España se planta ante la OTAN: ¿puede un país rechazar gastar más en defensa?

Mientras la OTAN busca que sus miembros destinen 5% del PIB a defensa, Pedro Sánchez dice 'no' y desata un debate sobre prioridades nacionales, soberanía e inversión pública.

¿Un nuevo estándar militar?

Con la cumbre de la OTAN que se celebrará en La Haya en el horizonte, el debate sobre el gasto militar vuelve a colocarse en el centro de la escena global. Estados Unidos, desde hace años presionando por un aumento en los presupuestos de defensa de sus aliados, ahora impulsa un nuevo objetivo: 5% del PIB destinado a gasto militar. Pero uno de sus miembros más destacados, España, decidió rechazar esta exigencia. ¿Es irresponsabilidad o una justa defensa de su soberanía presupuestaria?

España marca el límite

En una carta enviada al nuevo secretario general de la OTAN, Mark Rutte, el presidente español Pedro Sánchez criticó lo que calificó como una propuesta “inaceptable e irracional.” Según el mandatario, España ya está comprometida a elevar su gasto militar hasta alcanzar el anterior objetivo de la OTAN: 2% del PIB, lo que equivale a un aumento de 10.500 millones de euros (unos 12.000 millones de dólares) para cumplir con este estándar.

Actualmente, España invierte menos del 2% de su PIB en defensa, lo que lo convierte en el país aliado que menos gasta en el rubro militar dentro de los 32 miembros de la alianza. Sin embargo, este no es un caso aislado: muchos países europeos han sido reacios a gastar más en defensa, especialmente tras las severas crisis económicas de las últimas décadas.

¿Por qué tanto interés en el 5%?

El impulso para aumentar el gasto militar se debe, principalmente, a crecientes tensiones globales: la guerra en Ucrania, el rearme de China, fricciones con Irán y el fortalecimiento de alianzas militares regionales como el BRICS y la OCS (Organización de Cooperación de Shanghái). También hay un factor político interno en EE. UU.: Donald Trump, quien fue el primero en poner sobre la mesa la necesidad de aumentar el gasto militar de Europa, podría volver a la presidencia. En palabras suyas durante su mandato en 2018:

“No es justo que Estados Unidos pague más del 70% del presupuesto militar de la OTAN. Europa tiene que hacer su parte.”

Aunque pueda parecer exagerado, este nuevo 5% empieza a ganar adeptos: Suecia y los Países Bajos anunciaron ya su intención de alcanzar esa cifra en los próximos años.

Pedro Sánchez: pragmatismo económico o deslealtad estratégica

Desde el punto de vista del gobierno español, comprometerse a un 5% es compararlo con abrir un boquete en la línea de flotación del Estado de Bienestar. España enfrenta desafíos económicos significativos: altísima inflación en alimentos, tasas de desempleo estructural y una presión fiscal que limita las posibilidades de aumentar gastos sin generar tensiones sociales.

Además, como argumentan desde el Palacio de La Moncloa, atacar amenazas no siempre significa más tanques o cazas. A veces se trata de invertir en ciberseguridad, inteligencia artificial o infraestructuras resilientes frente al cambio climático. En ese sentido, señalaron que el criterio del PIB es “demasiado simplista”.

¿Qué representa el 5% del PIB?

Para ponerlo en perspectiva, si España actualmente gasta alrededor del 1.3% en defensa, duplicar e incluso casi cuadruplicar este gasto implicaría unos 70.000 millones de euros anuales adicionales —una cifra comparable al presupuesto combinado de Sanidad y Educación nacional.

En comparación, según datos del SIPRI (Instituto Internacional de Estudios para la Paz, de Estocolmo), los principales países por gasto militar en 2023 fueron:

  • EE. UU.: 3.9% del PIB
  • Rusia: 4.1% del PIB
  • China: 1.7% del PIB
  • Francia: 1.9% del PIB
  • Alemania: 2.1% del PIB

Es decir, incluso potencias militares consolidadas como China y Francia no alcanzan ese 5% que se plantea como deseable ahora.

Reacción en Europa y dentro de España

Los socios europeos reaccionaron con mesura, sin imponer sanciones (algo improbable dentro de una alianza como la OTAN), aunque mostraron preocupación. Para el ala más militarista, se ve como una falta de compromiso operativo. Otros, sin embargo, comparten las dudas de Sánchez y prefieren esperar a ver si la propuesta de 5% se convierte en objetivo oficial vinculante o si solo queda en una recomendación estricta más.

En España, la oposición criticó la postura del Ejecutivo calificándola de “aislacionista” y de “exponer a España a amenazas sin capacidad real de defensa”. En particular, Partido Popular y Vox se alinearon con la visión estadounidense. Por su parte, partidos como Sumar y Podemos celebraron la decisión, al destacar que “las prioridades son otras”.

¿Cuál es el rol real de España en la OTAN?

España ha demostrado en más de una ocasión ser un miembro activo en la alianza, más allá de su presupuesto. Participó en misiones de seguridad marítima, ha sido anfitriona de ejercicios conjuntos, y mantiene presencia militar en operaciones en el Sahel, el Mare Nostrum y los países bálticos.

Además, posee infraestructuras clave como la base de Rota, compartida con EE. UU., y la base aérea de Torrejón, dos nodos logísticos fundamentales para las operaciones de la Alianza en el Mediterráneo.

En otras palabras, su contribución no se limita meramente a cuánto invierte, sino cómo emplea sus recursos.

Un dilema global: ¿defenderse o invertir en bienestar?

El debate español refleja una pregunta mayor, presente en todas las democracias contemporáneas: ¿cuánto es suficiente para sentirse seguros? ¿Aumentar el presupuesto de defensa nos hace más fuertes o simplemente menos democráticos, al sacrificar servicios esenciales en nombre de amenazas externas?

En un informe reciente, expertos del European Council on Foreign Relations advirtieron que duplicar el gasto militar sin mecanismos de supervisión política adecuados puede ser “peligrosamente inflacionario y autoritario”, especialmente si se justifica con narrativas de miedo permanente.

¿Se avecina una ruptura?

En años anteriores, la OTAN ya ha visto diferencias profundas en sus filas. Turquía bloqueó la adhesión de Suecia durante meses. Hungría se ha acercado a Rusia. Francia ha propuesto una Europa de defensa independiente dentro de la Unión hacia un modelo menos dependiente de Estados Unidos.

El gesto de España puede no ser una rebelión, pero sí una señal de que la OTAN del siglo XXI necesitará nuevas fórmulas de cooperación, más allá de porcentajes del PIB. Más flexibilidad, más énfasis en defensa no solo militar sino civil, digital y climática. En efecto, una Alianza Atlántica que evolucione con el tiempo.

Una voz desde la periferia

Del mismo modo que en 2003 España sorprendió con su rechazo a participar en la invasión de Irak, hoy vuelve a plantar cara. No siguiendo ciegamente el pulso de Washington, sino impulsando una lógica interna, financiera y democrática: no se trata sólo de gastar más, sino de gastar mejor.

Y en un contexto planetario de múltiples crisis solapadas —energética, humanitaria, climática y social—, ¿es tan descabellado preguntarse si el 5% del PIB puede ir mejor invertido?

Este artículo fue redactado con información de Associated Press