Cazadores de tempestad: la ciencia extrema detrás del granizo

Investigadores recorren Estados Unidos arriesgándose a tormentas para desentrañar los secretos y peligros ocultos en cada piedra de hielo

La persecución más helada de la ciencia

En medio de la llanura tejana, decenas de científicos, estudiantes universitarios y expertos en meteorología se lanzan —literalmente— a los brazos de las tormentas. Su objetivo no es predecir una catástrofe, sino recoger uno de sus elementos más peligrosos y enigmáticos: el granizo. Bienvenidos al Proyecto ICECHIP, una operación de campo sin precedentes que podría cambiar lo que sabemos sobre las tormentas severas y sus devastadores efectos en nuestras casas, autos y hasta en el aire que respiramos.

Entre relámpagos y bolas de hielo

Este proyecto, en plena temporada alta de granizo en las Grandes Llanuras estadounidenses, ha movilizado hasta diez furgonetas con equipos científicos equipados con computadoras, sensores, cámaras y una buena dosis de valentía. Desde Northern Illinois University hasta Central Michigan University y el Insurance Institute for Business and Home Safety (IBHS), los investigadores persiguen tormentas activas en busca del gran codiciado: un granizo fresco, potente, capturado en su punto más «virgen».

¿Qué se hace con 4,000 piedras de granizo?

Recoger, catalogar, cortar, pesar, aplastar, congelar y, en casos anecdóticos, ¡comer! Así describen su trabajo los científicos, como explicó el meteorólogo Victor Gensini de NIU: “Queremos aprender qué hacía el granizo mientras estaba dentro de la tormenta”. Técnicamente, se busca entender su estructura, dureza, composición y cómo estas variables pueden cambiar el tipo de daño que causan en el mundo real.

Desde la tormenta hasta el laboratorio: calipers, trituradoras y ciencia forense

Los datos se recopilan frenéticamente en aparcamientos como los de Walmart al filo de la medianoche —no es ficción, sino logística científica pura. El procedimiento incluye:

  • Medición: Se utiliza un calibrador para registrar el diámetro de cada piedra de granizo (el récord: 139 mm, similar al diámetro de un DVD).
  • Peso: Cada piedra se pesa y anota en una base de datos.
  • Resistencia: En una máquina portátil, los investigadores como Jake Sorber e Ian Giammanco del IBHS colocan las piedras entre bloques y las aplastan, midiendo la fuerza necesaria para romperlas. Esto ayuda a estimar cuánto daño pueden causar.

La unidad de medida del daño deja de ser hipotética cuando los datos confirman que un granizo más duro puede desgarrar tejas asfálticas que normalmente resisten impactos menores.

El misterio dentro del hielo

La textura blanca del granizo, llamada “crecimiento seco”, está relacionada con la forma en la que se congela el agua sobre su superficie. Como explica John Allen de Central Michigan University: “Se forma tan rápido y frío que las burbujas de aire quedan atrapadas, creando piedras más débiles”. Pero esto no es una regla inmutable.

Según los estudios preliminares del IBHS, el cambio climático podría alterar estas condiciones. Menos aire frío en altura favorecería la formación de granizos más duros. Esto, si se confirma, tendría enormes implicaciones para la industria aseguradora y la arquitectura de techos.

Microcosmos dentro de una piedra de granizo

El análisis profundo continúa en laboratorios especializados, como el Cold Lab en Colorado, donde las piedras se cortan con sierras calientes para estudiar sus capas, al estilo de los anillos de los árboles. Este análisis puede indicar:

  • La duración del crecimiento del granizo
  • La velocidad de los cambios de temperatura en la nube
  • La incorporación de partículas ambientales

Impactantemente, estas piedras pueden contener más que agua. Se han documentado microorganismos (hongos, bacterias), partículas de turba, incluso con microplásticos. Es como si estas piedras fueran cápsulas de tiempo de lo que está flotando en nuestra atmósfera.

Al servicio de la sociedad y de las aseguradoras

El Proyecto ICECHIP no es sólo una extravagancia de fanáticos del clima. Su utilidad es tangible:

  • Optimización de materiales de construcción y techos mediante datos sobre la resistencia del granizo.
  • Reducción de primas de seguros gracias a mejores predicciones del daño.
  • Planificación urbana más resiliente al entender mejor el comportamiento de las tormentas.

La industria de seguros estadounidenses enfrenta perdidas por granizo que ascienden hasta los 10,000 millones de dólares anuales, según IBHS. Por eso, comprender estos proyectiles de hielo es más que una curiosidad: es una necesidad económica y climática.

La logística del caos: cómo se recoge el hielo sin contaminarlo

El valor científico del granizo depende de su pureza. Por eso, muchos científicos usan guantes para evitar calentar las piedras con las manos. La joya de la recolección se llama SUMHO (Super Mobile Hail Observatory), un embudo metálico que atrapa el granizo y lo hace rodar directamente a un hielo sin contacto humano o aire ambiente. De ahí, al congelador.

Una ciencia con rostro humano

Detrás del instrumental, hay jóvenes como Sam Baron, estudiante de Central Michigan, que después de días agotadores sobre el hielo, decidió saborear su botín. “Sabe como un cubo de hielo, como el buen hielo que sirven en los restaurantes”, sentenció. No es gourmet, pero es el sabor de la ciencia aplicada.

Desafíos y posibilidades futuras

El futuro de estos estudios podría ir más allá del análisis atmosférico. Algunos científicos ya proponen usar las capas y materiales del granizo para reconstruir modelos 3D del interior de tormentas severas. Otros, más osados, plantean usar inteligencia artificial para predecir zonas de impacto granicero, mitigando daños antes de que caiga el primer hielo.

Como en toda operación de frontera científica, hay imprevistos, peligros (desde rayos hasta perder vehículos en carreteras inundadas) y muchas horas detrás del volante en busca de esas perlas de hielo que podrían enseñarnos cómo sobrevivir mejor al futuro climático incierto que se avecina.

Un cambio de perspectiva

Gracias a iniciativas como ICECHIP, eso que muchos ven como una molestia —una tormenta de granizo que arruina el auto— se convierte en una ventana al comportamiento de la atmósfera, al impacto humano y a la posibilidad de prever, mejorar y adaptarnos.

No es un simple trabajo de campo: es una aventura científica con efectos reales sobre la vida cotidiana, y donde cada piedra, cada golpe, cada corte del hielo revela datos que podrían salvar millones.

Por muy fría que parezca esta aventura, está llena de pasión, humanidad y, sobre todo, valor científico.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press