Guerra, drones y niños robados: Ucrania y Mozambique ante el horror contemporáneo
Mientras Ucrania intenta atraer más apoyo occidental en medio de un aluvión de ataques rusos, Mozambique enfrenta una crisis olvidada de secuestros infantiles y brutalidad yihadista
Una crisis de doble filo: guerra y terrorismo internacional
La violencia extrema no se manifiesta de una sola forma. Hoy en día, la humanidad observa atónita cómo dos países ubicados en continentes distintos enfrentan horrores de naturaleza diferente, pero con el mismo saldo: destrucción, muerte y desesperanza. Por un lado, Ucrania sigue siendo la víctima principal del expansionismo ruso. Por otro, Mozambique sufre los estragos de una insurgencia islamista que ha convertido a niños en armas humanas.
Ucrania bajo fuego: una guerra que no cede
A cuatro años desde que Rusia invadiera territorio ucraniano, los ataques no cesan. El martes, misiles, drones y artillería rusa mataron al menos a 16 civiles ucranianos e hirieron a casi 100 personas. Tan solo en el ataque a la ciudad de Dnipró, un misil balístico alcanzó zonas netamente civiles, destruyendo escuelas, hospitales y hasta un tren de pasajeros.
Según datos de Naciones Unidas, más de 12.000 civiles ucranianos han perdido la vida desde el comienzo del conflicto. Lo más alarmante es que estos ataques no solo son militares, sino también deliberadamente dirigidos a infraestructuras críticas y zonas habitadas.
Zelenskyy y la urgencia del respaldo occidental
En busca desesperada de recursos para repeler a un ejército mucho mayor, el presidente ucraniano Volodímir Zelenskyy ha intensificado sus esfuerzos diplomáticos.
Durante la cumbre de la OTAN en La Haya, Zelenskyy demandó más apoyo militar. La situación es preocupante: según analistas de defensa, las promesas militares de la administración Biden podrían agotarse en cuestión de meses. La incertidumbre aumenta con las próximas elecciones presidenciales estadounidenses, ya que no queda claro si Donald Trump —favorito en varias encuestas— estaría dispuesto a continuar el apoyo logístico y militar.
Sonidos de guerra en la región de Sumy y Kherson
Los ataques no se concentraron únicamente en Dnipró. En la región norteña de Sumy, un dron ruso mató a tres personas, incluyendo a un niño de cinco años. En Kherson, los bombardeos mataron a cuatro civiles y destruyeron infraestructuras vitales. Estos ataques ponen en relieve cómo el conflicto ha evolucionado en una guerra de desgaste, donde la población civil paga el mayor precio.
Drones, el arma del siglo XXI
Rusia reportó haber derribado 20 drones ucranianos en la madrugada del martes. Catorce fueron derribados en la región de Kursk y dos en Moscú. Uno impactó directamente en un edificio residencial, incendiando el piso 17 y causando heridas a un civil.
Ucrania, por su parte, ha utilizado drones de largo alcance para atacar zonas de Rusia, replicando la estrategia de guerra asimétrica que busca imponer presión económica y política a Moscú.
África olvidada: niños secuestrados en Mozambique
Mientras los reflectores del mundo se enfocan en Europa del Este, el norte de Mozambique vive su propio infierno. Según Human Rights Watch, al menos 120 niños han sido secuestrados por un grupo yihadista vinculado al Estado Islámico en la provincia de Cabo Delgado, en los últimos días.
Niños usados para transportar bienes saqueados, forzados a trabajar, luchar o incluso casarse con combatientes. Esta brutalidad no es nueva: el conflicto insurgente en Cabo Delgado lleva más de seis años azotando la región. Desde 2020, se ha documentado la decapitación de niños y el uso de menores como soldados.
Insuficiente respuesta estatal
El gobierno mozambiqueño, a pesar de contar con ayuda internacional de fuerzas de Ruanda, Sudáfrica y otros socios regionales, ha sido incapaz de detener las actividades de este grupo extremista islámico conocido localmente como al-Shabab. La violencia ha desplazado a más de 600.000 personas, según la ONU. Testimonios de la población revelan una crisis permanente alimentada por el miedo, la pobreza y la ausencia total de derechos.
Hambre, ciclones y negligencia internacional
Además del conflicto armado, Cabo Delgado ha sufrido una serie de ciclones devastadores y recortes en la ayuda internacional. El Secretario General del Consejo Noruego para Refugiados, Jan Egeland, visitó recientemente la región y la describió como una "crisis olvidada".
“El hambre, la violencia y los choques climáticos están devastando a la población”, señaló Egeland. Más de 5 millones de personas enfrentan hambre crítica y cerca de 900.000 están al borde de la emergencia alimentaria.
Comparando lo incomparable: ¿por qué uno sí y el otro no?
La diferencia en cobertura mediática y preocupación internacional entre Ucrania y Cabo Delgado es palpable. Mientras una nación obtiene portadas y sanciones globales, la otra permanece en el eco más lejano del telediario.
¿La geopolítica define la escala del sufrimiento humano? Pareciera que sí. Los conflictos en África, pese a ser igual de brutales, rara vez reciben la misma atención o intervención directa.
Una mirada desde Occidente
Como comunidad global, debemos hacernos responsables. No podemos continuar ignorando una tragedia simplemente porque no está en Europa o porque sus víctimas no hablan nuestro idioma. La aventura expansionista rusa y la insurgencia yihadista africana son dos cabezas de un mismo monstruo: la violencia como sistema, la impunidad como recompensa.
¿Qué podemos aprender (y hacer)?
- Presionar a organismos internacionales como la ONU y la Corte Penal Internacional a intervenir más allá de los comunicados formales.
- Demandar a gobiernos nacionales que incluyan a conflictos africanos (como el de Mozambique) en las agendas de ayuda humanitaria.
- Apoyar a ONGs que trabajan directamente en terreno, como Médicos Sin Fronteras o el NRC.
- Informarnos y compartir estas realidades más allá del ciclo de noticias convencionales.
Porque mientras unos niños pierden la vida bajo los escombros de un misil ruso, otros son forzados a empuñar armas en nombre de un extremismo ajeno a ellos, pero cuyas cicatrices marcarán sus vidas —y las nuestras— para siempre.