Misiles hipersónicos: ¿armas del futuro o propaganda de guerra?
Ante las crecientes tensiones entre Irán e Israel, los misiles hipersónicos emergen como el nuevo protagonista del conflicto militar moderno
¿Qué son los misiles hipersónicos?
En tiempos recientes, el término “misil hipersónico” se ha convertido en una de las expresiones más discutidas dentro del ámbito militar global. Pero, ¿qué significa exactamente? Por definición, un arma hipersónica es aquella capaz de desplazarse a velocidades superiores a Mach 5, es decir, cinco veces la velocidad del sonido o más de 6.174 kilómetros por hora.
Hasta ese punto, muchos misiles balísticos ya alcanzan estas velocidades en la fase descendente de su trayectoria. Sin embargo, la verdadera revolución de los misiles hipersónicos radica en su maniobrabilidad y en su capacidad para volar a altitudes más bajas con trayectorias impredecibles, lo que los vuelve mucho más difíciles de detectar e interceptar.
El caso iraní: ¿avance real o propaganda?
La Guardia Revolucionaria de Irán anunció recientemente que ha lanzado misiles “Fattah 1”, supuestamente hipersónicos, hacia Israel. Estos anuncios se dan en el marco de un incremento de tensiones y enfrentamientos entre ambos países, con más de 400 misiles disparados desde Irán hacia territorio israelí, según autoridades del Estado judío.
No obstante, expertos como Jack Watling del Royal United Services Institute, y Yehoshua Kalisky del Instituto de Estudios de Seguridad Nacional (INSS) de Israel, han puesto en duda la capacidad de Irán para desarrollar misiles hipersónicos en su definición más estricta debido a las limitaciones tecnológicas del país. Watling comenta: “Este es un desafío tecnológico enorme. Irán no posee la infraestructura ni los materiales para producir misiles hipersónicos reales.”
¿Puede Irán maniobrar sus misiles?
La diferencia está en la capacidad de maniobra. Según Kalisky, aunque los misiles iraníes como el Fattah 1 se desplazan a velocidades hipersónicas, carecen de maniobrabilidad, lo que los convierte en objetivos relativamente fáciles de interceptar por sistemas como el Iron Dome o el David’s Sling israelíes, que aseguran haber alcanzado una eficacia superior al 95% en las recientes oleadas de ataques.
“La velocidad no es el factor más crucial, sino la capacidad del misil para cambiar de dirección durante el vuelo”, señala Kalisky. Los dos artefactos que sí podrían representar una amenaza mayor, el Khorramshahr y el Fattah 2, aún no han sido utilizados en combate.
¿Quiénes lideran en el desarrollo de estas armas?
En la cúspide de esta carrera armamentística se encuentran Estados Unidos y China, los únicos dos países con programas maduros y exitosos de misiles hipersónicos. China realizó su primer ensayo exitoso en 2017, y desde entonces ha desarrollado un repertorio completo capaz de amenazar incluso al territorio continental estadounidense, según el Departamento de Defensa de EE.UU.
La estrategia estadounidense incluye la adaptación de misiles hipersónicos en destructores y el desarrollo de diversos programas de prueba. Otros países como Rusia, Corea del Norte, Japón, Francia, entre otros, también están en distintas fases de desarrollo, pero con distintos niveles de avance y sofisticación.
¿Putin tiene la delantera?
El presidente ruso Vladimir Putin ha promocionado ampliamente el uso del misil “Kinzhhal” y del “Oreshnik” en el conflicto con Ucrania. Según Moscú, este último alcanza velocidades de hasta Mach 11 y sería “imposible de interceptar”. Sin embargo, fuerzas ucranianas con el respaldo de tecnología occidental, como el escudo Patriot, han logrado interceptar algunos de estos proyectiles, lo que sugiere que su capacidad hipersónica es limitada o que su maniobrabilidad no cumple con los estándares que definen un arma hipersónica.
El Pentágono incluso aclaró que muchos de estos misiles rusos, aunque rápidos, corresponden en realidad a misiles balísticos de medio alcance bien conocidos, adaptados para propagandizar un avance tecnológico que no siempre coincide con la realidad operacional.
¿Un nuevo capítulo en el conflicto israelí-iraní?
El uso, real o simbólico, de armas hipersónicas por parte de Irán supone un intento de elevar la gravedad del conflicto. La guerra de narrativas es clave en conflictos modernos, y declarar que se poseen misiles imposibles de detener alimenta tanto el temor internacional como la moral interna. Pero para que estos tengan un verdadero valor estratégico, deben demostrar en combate no solo velocidad, sino maniobrabilidad y precisión.
La intercepción de más del 95% de los misiles lanzados por Irán por parte de Israel indica que, al menos por ahora, la amenaza hipersónica iraní no está a la altura del marketing.
¿Qué dice la comunidad internacional?
Un informe de 2022 del Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo (SIPRI) advertía que el uso del término “hipersónico” se ha banalizado, y que muchas de las armas que lo portan resultan ser versiones mejoradas de tecnologías ya existentes. Este etiquetado da lugar a una carrera armamentística motivada más por el miedo a quedarse atrás que por una necesidad estratégica real.
Además, la Unión Europea ha iniciado fondos especiales para desarrollar interceptores capaces de neutralizar misiles hipersónicos, en vista del contexto de aumento del gasto militar ante la amenaza rusa. Otros bloques regionales ya consideran estos vectores como parte del armamento clave del futuro cercano.
Reflexión final: el futuro en juego
La verdadera amenaza de los misiles hipersónicos no radica solo en su uso efectivo, sino en el temor que inspiran. Activan una peligrosa dinámica de disuasión y contraofensiva donde los errores de cálculo pueden escalar rápidamente los conflictos.
Como dice Watling, la clave está en “detectar y diferenciar entre un misil de trayectoria predecible y uno verdaderamente maniobrable. Si no puedes identificarlo a tiempo, estás en desventaja.”
Por ahora, los misiles hipersónicos siguen siendo algo más prometido que probado por muchas potencias. Lo preocupante es que aun en fase experimental, pueden tener un impacto desproporcionado sobre la percepción global de amenaza e invulnerabilidad. Y eso, por sí solo, ya es un peligro.