Periodismo bajo asedio: la represión internacional contra la libertad de prensa

De Turquía a Irán y Nigeria, el periodismo se enfrenta a una ofensiva global con arrestos, amenazas y violencia

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El precio de hablar en voz alta: el caso de Fatih Altayli en Turquía

El reciente arresto del periodista turco Fatih Altayli ha encendido las alarmas sobre el deterioro de la libertad de prensa en Turquía. Altayli, una figura conocida por sus análisis políticos incisivos en su canal de YouTube, fue detenido tras unas declaraciones sobre la historia del país otomano y su relación con el poder autoritario. Sus palabras, en las que mencionó que los turcos "han estrangulado a sultanes cuando no los querían", fueron vistas por las autoridades como una amenaza al presidente Recep Tayyip Erdoğan.

Este arresto no es un caso aislado. En lo que va del año, varias figuras de la oposición han enfrentado cargos judiciales o detenciones, incluyendo a Ekrem Imamoğlu, alcalde de Estambul. Aunque el gobierno de Erdoğan insiste que el poder judicial actúa con autonomía, los críticos señalan una creciente utilización de causas penales para silenciar disidencias.

Según el Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ), Turquía fue durante años uno de los países con más periodistas encarcelados en el mundo. Aunque la cifra ha disminuido ligeramente, el control de los medios y la persecución a periodistas independientes sigue siendo una constante.

Irán: represión sin fronteras

El caso que involucra a una periodista del canal exiliado Iran International revela una táctica aún más insidiosa del aparato estatal: la presión a través de la familia. El canal, basado en Londres y con una fuerte crítica al régimen iraní, denunció que familiares de una de sus periodistas fueron secuestrados por la Guardia Revolucionaria de Irán. La orden era clara: «renuncia o tu familia sufrirá las consecuencias».

“Este acto atroz de toma de rehenes marca una peligrosa escalada en la campaña del régimen para silenciar la disidencia”, señaló el medio en un comunicado. Dado que numerosos periodistas iraníes en el exilio tienen familia en Irán, esta técnica de chantaje psicológico no es desconocida, pero sí alarmante en su sistematización reciente.

Irán es considerado uno de los países más peligrosos para ejercer el periodismo. En 2023, el CPJ reportó que más de 95 periodistas fueron arrestados desde los movimientos de protesta impulsados por la muerte de Mahsa Amini. La situación ha empeorado conforme se intensifica el conflicto con Israel, generando un clima de paranoia informativa.

Nigeria: ataques a la prensa en medio del caos

En Nigeria, aunque el foco principal ha sido la violencia étnica y religiosa, también existen señales preocupantes respecto al trato a periodistas. Si bien los hechos recientes se centraron en un brutal ataque a un autobús de pasajeros en el estado de Plateau —que dejó al menos una docena de muertos según Amnistía Internacional—, la cobertura de estos hechos también ha sido objeto de presión.

Muchas veces, los periodistas locales son objetivo de represalias por revelar cifras de víctimas más altas que las admitidas oficialmente o por entrevistar a testigos incómodos para las autoridades. En medio de un país dividido por conflictos armados, la verdad también es rehén del silencio inducido por el miedo.

De los 20 casos documentados de periodistas enfrentando amenazas en Nigeria en 2023, al menos seis fueron consecuencia directa de cubrir violencia comunitaria, según datos de IFEX.

Gobiernos que transforman la crítica en delito

Lo que une estos tres casos —Turquía, Irán y Nigeria— es un patrón claro: el uso del poder estatal para criminalizar la crítica al régimen. Ya sea a través del sistema judicial, la presión familiar o la censura directa, los gobiernos están innovando en mecanismos de represión informativa.

“El objetivo no es solo silenciar voces incómodas, sino sembrar el miedo en quienes piensan en hablar”, afirma Christophe Deloire, secretario general de Reporteros Sin Fronteras.

En muchos sentidos, el periodismo libre se ha convertido en un acto de valentía, incluso en democracias nominales donde se espera un mínimo de respeto por las libertades civiles. En palabras de Maria Ressa, ganadora del Premio Nobel de la Paz en 2021, “sin hechos no hay verdad, sin verdad no hay confianza, sin confianza no hay democracia”.

Represión transnacional: nuevas formas de censura

En el mundo posmoderno, el control estatal no terminó con los regímenes comunistas o las dictaduras clásicas del siglo XX. Las nuevas autocracias operan con herramientas tecnológicas, jurídicas y culturales sofisticadas. La censura ya no consiste en cerrar imprentas o cadenas de televisión, ahora es más sutil, pero igual de efectiva.

  • Turquía pena las palabras con ecos históricos como amenazas.
  • Irán convierte a la familia en instrumento para quebrar al periodista.
  • Nigeria permite que la anarquía y la violencia selectiva silencien a la prensa.

Este fenómeno ha sido descrito por el escritor Timothy Snyder como “la zombificación del periodismo”: una prensa aparentemente viva pero sin alma, autocensurada, temerosa y controlada.

¿Qué queda por hacer?

En medio de esta tormenta, aún hay faros de resistencia. Organizaciones como Reporteros Sin Fronteras, el Comité para la Protección de Periodistas y medios exiliados siguen defendiendo la integridad del oficio. Pero el apoyo internacional parece diluirse frente a consideraciones económicas, geopolíticas o simples cifras de audiencia.

Fatih Altayli aún espera saber cuál será su destino judicial. La periodista iraní sigue resistiendo presiones. Y en Nigeria, la prensa local continúa buscando la verdad, aunque el precio sea demasiado alto.

No se trata solo de libertad de prensa. Se trata de proteger ese fino hilo que mantiene unidas a las sociedades democráticas: el derecho a decir la verdad, incluso cuando incomoda.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press