¿Estamos contagiando nuestra ansiedad a nuestras mascotas?
El vínculo emocional entre humanos y animales es profundo, pero también puede ser una vía de doble sentido cuando hablamos de estrés y salud mental
Una pareja ansiosa: humanos y mascotas
La ansiedad es un fenómeno que afecta a millones de personas en todo el mundo. Sin embargo, en esta era de estrés constante y ritmos de vida acelerados, hay un grupo más silencioso que también está sufriendo las consecuencias: nuestras mascotas.
Frankie Jackson, enfermera veterinaria registrada en el Reino Unido y consultora en comportamiento animal, ha observado un aumento significativo de la ansiedad tanto en sus pacientes humanos como en sus pacientes peludos. “Los perros son increíblemente sensibles a nuestras expresiones, lenguaje corporal y hasta nuestro olor”, comenta. “Existe una retroalimentación constante: el dueño se pone nervioso, el perro también. Nuestros niveles de cortisol —la hormona del estrés— suben y bajan al unísono”.
La pandemia: un punto de inflexión en el comportamiento animal
Según la Dra. Becky Peters, veterinaria con práctica en Nueva York, el confinamiento por COVID-19 marcó un antes y un después. Muchos animales fueron adoptados durante los años de aislamiento. El problema es que, durante sus etapas más críticas de socialización, tuvieron contacto limitado con otros animales y personas.
“Después de la pandemia, se enfrentaron a la soledad cuando sus dueños regresaron al trabajo”, explica. Este cambio abrupto generó una ola de ansiedad por separación y alteraciones conductuales, sobre todo en perros.
El resultado ha sido una generación de mascotas menos preparadas para lidiar con entornos nuevos o cambios en su rutina.
¿Amor excesivo? El lado oscuro del consuelo humano
Una respuesta común cuando vemos a nuestras mascotas ansiosas es consolarlas repetidamente con frases como “¡Estás bien!” en un tono angustiado. Sin embargo, según la Dra. Peters, este tipo de comportamiento del humano puede intensificar el problema.
“Si permanecemos tranquilos y callados, ellos también lo hacen”, indica. De hecho, nuestro comportamiento puede servir como modelo emocional para nuestras mascotas. Si proyectamos tranquilidad, ellos también lo sentirán.
El origen del malestar: entorno, estructura y necesidades no cubiertas
Muchos comportamientos problemáticos en animales son expresiones de necesidades básicas no satisfechas más que simples travesuras o “mala educación”. Una rutina desorganizada, poco ejercicio físico, o incluso una vivienda sin suficiente estímulo sensorial puede alimentar la ansiedad.
“Estamos obligando a nuestros perros a vivir en un mundo que no fue diseñado para ellos”, dice Jackson. Y no sólo es un problema urbano. Incluso en hogares amplios, la falta de estructura y objetivos puede perjudicar su salud mental.
Reconociendo las señales: lo que dicen sin hablar
Jackson señala que ciertos comportamientos como lamido excesivo, pérdida de apetito o esconderse no son simples caprichos. Son señales tempranas de estrés. Y si estas señales son ignoradas, pueden evolucionar hacia comportamientos reactivamente agresivos como ladridos constantes o incluso mordidas.
“Intentar corregir un comportamiento reactivo sólo con obediencia sin entender la causa subyacente puede agravar la ansiedad”, advierte. Primero hay que descifrar el “lenguaje emocional” del animal para intervenir correctamente.
En el caso de los gatos, estas señales pueden pasar incluso más desapercibidas. Su comportamiento más solitario y su instinto de ocultar debilidad complica el diagnóstico. Si un gato se orina fuera de su caja, se esconde o se acicala excesivamente, podríamos estar frente a un caso de ansiedad severa.
La primera parada siempre debe ser el veterinario
Cuando una mascota manifiesta ansiedad de forma repentina o extrema, siempre es recomendable visitar primero al veterinario. Existen causas físicas como dolores o alergias que pueden manifestarse en conductas extrañas.
Además, un veterinario puede indicar tratamientos complementarios o farmacológicos. Peters suele recomendar probióticos y aminoácidos como L-teanina y triptófano en perros, y para gatos productos como Feliway, que libera feromonas calmantes al ambiente.
¿La raza influye en la ansiedad?
Aunque todos los perros pueden desarrollar ansiedad, existen razas con predisposición genética más marcada. Es el caso de los perros de pastoreo y razas de trabajo, como los “border collies” y pastores alemanes. “Necesitan espacio y tareas que les ocupen física y mentalmente”, explica Peters.
Un caso concreto es el de Shelani Vanniasinkam y su perro Roo, un pastor australiano con una ansiedad tan intensa que no podía quedarse solo más de 30 minutos. Tras fracasar con métodos conductuales básicos, el veterinario les recetó Fluoxetina —conocida como 'Prozac para perros'— y Trazodona para momentos de estrés agudo. Gracias a una estrategia que combinaba medicina, entrenamiento y cambios de rutina, Roo ahora vive con mayor bienestar.
Terapia, espacio y límites: lecciones para humanos
El caso de Roo y su familia también destaca la importancia de alinear el comportamiento humano con las necesidades del animal. Vanniasinkam comenta que cambiaron su enfoque, evitaron visitas inesperadas, desconectaron el timbre y limitaron la interacción de Roo con otros perros —todo para evitar episodios de ansiedad.
Incluso recurrieron a servicios como Sniffspot, una propuesta tipo “Airbnb para perros” que permite alquilar patios privados donde los canes pueden correr libremente sin estímulos indeseados.
“Es difícil tener un perro ansioso, pero puedes encontrar una rutina que funcione”, dice Vanniasinkam. “Se trata de entender a tu perro y establecer una relación saludable para ambos”.
¿Medicación? Sí, pero no como única solución
La Dra. Peters señala que la medicación puede ser una herramienta valiosa, pero nunca debe utilizarse como única opción. Una mascota ansiosa necesita una intervención integral: espacio adecuado, rutina, ejercicio, interacción positiva, y sí, también cariño... pero del tipo correcto: sereno y consistente.
“Cuando indico medicamentos, siempre es parte de un proceso mayor de transformación del entorno y del trato”, enfatiza Peters.
Qué puedes hacer si tienes una mascota ansiosa
- Consulta a un veterinario para descartar causas médicas.
- Observa las señales de estrés: lamido excesivo, escondites, cambios en la alimentación.
- Modifica tu comportamiento: evita el refuerzo del miedo con abrazos o palabras nerviosas.
- Establece rutinas claras y mantén una agenda predecible.
- Crea un ambiente enriquecido: juguetes, actividades, estimulación sensorial.
- Consulta a un etólogo o conductista certificado.
Una mascota ansiosa no significa una condena. Con comprensión, paciencia y las herramientas adecuadas, no sólo puedes mejorar su calidad de vida, sino también la tuya. Al fin y al cabo, compartir la vida con un animal es una relación en la que ambas partes se moldean y afectan mutuamente. Si quieres un hogar más feliz, empieza por cuidar también de la salud mental del miembro más peludo de la familia.