Las polillas que navegan por las estrellas: el impresionante viaje del Bogong australiano

Con cerebros del tamaño de un grano de arroz, las polillas Bogong cruzan más de 1.000 kilómetros guiándose por la Vía Láctea para sobrevivir

Un viaje guiado por las estrellas

En la vasta oscuridad del cielo nocturno australiano, un pequeño pero asombroso viajero alado emprende una odisea única en el reino animal. Se trata de la polilla Bogong, un insecto nocturno que realiza una migración anual de aproximadamente 1.000 kilómetros a través del continente australiano, según revela un nuevo estudio publicado en la revista Nature.

Mientras que muchas aves migratorias usan las constelaciones para orientarse durante sus vuelos de larga distancia, este nuevo hallazgo es notable porque es la primera vez que un invertebrado demuestra usar un mapa estelar como brújula. El descubrimiento no solo amplía nuestro conocimiento sobre la navegación animal, sino también sobre las increíbles capacidades cognitivas que seres con cerebros minúsculos pueden desarrollar.

¿Quiénes son las polillas Bogong?

La polilla Bogong (Agrotis infusa) es originaria de Australia y es famosa por su migración anual desde las tierras bajas del sureste del país hasta las frescas cavernas alpinas ubicadas en los Alpes Australianos. Estas polillas emprenden este viaje no para reproducirse, sino para hibernar durante los calurosos meses de verano. Luego, regresan para reproducirse y morir, completando un ciclo vital sincronizado con las estaciones.

Durante miles de años, incluso los aborígenes australianos han seguido atentamente esta migración, ya que las polillas eran una fuente nutritiva de alimento. La llegada en masa de estos insectos suele coincidir con celebraciones culturales y caza estacional, en un claro ejemplo de cómo un fenómeno natural impacta la vida humana.

El misterio detrás de su precisa navegación

Durante mucho tiempo, los científicos se han preguntado cómo estas polillas logran volar en la oscuridad hacia un destino que jamás han visitado. A diferencia de las aves migratorias, las polillas nacen cada año, lo que significa que no pueden aprender la ruta de generaciones anteriores.

Estudios anteriores habían sugerido que el campo magnético de la Tierra podía desempeñar un papel orientador. Sin embargo, había un componente faltante que explicara la precisión con la que estas criaturas llegaban a los mismos refugios cada año. Ahí es donde el cielo nocturno entra en escena.

Una simulación celeste revela su secreto

Para probar esta hipótesis, los científicos colocaron polillas Bogong en un simulador de vuelo capaz de proyectar fielmente el cielo nocturno, con estrellas organizadas según las constelaciones visibles en el hemisferio sur. También se bloqueó el campo magnético terrestre para aislar variables.

El resultado fue contundente: cuando el cielo estelar era el correcto, las polillas volaban en la dirección apropiada. Pero cuando los investigadores reemplazaron el firmamento con una distribución aleatoria de estrellas, los insectos se desorientaban completamente.

Además, mediante registros de actividad cerebral, se confirmó que las neuronas de orientación de las polillas respondían intensamente a ciertas posiciones estelares. Esto sugiere que no solo sienten la disposición de las estrellas, sino que la integran en una suerte de mapa mental para navegar.

“Fue una demostración muy clara e impresionante de que las polillas realmente están usando la vista del cielo estrellado para guiar sus movimientos”, afirmó Kenneth Lohmann, experto en navegación animal de la Universidad de Carolina del Norte (UNC), quien no participó en el estudio.

¿Cómo lo logran con un cerebro tan pequeño?

Uno de los aspectos más asombrosos del estudio es la capacidad de una polilla de lograr esta navegación compleja con un cerebro más pequeño que un grano de arroz. Esta hazaña contradice las nociones preconcebidas de que solo animales con cerebros grandes y complejidades cognitivas avanzadas pueden desarrollar sentidos de orientación sofisticados.

David Dreyer, coautor del estudio y académico de la Universidad de Lund (Suecia), lo expresa de esta manera:

“Es notable que un animal con un cerebro tan diminuto pueda hacer esto.”

El hallazgo también plantea preguntas sobre las neuronas responsables de este tipo de navegación espacial en los invertebrados. Aunque los científicos aún no saben exactamente qué elementos del cielo observan —¿una franja luminosa de la Vía Láctea? ¿una combinación de constelaciones? ¿colores específicos?— está claro que hay una codificación muy precisa del entorno estelar en los cerebros de estos insectos.

La brújula estelar en el reino animal

El uso de las estrellas no es exclusividad de las polillas. Diversos estudios han documentado cómo:

  • Aves migratorias usan los patrones estelares para cruzar continentes.
  • Escarabajos peloteros utilizan la Vía Láctea como referencia para orientar sus pequeñas travesías.

Sin embargo, la polilla Bogong representa el primer caso de un invertebrado que viaja cientos de kilómetros usando el cielo nocturno. Esta singularidad la posiciona como un organismo clave para entender cómo funciona la navegación a nivel neuronal sin la intervención de estructuras cerebrales complejas.

Amenazas al viaje celestial

Como muchos fenómenos biológicos complejos, la migración de las polillas Bogong se está viendo amenazada por las actividades humanas. El cambio climático interfiere con sus ciclos al modificar las estaciones y temperaturas, cambiando los tiempos de migración. La contaminación lumínica también distorsiona las señales estelares, nublando el cielo que necesitan para orientarse.

Además, su población ha disminuido drásticamente en los últimos años. Un informe presentado en 2021 por el Departamento de Agricultura del Gobierno de Australia indicó una disminución de más del 90% en algunos lugares de descanso tradicional, atribuido a incendios forestales extremos y eventos climáticos relacionados con El Niño.

¿Qué podemos aprender de estas polillas?

Más allá de la ciencia fascinante que subyace, la historia de la polilla Bogong nos da una lección de humildad. Demuestra que la naturaleza ha evolucionado complejas estrategias de supervivencia en los lugares más inesperados del árbol evolutivo. Además, muestra cómo incluso estructuras simples pueden desempeñar tareas complejas si están afinadas por la presión evolutiva adecuada.

En un mundo cada vez más dominado por la inteligencia artificial y la sofisticación tecnológica, estas polillas nos recuerdan que hay aún muchos secretos escondidos en el comportamiento animal. Cada año, estos insectos emprenden una travesía navegada por la luz de estrellas que han existido durante millones de años, y lo hacen con una precisión comparable a la de los sistemas de navegación más modernos del ser humano.

Un llamado a la conservación estelar

Preservar el hábitat, mitigar el cambio climático y reducir la contaminación lumínica no solo beneficia a las polillas Bogong, sino a todo el ecosistema que depende de estos pequeños viajeros. Como polinizadores y parte de la cadena alimentaria, la desaparición de las Bogong tendría un efecto dominó en otras especies, incluyendo aves, reptiles y mamíferos que dependen de ellas como alimento en los Alpes Australianos.

En definitiva, la migración de las polillas Bogong no solo es una hazaña biológica, sino una narrativa cósmica donde el cielo guía a la tierra en su perpetua danza por la vida. Y ahora que sabemos su secreto, es nuestra responsabilidad velar por que esas estrellas sigan brillando libres de interrupciones humanas, para que las futuras generaciones de Bogong y otros navegantes nocturnos puedan continuar su viaje ancestral.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press