Crash lunar japonés: ¿Fracaso tecnológico o peldaño hacia la conquista comercial del espacio?

Dos misiones fallidas de ispace reavivan el debate sobre la viabilidad de la exploración lunar privada

El auge (y caída) de la Resilience

El 11 de junio de 2025, el satélite Lunar Reconnaissance Orbiter (LRO) de la NASA capturó una imagen reveladora: los restos calcinados del módulo lunar Resilience, desarrollado por la empresa japonesa ispace. Lo que debía ser una hazaña más en la incipiente era de la exploración espacial privada terminó convirtiéndose en un desastre técnico que ha provocado múltiples cuestionamientos sobre la fiabilidad de estas misiones no gubernamentales.

Resilience tenía como objetivo aterrizar en el lejano norte lunar, específicamente en el Mare Frigoris (Mar del Frío), y desplegar allí un pequeño rover. Pero nunca llegó. Según los datos proporcionados por ispace, el módulo descendía a una velocidad vertiginosa de 42 metros por segundo (casi 151 km/h) cuando el sistema perdió contacto con el centro de control, estrellándose segundos después contra la superficie selenita. ¿La causa? Un fallo crítico en el láser telémetro (laser range finder), el componente de navegación encargado de medir la distancia entre la nave y el suelo lunar.

Una historia que se repite: lecciones no aprendidas

No era la primera vez que ispace intentaba aterrizar en la luna. En abril de 2023, su primer intento también terminó en colisión. En esa ocasión, la culpa la tuvo el software de descenso, que calculó erróneamente la altitud real.

Este segundo intento fallido ha abierto un fuerte debate en Japón y en el ámbito aeroespacial internacional: ¿están estas compañías listas para asumir un papel protagónico en la nueva carrera espacial?

La dura competencia: solo Firefly ha triunfado

En los últimos años, empresas privadas de todo el mundo han mostrado un enorme interés en explorar o incluso colonizar la luna. De hecho, de las siete misiones privadas recientes que han intentado aterrizar con éxito en la Luna, solo una lo ha logrado plenamente: la compañía Firefly Aerospace, con su módulo Blue Ghost, en marzo de 2025.

Curiosamente, Blue Ghost compartió el lanzamiento con Resilience, al ser llevadas ambas a bordo de un cohete SpaceX Falcon 9 desde Florida. Mientras una se consagraba como pionera, la otra se convertía en ejemplo de los desafíos aún pendientes en esta nueva exploración espacial comercial.

Una carrera con final abierto

ispace no ha claudicado. Pese a sus dos fracasos, Takeshi Hakamada, fundador y CEO de la empresa, anunció que seguirán adelante con su ambicioso plan de exploración lunar. Ya tienen programada una tercera misión para 2027, esta vez con cooperación directa de la NASA, y una cuarta igualmente en desarrollo.

No hemos claudicado ante los reveses”, afirmó Hakamada desde Tokio poco después de anunciar el siniestro. “Estamos firmemente tomando el próximo paso hacia nuestras futuras misiones”.

Este nivel de perseverancia es notable, sobre todo si se considera que hasta ahora solo cinco países han logrado alunizajes exitosos: Estados Unidos, Rusia (URSS en su momento), China, India y Japón —este último más por misiones gubernamentales que privadas.

Y aún más destacable: solo Estados Unidos ha logrado llevar humanos a la Luna, y eso hace más de medio siglo, en el marco del programa Apolo.

¿Una innovación aún verde?

Los accidentes de ispace reviven un debate que ya surgió en 2023 con la explosión inicial de un prototipo del Starship de SpaceX. Si bien el avance de la exploración lunar privada ha sido vertiginoso, los errores en fases críticas, como el descenso lunar, parecen evidenciar un déficit de integración tecnológica y validación de sistemas.

Trabajar en entornos inexplorados como la superficie lunar requiere una precisión tecnológica a niveles extremos. No basta con buen software: se necesita interacción perfecta entre sensores, navegación inercial y rutas preprogramadas”, afirmó en 2025 el astrofísico Isamu Takamori, del Instituto Espacial de Japón (JAXA).

El láser telémetro defectuoso de Resilience falló en la etapa más crítica: la última fase del alunizaje, momento en que incluso un error de centímetros puede ser letal para cualquier aparato.

El costo de fallar (y por qué aún vale la pena)

Enviar un módulo al espacio no es barato. Aunque no se publicó el costo total de Resilience, expertos estiman que misión y producción podrían rondar los $80 a $100 millones de dólares. Sin contar, por supuesto, la inversión adicional en desarrollo de software, pago a personal técnico, y tiempo invertido.

¿Por qué seguir insistiendo? Porque el mercado de la exploración lunar se proyecta como una pieza clave de la economía espacial en las próximas dos décadas. Estimaciones del Bank of America señalan que la industria espacial alcanzará los $1.4 billones de dólares antes de 2040.

La minería lunar de recursos como el helio-3, los metales raros, y sobre todo el agua (crítica para producción de oxígeno e hidrógeno como combustible) está en el centro de estos futuros modelos económicos.

ispace como símbolo de resiliencia

Irónicamente, el nombre del módulo siniestrado, Resilience (resiliencia), representa perfectamente la filosofía detrás de esta compañía. Fundada en 2010 como un spin-off del equipo japonés que participó en el concurso Google Lunar XPRIZE, la firma ha tenido una trayectoria osada, apostando no solo por misiones robóticas, sino también por ecosistemas logísticos lunares que integran módulos, satélites y micro-rovers.

Con oficinas en Tokio, Luxemburgo y Denver, ispace busca posicionarse como un operador logístico interplanetario en el nuevo Nuevo Mundo que representa la luna.

¿Comienza la era de la competencia comercial por la Luna?

La pregunta no es si la Luna volverá a recibir visitantes, sino cuándo y quiénes llegarán primero. China prevé su primer alunizaje tripulado para 2030. Estados Unidos, con el programa Artemis, planea un retorno humano hacia la segunda mitad de esta década. En medio de esta carrera estatal, las empresas privadas como SpaceX, ispace, Firefly, Astrobotic o Intuitive Machines compiten por contratos de transporte, investigación y desarrollo industrial lunar.

El éxito o fracaso de estas empresas tendrá implicaciones mucho más profundas que tecnológicas. Decidirá si el modelo comercial de explotación lunar es viable ante lo que, hoy por hoy, sigue siendo un entorno tan hermoso como letal.

Hasta entonces, el Mar del Frío conservará, como cicatriz imborrable, los fragmentos de Resilience: un recordatorio de que caminar entre los astros aún no es, ni remotamente, tarea sencilla.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press