Republicanos duplican su ofensiva: la batalla política por la salud mental de Biden no termina

Pese a que Biden ya no está en el cargo, los republicanos reanudan audiencias sobre su capacidad cognitiva en un intento por reescribir su presidencia

Han pasado casi seis meses desde que Joe Biden dejó la presidencia de Estados Unidos, pero eso no ha detenido a los senadores republicanos, quienes han encontrado en su salud mental un nuevo campo de batalla para explorar políticamente. La reciente audiencia del Comité Judicial del Senado, llevada a cabo el miércoles 18 de junio de 2025, abre la puerta a una ofensiva prolongada centrada en el estado cognitivo del expresidente.

Un juicio sin tribunal médico

Los republicanos, liderados por los senadores John Cornyn (Texas) y Eric Schmitt (Missouri), organizaron una audiencia a la que no asistió ningún funcionario de la administración Biden ni de la comunidad médica. Tampoco hubo expertos imparciales en psiquiatría o neurología invitados. En su lugar, testificaron el exsecretario de prensa de la Casa Blanca, Sean Spicer, Theodore Wold (exfuncionario bajo Trump) y el profesor de derecho John Harrison.

Durante la audiencia, se proyectaron clips de demócratas defendiendo la agudeza mental de Biden, como prueba indirecta de una supuesta "negación institucional" de su deterioro. Sin embargo, los mismos senadores han rechazado, históricamente, discusiones similares sobre lapsos cognitivos de Donald Trump, quien actualmente ocupa la Casa Blanca una vez más tras su retorno en las elecciones de 2024.

Una audiencia boicoteada

Los demócratas decidieron boicotear en gran parte la audiencia. El senador Dick Durbin, de Illinois y presidente del comité, asistió brevemente para criticar lo que llamó un “diagnóstico de sillón” y proyectó clips de Trump en declaraciones confusas como contrapeso a los videos sobre Biden. Al finalizar su declaración inicial, Durbin abandonó la sala.

“En lugar de abordar los numerosos desafíos críticos que enfrenta la nación, los republicanos están más interesados en hacer campañas retroactivas desde el Senado”, dijo Durbin.

Una estrategia con trasfondo electoral

Esta ofensiva republicana no ocurre en el vacío. Tras la desastrosa actuación de Biden en el debate con Trump en el verano de 2024 —evento que precipitó su retiro de la contienda electoral—, el rumbo del Partido Demócrata se desvió hacia nuevos liderazgos. Sin embargo, los republicanos han optado por mantener vivo el debate sobre el estado mental de Biden, con claras miras a las elecciones intermedias de 2026 y las presidenciales de 2028.

En palabras del senador Cornyn:

“No podemos ignorar lo que ocurrió durante la presidencia de Biden solo porque ya no esté en el cargo.”

¿Un pretexto para reescribir la historia?

Algunos analistas sugieren que estas audiencias son parte de un esfuerzo por legitimar retroactivamente la narrativa de que la administración Biden fue ilegítima, desorganizada o incluso dirigida por otros actores sin su conocimiento. Una de las acusaciones más recurrentes es el supuesto uso indebido del autopen —una máquina utilizada para firmar documentos oficiales— con el argumento de que pone en duda la validez de órdenes ejecutivas y perdones presidenciales.

Sin embargo, el autopen ha sido utilizado por múltiples administraciones, incluyendo la de George W. Bush y Barack Obama. Un reporte del Congressional Research Service establece que su uso es legal siempre que el presidente autorice previamente la firma.

La voz de los testigos: más política que medicina

Sean Spicer manifestó que “el pueblo estadounidense fue engañado sobre la verdadera capacidad de liderazgo de Biden”. Por su parte, Theodore Wold sostuvo que “algunas decisiones trascendentales no pudieron haber sido tomadas racionalmente” por alguien con deterioro cognitivo, aunque admitió no ser médico ni haber tenido interacciones frecuentes con Biden.

El profesor John Harrison centró su testimonio en la constitucionalidad del uso del autopen y los límites del poder presidencial. Su conclusión: mientras haya autorización previa por parte del presidente, no hay ilegalidad.

Lo notable es que ninguno presentó pruebas médicas ni ha tenido acceso al historial clínico del expresidente.

Casa Blanca: silencio estratégico

Hasta el momento, ni la oficina de Biden ni el equipo demócrata más cercano se han pronunciado al respecto. El expresidente, de 82 años, permanece fuera del foco público desde su retiro. Mientras tanto, los republicanos en la Cámara de Representantes han citado incluso al exmédico de la Casa Blanca para que testifique el 27 de junio, como parte de una investigación sobre una supuesta “encubierta” en torno al declive cognitivo de Biden.

La doble vara con Trump

Paradójicamente, si se juzgara a los líderes por lapsos verbales, Trump también ofrece abundante material. Desde confundir a Nancy Pelosi con Nikki Haley hasta asegurar que lo “llevaron a la frontera en Irak” cuando fue presidente, Trump ha dado declaraciones que han dejado perplejos incluso a sus aliados.

Durante la presidencia de Trump, su estado cognitivo fue discutido en múltiples oportunidades. En 2020, su propio equipo lo hizo realizar el test de Montreal Cognitive Assessment (MoCA), donde según él mismo declaró, “pasó sin problemas” una prueba que preguntas básicas como: ¿Qué día es hoy?, o repetir series de palabras.

¿Política o persecución?

Muchos consideran que estas audiencias no buscan justicia ni transparencia, sino erosionar la memoria y legado de Biden. No se trata tanto de rendición de cuentas, como del aprovechamiento de una narrativa electoralmente útil. La estrategia es clara: mantener al electorado republicano movilizado posando al expresidente como víctima de un sistema que supuestamente operó en la sombra durante su mandato.

Peligros de un precedente político

Si estas audiencias continúan sin pruebas clínicas concretas, corremos el riesgo de normalizar una indebida politización de la medicina y la salud mental. Los diagnósticos deben provenir de médicos capacitados, no de legisladores con intereses partidistas. De lo contrario, se abren las puertas a vulneraciones éticas y a la desinformación.

La historia de Estados Unidos ya ha vivido debates sobre la aptitud mental de presidentes: desde Ronald Reagan hasta Woodrow Wilson —quien sufrió un derrame cerebral en 1919 que lo dejó incapacitado, mientras su esposa Edith asumía funciones presidenciales de facto.

¿Realmente se quiere revisar el pasado o simplemente generar ruido para construir el presente político?

Este artículo fue redactado con información de Associated Press