¿Gasto militar o inversión en paz? La creciente tensión entre la OTAN, Irán y las voces de protesta

Mientras La Haya se convierte en el epicentro del poder militar occidental, ciudadanos y víctimas de una guerra a distancia levantan la voz.

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El mundo está en vilo. En medio de una creciente tensión geopolítica marcada por el conflicto entre Irán e Israel y con la OTAN preparando su cumbre anual en La Haya, cientos de manifestantes salieron a las calles del corazón político neerlandés para exigir algo que parece cada vez más lejano: paz.

La tensión se traslada a Europa

Este domingo, a tan solo dos días de que comience la cumbre de la OTAN en los Países Bajos, alrededor de un millar de manifestantes se congregaron en un parque cercano al recinto donde los 32 jefes de Estado discutirán el futuro del bloque militar. Las pancartas eran claras: “No a la guerra con Irán”, “Inviertan en paz, no en armas” y “Gaza necesita libertad, no misiles”.

Entre los oradores del acto estuvo el político belga Jos d’Haese, quien subrayó: "Invirtamos en paz y energías sostenibles. Basta de alimentar el fuego de la destrucción". Una idea que caló profundo entre los asistentes, entre ellos muchos expatriados iraníes que temen una escalada en su país natal tras los recientes ataques de Estados Unidos contra instalaciones nucleares iraníes.

¿Por qué protestan?

Los organizadores de la protesta indican que no es solo una marcha contra la OTAN o contra la guerra en Gaza, sino una postura firme contra la militarización global, las carreras armamentistas y el papel cada vez más protagónico de las alianzas militares en conflictos regionales y globales. En palabras de Hossein Hamadani, un iraní de 74 años residente en los Países Bajos:

“Estamos en contra de la guerra. La gente quiere vivir en paz. Miremos a nuestro alrededor: el medio ambiente está deteriorado, la pobreza avanza… ¿por qué gastamos dinero en la guerra?”

Los temores no son infundados. En las últimas horas, tras los bombardeos estadounidenses a tres instalaciones nucleares iraníes, Teherán respondió con una andanada de más de 40 misiles dirigidos principalmente contra Tel Aviv, lo que dejó 23 heridos y un profundo sentimiento de miedo entre los ciudadanos israelíes.

Tel Aviv bajo fuego cruzado

Las escenas en Tel Aviv tras el ataque iraní son desoladoras. La onda expansiva tumbó la fachada de un edificio residencial de varios pisos, dejó escombros por doquier y obligó la evacuación de un asilo de ancianos donde, milagrosamente, nadie falleció.

Ofer Berger, residente de una torre cercana, declaró con enorme pesar:

“Parece como si un tifón hubiera atravesado mi apartamento. Todos los departamentos en este sector están destruidos.”

Más allá de los daños físicos, el trauma psicológico no tiene techo. El vicealcalde de Tel Aviv, Haim Goren, indicó que el estrés y la ansiedad son ahora el pan de cada día para muchas familias que corren cada noche hacia refugios antibombas y se hacinan en espacios reducidos con sus seres queridos, sin saber cuándo sonará la próxima alarma.

¿Una OTAN más grande y más cara?

Mientras tanto, en el otro lado del continente, los líderes del bloque atlántico discutirán el aumento del presupuesto de defensa. Según la OTAN, los países miembros deben apuntar a invertir al menos el 2% de su Producto Interno Bruto (PIB) en defensa. Pero esta vez, el presidente estadounidense Donald Trump ha presionado para que el porcentaje ascienda incluso hasta el 5%.

Esta exigencia no ha sido bien recibida por todos. El primer ministro español Pedro Sánchez escribió una carta al secretario general de la OTAN, Mark Rutte, argumentando que un gasto militar de ese calibre sería "inaceptable y contraproducente" para su economía.

España gasta actualmente cerca del 1,3% de su PIB en defensa, frente al 2,3% de países como Estados Unidos o Polonia. Un incremento hasta el 5% implicaría casi triplicar el presupuesto, lo que afectaría otras áreas como salud, educación o transición ecológica.

Una cumbre blindada

La ciudad de La Haya ya se ha transformado en una fortaleza. Bajo el nombre en clave “Orange Shield” (Escudo Naranja), las autoridades han desplegado a miles de policías, militares, drones, expertos cibernéticos y han impuesto zonas de exclusión aérea para garantizar la seguridad de los líderes mundiales.

Esta cumbre se celebra en un contexto marcado por múltiples crisis: la guerra en Ucrania, los ataques cruzados entre Irán e Israel, la inestabilidad en Gaza y la creciente presión de los ciudadanos que exigen menos armas y más políticas sociales.

Un sistema vulnerable

El bombardeo en Tel Aviv ha dejado en evidencia la fragilidad del sistema de defensa israelí. Si bien el famoso escudo antimisiles “Cúpula de Hierro” logró interceptar la mayoría de proyectiles, algunos impactaron en zonas residenciales densamente pobladas. Según cifras del ejército israelí:

  • Más de 9.000 personas han sido desplazadas
  • Se han dañado más de 240 edificios residenciales
  • Más de 2.000 apartamentos individuales han sido destruidos

El servicio de emergencia de Tel Aviv reportó que varios de los heridos eran personas mayores que no lograron refugiarse a tiempo. Sin embargo, gracias a las habitaciones reforzadas exigidas por ley en las nuevas construcciones (conocidas como mamad), muchas vidas se salvaron, aunque el trauma persiste.

Mira Goshen, de 79 años, vivió la experiencia más angustiante de su vida, según sus propias palabras:

“Mi mamad temblaba como una hoja. Pensé que era el fin del mundo.”

Incluso su pequeña ave mascota, Chica, sobrevivió una caída de 11 pisos tras ser expulsada por la onda expansiva. Una historia pequeña en medio del horror, pero que sirve como símbolo de lo que aún se puede salvar.

¿Y la paz?

Las manifestaciones en La Haya, aunque modestas en número, son un recordatorio poderoso de que la ciudadanía no está dormida. Muchas agrupaciones, entre ellas el colectivo neerlandés Vredesactie y la ONG Stop Wapenhandel (Alto al comercio de armas), organizaron eventos paralelos como debates, vigilias por la paz e intervenciones artísticas.

Las críticas apuntan a que la OTAN, bajo el pretexto de seguridad, ha contribuido a perpetuar conflictos, aumentar la tensión geopolítica e ignorar las voces de millones que piden soluciones diplomáticas, energías renovables y justicia social.

“Si el mundo quiere paz, no puede construirla con misiles”, decía una pancarta agitada por una adolescente. Quizás esa sea la clave y el verdadero desafío que enfrentarán los líderes mundiales esta semana.

Un futuro en juego

No se trata de elegir entre defender o desarmar, sino de entender que la humanidad ha llegado a un punto de inflexión. Con un cambio climático galopante, economías aún golpeadas por la pandemia y un creciente autoritarismo, invertir más en armas es, como lo dijo Pedro Sánchez, "injustificable y contraproducente".

Mientras unos líderes debaten presupuestos de guerra, otros pueblos entierran sus muertos. La calle ha empezado a hablar. La pregunta clave es: ¿escucharán los que tienen el poder?

Este artículo fue redactado con información de Associated Press