El Año Nuevo Andino: Un renacer ancestral bajo el sol del solsticio

Cada 21 de junio, Bolivia celebra el año 5533 en un ritual que honra a la Pachamama, rememora viejas cosmovisiones y gana fuerza en tiempos contemporáneos

Un calendario que mira al cielo y a la tierra

Mientras en otras latitudes el comienzo del año se celebra entre fuegos artificiales, vinos espumosos y recepciones invernales, en el Altiplano andino, el solsticio de invierno marca una fecha sagrada: el Willka Kuti (retorno del sol) o Año Nuevo Andino Amazónico y del Chaco. Este año, el calendario ancestral llegó al 5533, y miles acudieron a sitios ceremoniales en Bolivia como Tiahuanaco, El Alto y Samaipata para recibir los primeros rayos del sol naciente e iniciar un nuevo ciclo agrícola.

La fecha, más que un gesto simbólico o ritual exótico, refleja una profunda conexión con la naturaleza que los pueblos originarios han mantenido durante siglos. Tal como recalca el sociólogo aymara Ramiro Marca: “El Willka Kuti es un retorno espiritual y cósmico. Recibimos energía, pero también nos comprometemos con la Pachamama y los espíritus para cuidar la vida”.

La resurrección de una tradición ancestral

Durante siglos, esta celebración fue desplazada por el calendario gregoriano y las imposiciones culturales coloniales. Con la llegada al poder de Evo Morales en 2006, primer presidente indígena de Bolivia, se oficializó la fecha como feriado nacional el 21 de junio. Desde entonces, ha cobrado fuerza en todo el territorio e incluso en países vecinos como Perú, Ecuador y Argentina.

Lo que alguna vez se realizaba de forma privada y marginal, hoy convoca medios de comunicación, escolares, turistas y delegaciones internacionales. Aun así, la esencia de la celebración permanece: fuego, alcohol como ofrenda, hojas de coca, dulces y agradecimientos a la tierra, guiados por yatiris (sabios espirituales aymaras).

El despertar del sol: símbolo de renovación

Una de las imágenes más icónicas del Willka Kuti es la de las personas alzando las manos al cielo, rostros hacia el este, esperando el amanecer. No se trata solo de recibir calor tras la noche andina, fría y estrellada, sino de recibir energía vital, purificar el espíritu y dejar atrás los males del pasado.

Como explica la académica Silvia Rivera Cusicanqui, profesora emérita de la Universidad Mayor de San Andrés: “Es un acto de sincronización con el cosmos. La rotación de la tierra, la inclinación solar y los ciclos agrícolas se alinean en un gesto profundamente político y espiritual”.

Más allá del folklore: Resistencia y descolonización

Muchos critican la trivialización de estas prácticas por el turismo o su uso político, pero activistas culturales advierten que el Año Nuevo Andino no es simplemente una tradición pintoresca. Es, afirman, una herramienta de sobrevivencia cultural frente a siglos de exclusión. Como mencionó el dirigente guaraní Liber Fortunato: “Celebrar nuestro año, con nuestros propios símbolos, rompe con el colonialismo interno. Es decir: existimos, resistimos y proponemos otro futuro”.

Particularmente para jóvenes indígenas, estas celebraciones significan reconectar con su historia y revalorizar su lengua, estética y cosmovisión. En las redes sociales, cada vez es más común ver publicaciones con mensajes como #WillkaKuti5533 o #PachamamaVive, dando un nuevo impulso digital a la tradición.

Lugares ceremoniales que respiran historia

Aunque El Alto se ha consolidado como uno de los puntos neurálgicos del Willka Kuti, sitios como Tiahuanaco (ruinas preincaicas a orillas del lago Titicaca) tienen una significación espiritual única. Allí, cada 21 de junio, miles de personas se agrupan en las inmediaciones del Templo de Kalasasaya, una estructura megalítica que alinea sus puertas con el solsticio invernal.

Según el arqueólogo Carlos Mamani, “es imposible separar astronomía, religión y vida cotidiana en el mundo andino. Este templo, construido hace más de 1500 años, ya demostraba una sofisticada comprensión del movimiento solar”.

Ritualidad y simbolismo: ¿qué ocurre durante la ceremonia?

La jornada comienza antes de que asome el sol. Al calor de fogatas, danzas autóctonas, tocadores de zampoña y tambor iliman la noche. Luego, los yatiris realizan ofrendas conocidas como mesas que incluyen hojas de coca, coloridas lanas, dulces en forma de animales, botellas diminutas de licor y, en algunos casos extremos, pequeños fetos de llama secos llamados sullu.

Un momento clave es cuando se rocía alcohol puro en el fuego, simbolizando alegría, fuerza y renovación. Finalmente, todo culmina al recibir el primer rayo solar, un acto colectivo de comunión con el cosmos.

Una celebración que une generaciones

Los niños acuden vestidos con polleras tradicionales o trajes de aguayo, mientras los ancianos relatan los calendarios lunares y agrícolas. Muchas escuelas en El Alto y La Paz organizan actividades para que sus estudiantes conozcan el sentido del Willka Kuti. La clave está en generar una transmisión intergeneracional en un contexto donde las dinámicas globales y urbanas amenazan con borrar las memorias locales.

Mística frente a modernidad

Hoy, los desafíos del cambio climático, el extractivismo y el crecimiento urbano ponen en jaque el delicado equilibrio entre hombre y naturaleza. En este contexto, el Año Nuevo Andino cobra más sentido que nunca. No como una nostalgia romántica del pasado, sino como una propuesta de futuro basada en la armonía y el equilibrio.

“Es tiempo de escuchar la sabiduría de los abuelos, de mirar el cielo, pisar la tierra y dialogar con los elementos”, dijo Vicenta Mamani, lideresa aymara de El Alto. “Solo así podremos sobrevivir como humanidad”.

La fuerza simbólica de un número: 5533

El calendario andino no parte del nacimiento de Cristo, sino de la fundación mítica de Tiwanaku, considerada por muchos como la cuna de la civilización andina. Según cálculos simbólicos e históricos trabajados por instituciones indígenas, el año 2025 en el calendario occidental corresponde al año 5533 andino. Este número, más allá de lo cronológico, habla de una narrativa de larga duración, en la que los pueblos originarios se sitúan como actores protagonistas de su historia.

Un mensaje para el mundo

Mientras el mundo contemporáneo lidia con guerras, divisiones religiosas, colapsos ecológicos y crisis de identidad, el Año Nuevo Andino ofrece una visión alternativa: un retorno a las interdependencias, al respeto por la madre tierra, y a la integración de lo espiritual con lo cotidiano.

En tiempos donde pareciera que la humanidad necesita recomenzar, el Willka Kuti se posiciona como un espejo ancestral que nos recuerda que los ciclos deben renovarse, no violentarse; que el tiempo no es una línea recta, sino un círculo que siempre vuelve al origen.

Feliz año 5533. Que el sol renueve nuestras fuerzas y la tierra nos abrace una vez más.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press