Crónicas de una injusticia postergada: los Cradock Four y la herida abierta del apartheid
A 40 años de su brutal asesinato, las familias de los Cradock Four siguen buscando verdad en un país que aún no cierra las cicatrices del régimen segregacionista.
El recuerdo que nunca muere
En Sudáfrica, junio no es solo otro mes más del calendario. Significa memoria, justicia retrasada y un país aún en deuda con su pasado. Hace exactamente 40 años, Sicelo Mhlauli, Fort Calata, Matthew Goniwe y Sparrow Mkonto —conocidos como los Cradock Four— fueron secuestrados, torturados y asesinados por las fuerzas de seguridad del régimen del apartheid. Hoy, sus nombres reaparecen en la escena pública gracias a una valiente reapertura judicial dirigida por las familias de las víctimas.
Las circunstancias de sus muertes fueron brutales. La viuda de Mhlauli testificó recientemente que su esposo tenía más de 30 heridas de arma blanca, una garganta abierta y una mano mutilada. No se trata solo de un crimen, se trata de un símbolo del dolor colectivo que aún no ha sido atendido con justicia. ¿Por qué, 30 años después del fin del apartheid, estas familias siguen esperando respuestas?
El silencio judicial tras la reconciliación
La Comisión de la Verdad y Reconciliación (TRC), creada en 1995 bajo la presidencia de Nelson Mandela, prometió ser un faro de justicia restaurativa. Concedió amnistía a aquellos que confesaran crímenes cometidos durante el apartheid, pero recomendó investigaciones judiciales contra los que no lo hicieron. Según datos oficiales, más de 5.500 solicitudes de amnistía fueron rechazadas.
Sin embargo, muy pocos de esos casos terminaron en tribunales. En el caso de los Cradock Four, seis policías fueron identificados como sujetos de interés… pero ninguno fue enjuiciado, y todos han muerto, siendo el último en 2023. Las palabras del analista político Oscar van Heerden son contundentes:
“Donde se sintió que no se dijo la verdad y no hubo evidencia suficiente para el perdón, esos casos debían llevarse a juicio. Nada de eso sucedió”.
La lucha de los hijos de la resistencia
Los hijos de los Cradock Four han crecido bajo la sombra de un dolor heredado. Thumani Calata, hija de Fort Calata, tenía apenas dos semanas de nacida cuando su padre fue enterrado. "No sé cómo se siente un abrazo de papá… y nunca lo sabré", dijo entre lágrimas durante el inicio del nuevo proceso judicial.
Lukhanyo Calata, también hijo de Fort, fue claro al señalar que la justicia penal probablemente no llegue, pero que lo que necesita es dejar constancia en los registros históricos de quiénes fueron los responsables.
“La justicia ahora solo puede venir en forma de verdad”
Para estos familiares, el objetivo ha pasado de castigar a los culpables a preservar la memoria como forma de justicia alternativa.
Un nuevo juicio, una nueva esperanza
El reciente proceso iniciado en Gqeberha (anteriormente Port Elizabeth), ciudad cercana al lugar del asesinato, intenta trazar la línea de tiempo de los crímenes. Desde el momento de la detención ilegal en un retén policial nocturno, hasta la devastadora localización de los cuerpos quemados y mutilados, todo se está examinando con nuevas pruebas y testimonios.
El abogado de las familias, Howard Varney, sostiene que esta es la última oportunidad real de alcanzar una forma de verdad histórica legitimada por el Estado. Se ha citado incluso a excomandantes militares y exoficiales de policía que aún podrían tener información clave.
La persistente omisión del Estado post-apartheid
El caso de los Cradock Four no es el único. Durante los años oscuros del apartheid, miles de personas fueron asesinadas o desaparecidas sin que hasta hoy se haya hecho justicia efectiva.
Un conjunto de familiares de otras víctimas, incluyendo sobrevivientes del infame tiroteo de 1993 en el Hotel Highgate, se han unido a los Calata en una demanda colectiva contra el Estado sudafricano por su negligencia durante 25 años de democracia post-apartheid.
El presidente Cyril Ramaphosa ordenó en 2023 una investigación nacional dirigida por un juez retirado para evaluar por qué estos casos fueron ignorados. La promesa es reveladora, pero todavía no se ha iniciado formalmente el proceso, alimentando el escepticismo entre los activistas.
Además de los Cradock Four, se ha reabierto la investigación sobre la misteriosa muerte de Albert Luthuli en 1967, presidente del Congreso Nacional Africano (ANC). Aunque se dijo que fue arrollado por un tren, muchos años después aún hay fuertes sospechas de una operación encubierta del régimen contra un líder icónico.
Más allá de la raza: memoria compartida
Si bien la mayoría de las víctimas del apartheid fueron negras, algunas eran blancas u otras minorías étnicas. Este nuevo despertar de la conciencia sobre justicia transicional ha unido a familias de diferentes razas. Ellas comparten la indignación por una justicia inconclusa que atraviesa generaciones.
En Sudáfrica, la reconciliación sin justicia ha creado una paz aparente pero frágil. La falta de procesos judiciales reales ha dejado a los perpetradores libres y a los familiares de las víctimas atrapados entre el silencio state y el dolor crónico.
¿Reconciliación o complicidad institucional?
Un estudio conducido por la Fundación para la Justicia y la Reconciliación (Institute for Justice and Reconciliation) en 2021 reveló que el 71% de los sudafricanos cree que aún no se ha alcanzado una reparación plena por los crímenes del apartheid. La confianza pública en las instituciones judiciales sigue siendo baja.
Asimismo, hay acusaciones directas hacia las propias instituciones del ANC en el gobierno post-apartheid por obstaculizar deliberadamente estos casos por temor a revelar colusiones, acuerdos secretos o daños políticos colaterales.
Como lo expresó el académico André du Toit, uno de los primeros críticos del enfoque de reconciliación sin juicio:
“Se logró una transición, pero no una transformación. Lo que se barrió debajo de la alfombra, ahora comienza a contaminar la memoria de toda una nación.”
Cuando recordar también es resistir
La memoria histórica es una forma de justicia en sí misma. Exponer la verdad, nombrar a los victimarios, recuperar los relatos de los desaparecidos... todo eso construye ciudadanía.
La historia de los Cradock Four resuena no solo en Sudáfrica, sino en cualquier sociedad que haya vivido bajo dictaduras o regímenes opresivos. Lo que reclaman sus familiares es algo universal: verdad, justicia y reparación.
Porque si la justicia no llega al juzgado, debe escribirse en los libros de historia. Y si la historia es negada, entonces debe gritarse en las calles, en los testimonios, en los discursos como el de Thumani Calata, que desde una sala de audiencias transformó su duelo en un grito por todas las hijas que nunca supieron cómo son los abrazos de un padre.