¿Fracaso o aprendizaje? El Mundial de Clubes y su accidentado estreno en Estados Unidos

Las multitudes vacías, los fallos organizativos y las inconsistencias en la asistencia ponen en entredicho el experimento de FIFA en territorio norteamericano.

Una nueva era para el fútbol... ¿o solo ruido?

El tan esperado Mundial de Clubes 2025 debutó en Estados Unidos con la promesa de revolucionar el fútbol de clubes a nivel global. Con 32 equipos, estadios de gran capacidad y el respaldo de FIFA y su presidente Gianni Infantino, esta nueva versión ampliada debía ser la joya del calendario futbolístico. Pero tras la primera semana, lo que debía ser una apoteosis del deporte rey, ha empezado a tambalearse por motivos que van más allá del césped: gradas vacías, desconexión con la afición, y logística cuestionable.

Calor, goles y errores: Borussia Dortmund vs. Mamelodi Sundowns

Uno de los encuentros más electrizantes hasta ahora lo protagonizó Borussia Dortmund y los Mamelodi Sundowns en Cincinnati. En un duelo bajo una temperatura de 32ºC y un ambiente sofocante, se registró una asistencia de 14,006 personas — relativamente aceptable comparado con otras sedes del torneo.

El marcador final de 4-3 para el equipo alemán reflejó algo más que goles: evidenció errores defensivos clave, como el pase erróneo del portero sudafricano Ronwen Williams, que permitió el empate inmediato de Felix Nmecha al minuto 16 y un autogol desafortunado de Khuliso Mudau en el segundo tiempo.

Pese al dominio temporal germano (3-1 al descanso y 4-1 en el 59’), los sudafricanos reaccionaron con épica, marcando dos tantos — incluyendo uno de Iqraam Rayners con doble intento — que dejaron a Dortmund sudando hasta el pitazo final.

¿Dónde están los aficionados?

El partido entre Dortmund y los Sundowns fue uno de los pocos que alcanzaron cifras decentes de asistencia. Sin embargo, el verdadero problema del torneo se manifestó en juegos como Mamelodi Sundowns vs. Ulsan HD, donde solo 3,412 personas (según FIFA) asistieron al Inter&Co Stadium en Orlando. Observadores afirmaron que “había menos de mil personas en las gradas al iniciar el partido”.

El estadio — que tiene una capacidad para 25,500 personas y es el hogar de Orlando City en la MLS — lució completamente vacío. Las letras amarillas que forman “ORLANDO” sobre las gradas eran perfectamente visibles, mientras los guardias de seguridad vigilaban largas áreas vacías.

Ni una fuerte caída en los precios de los boletos, llegando a costar $23 USD, bastó para atraer público al enfrentamiento entre dos equipos sin gran arrastre de masas en Estados Unidos: uno sudafricano, otro surcoreano.

La paradoja: vacíos aquí, llenos allá

Mientras algunos partidos apenas convocaban a pocos miles, otros escenarios ofrecieron postales completamente distintas. Por ejemplo, el clásico entre Paris Saint-Germain y Atlético Madrid, realizado en el Rose Bowl de Los Ángeles, reunió a la mayor multitud del torneo hasta ahora: 80,619 asistentes, una cifra que compite con la final de la Champions League (64,327) y se acerca a la de la FA Cup (84,163).

En Miami, los juegos también han tenido buena asistencia, con cifras por encima de 55,000 asistentes en todos los partidos y un pico de 63,587 espectadores para el Bayern Munich vs. Boca Juniors. El delantero inglés Harry Kane describió la atmósfera, dominada por hinchas xeneizes, como “hostil”.

No todo es Messi y Chelsea

Tampoco la presencia de Lionel Messi garantizó estadios a reventar. En el juego entre Inter Miami y Porto en Atlanta acudieron solo 31,783 personas al estadio, muy lejos de su capacidad de 71,000. En otro juego en la misma ciudad — Chelsea vs. Los Angeles FC — solo se congregaron 22,000, a pesar de contar con uno de los equipos ingleses más populares y un club local de la MLS.

El entrenador de Chelsea, Enzo Maresca, declaró: “El ambiente fue un poco extraño. Ya saben, el estadio estaba casi vacío”.

¿Un problema de precios o de conexión cultural?

Un tema central de crítica ha sido el precio de las entradas. En diciembre, antes del torneo, algunos boletos para juegos como Inter Miami vs. Al Ahly llegaron a cotizarse por $349 USD. Sin embargo, muchos de estos acabaron siendo vendidos con grandes descuentos. Aun así, la asistencias han variado enormemente según el par de equipos en juego.

Según la propia FIFA, 1.5 millones de boletos han sido vendidos y más de 340,000 fanáticos asistieron a los primeros ocho juegos. La media de asistencia hasta ahora es de aproximadamente 36,000 espectadores, inferior al promedio de 46,000 de la Champions League pero en línea con un torneo experimental y aún desconocido.

Mundial de Clubes como ensayo para 2026

Más allá del presente torneo, lo que este Mundial de Clubes representa es la prueba piloto de FIFA para el Mundial 2026, que se celebrará en su mayoría en Estados Unidos junto a México y Canadá. Algunos ven este torneo como un bálsamo ideal para captar a la audiencia estadounidense mientras otros lo ven como una sobredosis deportiva sobre una cultura que, aunque creciente, aún no convierte al fútbol en religión.

Los principales compradores de entradas fuera de EE. UU. han sido Brasil, Argentina y México, reflejando que aún se depende del turismo futbolero para animar tribunas.

¿Se puede salvar el torneo?

Hay mucho fútbol todavía por jugar, y algunos juegos — como el próximo duelo entre Mamelodi Sundowns y Fluminense — podrían generar más atención dependiendo de lo que esté en juego. Pero para que este Mundial de Clubes realmente se consolide como “la cima del fútbol de clubes a nivel mundial”, como proclamó Infantino, deberá superar no solo los problemas organizativos o climáticos, sino fundamentalmente conectar con la afición local.

Para muchos aficionados, este torneo aún no se siente “real”. No tiene la tradición de la Copa Libertadores ni la intensidad de la Champions League. Y hasta el momento, tampoco tiene la atmósfera.

Quizás aún se puede reconducir. Pero si el Mundial de Clubes aspira a convertirse en una competencia de alto perfil, necesita llenar estadios no solo con boletos rebajados, sino con expectativas, emociones y rivalidades. Y eso, como bien lo sabe cualquier hincha, no se compra: se cultiva.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press