El programa nuclear de Israel frente a Irán: un juego de sombras con consecuencias globales
Mientras Israel mantiene su política de ambigüedad nuclear, la presión internacional sobre Irán revela un doble rasero que podría desestabilizar aún más Oriente Medio
Una carrera silenciosa con décadas de historia
Desde hace más de 60 años, Israel ha mantenido una política estratégica conocida como ambigüedad nuclear, una sutil pero poderosa herramienta que le ha permitido consolidar su estatus como la única potencia nuclear no declarada de Oriente Medio.
Esta postura ha dado lugar a una paradoja geoestratégica: aunque nunca ha confirmado ni negado poseer armas nucleares, existe consenso entre expertos y gobiernos de que Israel tiene un arsenal atómico desde al menos la década de 1970.
El secreto en el desierto: Dimona
El corazón del supuesto programa nuclear israelí es el Centro de Investigación Nuclear del Néguev, localizado en Dimona. Fundado en 1958, fue un proyecto impulsado por el entonces primer ministro David Ben Gurión. El objetivo: dotar al joven Estado de un mecanismo de disuasión ante sus hostiles vecinos árabes.
Durante más de una década, el gobierno israelí mantuvo que se trataba simplemente de una fábrica textil. Sin embargo, en 1986, Mordejái Vanunu, un técnico del reactor, filtró información clave al periódico británico The Sunday Times. Las imágenes y descripciones que proporcionó revelaron la verdadera naturaleza del complejo.
Vanunu fue arrestado por el Mossad, condenado por traición y encarcelado durante 18 años. A día de hoy, aún se le prohíbe salir de Israel o hablar con extranjeros.
¿Cuántas cabezas nucleares tiene Israel?
La cifra real sigue siendo un misterio, pero el consenso entre expertos como Hans M. Kristensen y Matt Korda, de la Federación de Científicos Americanos, sitúa el número entre 80 y 200 cabezas nucleares. Algunas estimaciones señalan que Israel podría haber acumulado hasta 1.110 kg de plutonio, suficiente para fabricar aproximadamente 277 armas nucleares.
Adicionalmente, dispone de misiles balísticos capaces de alcanzar hasta 6.500 km, y seis submarinos de fabricación alemana (modelo Dolphin), que se cree están equipados para lanzar misiles de crucero con ojivas nucleares.
El pacto que nunca firmó
Una de las razones por las que Israel mantiene esta política de ambigüedad es que no forma parte del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP), a diferencia de Irán, que sí lo ha suscrito. Esto le permite evitar inspecciones internacionales y presiones para el desarme.
La ausencia de compromiso con el TNP ha sido objeto de fuertes críticas, no solo por parte de Irán, sino también de organizaciones como la International Campaign to Abolish Nuclear Weapons. Su portavoz, Susie Snyder, dice que Occidente ha sido cómplice al tolerar esta situación:
“Los gobiernos prefieren no ser recordados de su propia complicidad en el doble rasero nuclear del mundo.”
Israel e Irán: enemigos en trayectoria de colisión
La percepción del liderazgo israelí es clara: un Irán con armas nucleares representa una amenaza existencial. A pesar de que el gobierno iraní insiste en que su programa tiene fines pacíficos, muchos líderes israelíes consideran esto una cortina de humo.
En este contexto, Israel ha realizado múltiples operaciones encubiertas contra instalaciones nucleares iraníes en las últimas décadas, incluyendo sabotajes, ataques cibernéticos (como Stuxnet) y asesinatos selectivos de científicos nucleares.
El 7 de enero, Estados Unidos se unió a esta campaña, bombardeando tres instalaciones iraníes sospechadas de participar en el desarrollo nuclear. La acción marcó una participación directa de Washington en un conflicto silencioso cada vez más explosivo.
El papel de NATO y la doble moral internacional
Mientras Israel elude el escrutinio internacional, la OTAN presiona a sus países miembros —algunos en grave desacuerdo— para que aumenten su gasto en defensa al 5% del PIB. Irónicamente, el enfoque centrado en Irán y Rusia ignora el desequilibrio nuclear que representa Israel en la región.
En un informe reciente, el Nuclear Threat Initiative resaltó que el Medio Oriente es una de las regiones más volátiles del mundo. La existencia de armas nucleares entre países con democracias inestables, conflictos religiosos y alianzas cambiantes amplifica el riesgo de una guerra nuclear regional o una proliferación descontrolada.
Además, el hecho de que solo cinco países no estén adheridos al TNP —India, Pakistán, Sudán del Sur, Corea del Norte e Israel— resalta aún más la singularidad (y el problema) de la posición israelí.
¿Israel usaría su arsenal?
La doctrina militar israelí, aunque no detallada, deja claro que las armas nucleares se usarían solo como último recurso: en caso de una amenaza existencial, como un ataque con armas de destrucción masiva.
La profesora Or Rabinowitz de la Universidad Hebrea de Jerusalén y también afiliada a la Universidad de Stanford, advierte que el uso de armas nucleares no es una línea imaginaria:
“Cuando los países armados con ojivas nucleares entran en guerra, el mundo entra en modo de alerta total. No hay margen para errores miscalados.”
Hipocresía geopolítica: un obstáculo para la paz
En la narrativa occidental, se promueve la idea de que Irán representa la verdadera amenaza para la estabilidad mundial, mientras que Israel es el bastión defensivo en la zona. Pero esa narrativa omite hechos esenciales: Israel ya tiene armas nucleares, Irán no.
Tanta disparidad ha llevado incluso a expertos estratégicos a cuestionar la narrativa dominante. En palabras del ex secretario de Defensa estadounidense Robert McNamara:
“Israel es el único país de la región con armas nucleares, y el único que nunca ha sido cuestionado por ello.”
El posible efecto dominó
Si algún día Irán logra desarrollar armas atómicas, otros países del Golfo como Arabia Saudita, Egipto o Turquía podrían sentirse presionados a seguir el mismo camino. El resultado sería una carrera armamentista nuclear en una de las regiones más inestables del planeta.
Así, la ambigüedad de Israel, tolerada por sus aliados occidentales, siembra las semillas para futuros conflictos. Es posible que esa política que una vez evitó la escalada, hoy contribuya a ella.
¿Qué papel juega EE. UU.?
Estados Unidos ha sido un aliado incondicional de Israel, y aunque mantiene una política oficial de no confirmar ni desmentir el arsenal israelí, sus acciones lo revelan todo.
Washington nunca ha presionado a Israel para firmar el TNP ni ha promovido públicamente inspecciones en Dimona. Al contrario, ha financiado su defensa, modernizado sus sistemas y ahora incluso ha participado directamente en ataques contra Irán.
Este apoyo genera una enorme dificultad para negociar cualquier acuerdo nuclear duradero con Irán. Desde la perspectiva de Teherán, Occidente aplica sanciones y amenazas a quienes intentan desarrollar un programa, pero otorga impunidad total a quienes ya lo tienen.
Reflexión final
El mundo post-Guerra Fría exige nuevas reglas y mayor equidad. Mantener la ambigüedad nuclear de Israel mientras se reprime con dureza incluso la sospecha nuclear en otros países no es solo injusto, es peligroso.
Si buscamos evitar una guerra nuclear en el siglo XXI, el concepto de seguridad global debe ser igual para todos. Israel, al igual que cualquier otra nación, debería someterse al escrutinio internacional y contribuir a un Oriente Medio libre de armas nucleares.