El rol limitado de China en el conflicto Irán-Israel: entre el petróleo y la diplomacia de bajo riesgo
Aunque China condenó verbalmente los ataques de Israel contra Irán y pidió diálogo, evitó involucrarse materialmente en el conflicto, revelando los límites de su influencia real en Medio Oriente.
Una potencia silenciosa: la reacción china ante el conflicto Irán-Israel
En las últimas semanas, el mundo presenció una escalada de hostilidades entre Israel e Irán. Mientras las bombas caían y la tensión llegaba a límites peligrosos, una potencia mundial reaccionó de forma muy diferente al resto: China. A pesar de su estatus como rival estratégico de Estados Unidos y su creciente interés en proyectar influencia global, Pekín optó por un enfoque moderado y, sobre todo, no intervencionista.China, socio de larga data de Irán, condenó los ataques israelíes, pidió cese al fuego y se comunicó con actores clave como Rusia, Irán, Egipto y Omán. Pero en la práctica, se abstuvo de proveer cualquier tipo de apoyo militar o logístico. ¿Por qué esta prudencia? ¿Y qué nos dice esto sobre las verdaderas ambiciones del gigante asiático en Medio Oriente?
Una alianza estratégica pero profundamente limitada
Irán es un aliado importante para China tanto en términos geopolíticos como energéticos. Es miembro pleno de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) y una pieza vital en la ambiciosa Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI), un proyecto que busca integrar a Asia, África y Europa a través de infraestructura financiada por Pekín.Además, según la Administración de Información Energética de EE. UU., entre el 80% y el 90% del petróleo exportado por Irán en 2024 tuvo como destino a China. Eso representa alrededor de 1,2 millones de barriles diarios, una parte crucial para sostener la industria china, particularmente en un contexto donde otros mercados energéticos presentan volatilidad y tipos de cambio desfavorables.
“Desde el punto de vista de China, los conflictos entre Irán e Israel desafían e impactan sus intereses empresariales y su seguridad económica”, afirma Zhu Feng, decano de Relaciones Internacionales en la Universidad de Nankín. “Esto es algo que China absolutamente no quiere ver”.
Diplomacia pasiva versus riesgo militar
A pesar de su retórica en favor de la paz, el gobierno de Xi Jinping se ha mostrado sumamente cauto respecto a involucrarse más allá de las declaraciones diplomáticas. Beijing no ofreció apoyo armado a Irán, ni siquiera asistencia humanitaria de emergencia. Jude Blanchette, director del China Research Center en RAND, sostiene que “Beijing carece de capacidad diplomática inmediata y del apetito de riesgo necesario para intervenir en una situación tan volátil como ésta”. Craig Singleton, del think tank Foundation for Defense of Democracies, fue aún más directo al calificar las acciones de China como “compras constantes de petróleo y llamadas rituales al diálogo. Eso es todo. Nada de drones, piezas de misiles ni líneas de crédito. Solo palabras calibradas para apaciguar a Teherán sin molestar a Riad ni provocar sanciones estadounidenses”.Pekín camina sobre una cuerda floja regional
El balance que China intenta mantener es delicado. Por un lado, desea mantener buenas relaciones con Irán, que le provee energía a bajo costo y está dispuesto a unirse a los proyectos geoestratégicos chinos. Por otro, no quiere enemistarse con otros actores clave de la región como Arabia Saudita, Israel o incluso Estados Unidos, su principal socio comercial.Esto explica por qué, tras las amenazas desde el Parlamento iraní de cerrar el Estrecho de Ormuz —uno de los canales más importantes para el comercio petrolero mundial—, China se opuso abiertamente. La portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores, Guo Jiakun, advirtió que “la comunidad internacional debe intensificar los esfuerzos para desescalar los conflictos y evitar que el caos regional impacte gravemente en el desarrollo económico global”.
Una estrategia de bajo perfil que revela una ambición contenida
Aunque China ha aumentado su presencia en la escena internacional a través de una diplomacia expansiva, su estrategia en Medio Oriente sigue siendo, al menos militarmente, cautelosa. Las recientes maniobras navales conjuntas con Irán y Rusia —por ejemplo el ejercicio “Cinturón de Seguridad Marítima 2025” en el Golfo de Omán— muestran intenciones de consolidar alianzas, pero de una manera que evita rupturas drásticas.En palabras de un informe reciente del Soufan Center, “el apoyo de China a sus socios —incluso aquellos enfrentados abiertamente con EE. UU.— está limitado por una matriz compleja de intereses, incluyendo su deseo de no aislar a socios económicos estratégicos ni aumentar las tensiones con Occidente”.
Más palabras que acciones: el contraste con EE. UU. y Rusia
Durante este conflicto, la diferencia entre la postura de China y la de otras potencias fue clara. Washington, por ejemplo, usó sanciones como herramienta de presión y desplegó su influencia en la ONU, dejando claro que no tolerará amenazas regionales significativas que afecten su influencia o a sus aliados como Israel.Rusia, por su parte —aunque aliada de Irán— también optó por una postura moderada. Putin y Xi hablaron telefónicamente para evaluar la situación, pero ninguna acción directa o contundente se materializó. Incluso en la resolución conjunta presentada por China, Rusia y Pakistán ante el Consejo de Seguridad de la ONU, se condenaron los ataques a instalaciones nucleares iraníes, pero no se propusieron consecuencias reales o mecanismos de defensa mutua.
Entonces queda claro: cuando los misiles surcan el cielo, China pone la diplomacia sobre la artillería.
¿Una nueva “neutralidad estratégica china”?
La historia reciente de la política exterior china sugiere el surgimiento de una forma propia de no intervención: una “neutralidad estratégica” basada en declaraciones diplomáticas, comercio sostenido (particularmente energético) y ejercicios simbólicos. No es una neutralidad total, porque hay simpatías claras, pero sí una que se diferencia radicalmente del intervencionismo militar occidental.Sin embargo, esto plantea interrogantes sobre hasta qué punto China puede ser considerada un actor verdaderamente influyente en conflictos donde la diplomacia ya no basta. Cuando el conflicto adquiere tintes existenciales, como para Irán o Israel, confiar solo en comunicados públicos y llamadas telefónicas puede resultar completamente irrelevante.
La paradoja de la potencia emergente
China quiere ser vista como una potencia global responsable y confiable, pero sus acciones durante el conflicto Irán-Israel revelan una contradicción: su temor a asumir riesgos evita que avance en dirección a esa imagen. Si bien Pekín puede alardear de su diplomacia y su papel como mediador —como hizo entre Irán y Arabia Saudita en 2023— su falta de disposición para involucrarse cuando las tensiones se agravan muestra los límites de esa estrategia.En resumen, China parece más interesada en conservar su estatus de socio comercial indispensable que en convertirse en el pacificador planetario que proclama. Y en Medio Oriente, ese tipo de tibieza diplomática no siempre se perdona.
Fuentes:
- Administración de Información Energética de EE. UU. (EIA), 2024
- Declaraciones oficiales del Ministerio de Asuntos Exteriores de China
- Soufan Center – Informe de inteligencia regional, 2024
- RAND Corporation – Análisis de seguridad y política china
Este artículo fue redactado con información de Associated Press