuanto a percepción pública. Como suele decir Trump al cerrar sus intervenciones: “TRUMP TENÍA RAZÓN EN TODO”. La historia, y no Twitter, dictará si esa frase se sostiene en el tiempo.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press