Wagner en África: guerra, atrocidades y la nueva era del crimen digital
El Sahel se convierte en un infierno a puertas abiertas, mientras los mercenarios rusos y sus aliados locales usan las redes sociales como campo de batalla psicológico y herramienta de terror
El surgimiento de una nueva forma de guerra
En pleno siglo XXI, la guerra ha dejado de limitarse a los campos de batalla y se ha trasladado a plataformas digitales. Este fenómeno es especialmente visible en el Sahel, una región del África occidental que enfrenta una espiral de violencia sin precedentes. Lo que hace alarmante esta nueva fase del conflicto no es sólo la brutalidad física —que incluye tortura, mutilaciones y presuntos actos de canibalismo—, sino también el uso sistemático de redes sociales como Telegram para difundir estos actos con fines de intimidación, humillación y propaganda.
El Grupo Wagner y su 'marca' de brutalidad
El Grupo Wagner, una organización militar privada con estrechos vínculos con el Kremlin, ha operado de manera activa en países como Mali, Burkina Faso y Níger, ofreciendo apoyo a gobiernos autoritarios que han roto lazos con potencias occidentales como Estados Unidos y Francia. En un breve periodo, la influencia de Wagner ha dejado huella no sólo en el campo de batalla, sino también en la psique colectiva a través de campañas digitales cuidadosamente orquestadas.
El canal "Tíos Blancos en África" en la plataforma Telegram se ha consolidado como el principal medio de diseminación de estas imágenes. Analistas de código abierto y expertos legales lo vinculan directamente con miembros activos o retirados del Grupo Wagner, aunque los responsables exactos permanecen en el anonimato.
Violencia fuera de control en el Sahel
El Sahel ha sido calificado por el Instituto para la Economía y la Paz como "la región más letal del mundo para el extremismo". En 2023, más de 4,000 personas murieron por actos terroristas en esta región, representando más del 50% de las víctimas globales.
Los gobiernos de la región, enfrentando severas amenazas de grupos afiliados a Al Qaeda y al Estado Islámico, han recurrido a Wagner como última línea de defensa. Pero las consecuencias han sido devastadoras en términos de derechos humanos y cohesión social.
Crímenes documentados y expansión digital
Videos publicados en redes sociales desde perfiles aparentemente relacionados con Wagner muestran sádicas mutilaciones de cuerpos humanos, así como gestos macabros de supuesta antropofagia. En varios clips, soldados —presumiblemente malienses o burkineses— se muestran cortando órganos, cocinando carne humana y riendo, mientras hacen bromas frente a la cámara.
Según Lindsay Freeman, directora del programa de Tecnología, Derecho y Política en el Human Rights Center de la Universidad de California, Berkeley, estas publicaciones no son sólo evidencia de crímenes físicos, sino también herramientas de guerra psicológica. “La difusión en redes sociales puede constituir un crimen de guerra bajo el Estatuto de Roma”, afirmó.
La Corte Penal Internacional entra en juego
Un informe legal confidencial presentado en 2024 —el primero de su tipo— solicita a la Corte Penal Internacional (CPI) que investigue no sólo las atrocidades físicas cometidas por Wagner y sus aliados entre 2021 y 2024, sino también los llamados "crímenes digitales". Entre las acusaciones figuran tortura, ejecuciones extrajudiciales, mutilaciones, actos de canibalismo y la divulgación de estos actos en redes sociales como parte de una estrategia de propaganda y terror.
La CPI no ha comentado públicamente el informe, pero ha indicado que sigue de cerca las denuncias de violaciones masivas a los derechos humanos en Mali. Desde 2012, la corte investiga una gama de crímenes cometidos en el norte del país.
El costo humano en comunidades vulnerables
La etnia fulani, tradicionalmente nómada y marginada, ha sido víctima recurrente en este conflicto brutal. Un portavoz de la sociedad civil fulani declaró que los videos que muestran abusos cometidos por soldados malienses provocaron “un choque psicológico” que ha impulsado el éxodo de miles hacia países vecinos.
Las imágenes, lejos de disuadir la radicalización, a menudo tienen el efecto contrario: alimentan sentimientos de venganza y propician la adhesión de jóvenes a las filas yihadistas.
El canibalismo como símbolo de poder
Analistas como Danny Hoffman, catedrático de estudios internacionales en la Universidad de Washington, opinan que los actos de presunto canibalismo difundidos no buscan nutrición ni religión, sino transmitir poder absoluto. “Son rituales visuales de dominación en la era digital”, comenta Hoffman.
Si bien es probable que los casos reales de canibalismo sean escasos, la sola sugerencia o teatralización del acto provoca una reacción de horror y fascinación. En un entorno como el Sahel, donde la comunicación gubernamental es casi inexistente en ciertas zonas y las misiones internacionales están en retroceso —como la misión de paz de la ONU en Mali que se retiró en 2023 por orden del gobierno—, el espacio digital se convierte en el único escaparate informativo.
El rol de Telegram y la moderación deficiente
Telegram ha afirmado que el contenido violento está prohibido según sus términos de servicio y emplea tecnologías de IA y aprendizaje automático para detectar y eliminar publicaciones nocivas. Sin embargo, gran parte del contenido asociado con Wagner ha sido movido detrás de muros de pago, evadiendo mecanismos de moderación automática.
La CGT francesa y Amnistía Internacional han señalado la falta de transparencia en las políticas de moderación de Telegram como un factor que ha permitido que la propaganda violenta prospere dentro de estos grupos de discusión cerrados.
Los nuevos caballos de batalla digitales
Desde perspectivas legales hasta sociales, la implicación de las redes sociales en el conflicto africano marca un antes y un después en la tecnología armada. Los teléfonos inteligentes, drones y plataformas cifradas han cambiado la dinámica entre el perpetrador y la víctima, reemplazando las trincheras por hashtags y cámaras GoPro.
La presencia de canales como "Tíos Blancos en África" —que usa el lenguaje de videojuegos y cultura pop para banalizar la violencia— es un claro ejemplo de cómo la deshumanización se convierte en espectáculo. Uno de sus posts describe cuerpos mutilados como “formas de vida hostiles neutralizadas” y otra imagen habla de experimentar con capturados como si fueran "sujetos de laboratorio".
¿Y ahora qué sigue?
El desafío para la comunidad internacional es doble: justicia para las víctimas y una respuesta normativa clara ante el uso de plataformas digitales en conflictos armados. Si no se regula de manera urgente, podríamos estar frente a una tendencia ascendente en la cual futuros conflictos utilicen estas mismas tácticas para sembrar el terror y consolidar el poder.
La digitalización de la guerra no sólo cambia la manera en que se mata, sino también cómo se recuerda y se normaliza la violencia. Lo que Wagner y sus aliados están haciendo en el Sahel podría convertirse, si no se detiene, en el modelo estándar de conflictos futuros, donde la violencia no sólo se sufre, sino que también se consume.
“Algún día se estudiará esta etapa como el punto donde la privacidad, la ética y los derechos humanos se quebraron en nombre del algoritmo y la dominación territorial.”