“28 Años Después”: El cine de zombies como espejo de una Europa post-Brexit
Danny Boyle regresa con una tercera entrega de su saga apocalíptica, mezclando temas de supervivencia, política y un coming-of-age sorprendentemente profundo
Una franquicia tan tenaz como el virus que retrata
En 2002, Danny Boyle y Alex Garland reescribieron las reglas del horror contemporáneo con “28 Días Después”, una historia post-apocalíptica que anticipó, con escalofriante precisión, tanto el miedo pandémico como el resurgimiento de los zombies veloces. Más de dos décadas después, regresan con “28 Años Después”, una tercera entrega que busca expandir el universo iniciado en aquella distopía británica.
Pero el nuevo filme no sólo continúa una historia de infección y colapso social. Es también una meditación sobre reclusión, aislamiento geográfico y los efectos del nacionalismo exacerbado. En esta reseña, exploraremos el atrevido enfoque visual y temático de Boyle para explicar por qué “28 Años Después” logra capturar el espíritu de la época, aunque tropiece en su ejecución narrativa.
Un virus prestado del pasado, una trama anclada en el presente
Si bien tras nuestra vivencia reciente con la COVID-19 podríamos suponer que esta nueva cinta abordaría de lleno las resonancias de una pandemia real, Boyle elige otro camino mucho más político: Brexit. En el filme, el Reino Unido se ha convertido en una zona de cuarentena, aislada del resto del mundo, lo que lo convierte en un microcosmos ideal para explorar dinámicas de poder, miedo y sobrevivencia.
Así, más allá de ser una alegoría viral, “28 Años Después” se convierte en una parábola de una nación que eligió el aislamiento y ahora vive las consecuencias en forma de autarquía medieval. La historia se centra en Spike (Alfie Williams), un niño de 12 años que vive en una isla desconectada del mundo, junto a su padre (Aaron Taylor-Johnson) y su madre enferma (Jodie Comer).
Estética de guerra filmada con iPhones
Boyle vuelve a empujar los límites visuales del cine de género al rodar la mayoría del metraje con teléfonos iPhone. El resultado es una estética de urgencia, íntima y a veces caótica. La decisión es coherente con una trama donde la civilización ha tropezado y retrocedido cien años en términos de infraestructura y organización social.
Se nota aquí la mano de Anthony Dod Mantle, director de fotografía que ya colaboró con Boyle en “Slumdog Millionaire” y que vuelve a retorcer los códigos visuales tradicionales para reforzar el carácter fragmentado y disfuncional del nuevo orden post-británico.
Una historia de madurez en tierra de nadie
Lo más sorprendente de “28 Años Después” es que, pese a su estética rota y su narrativa dislocada, esconde una joya: su dimensión como coming-of-age. Spike comienza a interrogar el patriarcado machista de su padre y decide emprender una odisea para salvar a su madre, cruzando el terreno dominado por los infectados.
En uno de los pasajes más simbólicos, se encuentra con un médico errante interpretado por Ralph Fiennes, envuelto en llamas y extravío mental, mientras otro personaje, un soldado sueco de la OTAN, encarna la intervención internacional estancada y simbólicamente naufragada.
“Zombies” lentos que ya no son una amenaza, sino un espejo
Boyle insiste en que los infectados de su saga no son zombies, y en esta entrega amplía sus características. Algunos permanecen como veloces depredadores, pero otros han devenido en “Slow-Lows”: figuras degradadas, prácticamente resignadas a gatear por el barro y alimentarse de lombrices. Una imagen poderosa que representa a una población infectada por el miedo, paralizada por las circunstancias.
Este cambio metafórico añade matices de reflexión sobre la decadencia humana más allá del horror sangriento. Por momentos, el filme recuerda más a una tragedia griega o una fábula moral que a un filme tradicional del género.
Crítica al excepcionalismo británico
Una de las ideas más interesantes que se filtran en “28 Años Después” es una crítica al nacionalismo británico post-Brexit. Los personajes sobreviven en una isla literal y simbólica, abrazando relatos heroicos que se desmoronan al enfrentarse con la realidad. Como diría Spike: “Todos mienten, mamá”.
El padre que se ve a sí mismo como protector es esencialmente un fanático del orden, obsesionado con reconstruir una tradición que ya no existe, pasada por la licuadora de la catástrofe. Su figura recuerda, en ocasiones, al votante más rancio del Brexit: nostálgico, ingenuo y peligrosamente convencido de su propia importancia.
Boyle sigue empujando los bordes de lo posible
Pese a su irregularidad, hay algo admirable en el compromiso artístico de Danny Boyle. Podría conformarse con reciclar la fórmula de los zombies o hacer un blockbuster pulido. Sin embargo, prefiere agitar al espectador, incluso si eso significa crear una película “irregular”, como han señalado algunos críticos. La apuesta no es por la perfección, sino por la relevancia.
La prueba de ese compromiso radical es que la saga ya tiene una próxima entrada en camino: “28 Days Later: The Bone Temple”, dirigida por Nia DaCosta, conocida por “Candyman”. Además, “28 Años Después” sería la primera de una nueva trilogía que Boyle desea supervisar parcialmente.
¿Una película fallida, o necesaria?
En tiempos de blockbusters vacíos y superhéroes por doquier, “28 Años Después” ofrece una rara combinación de profundidad y brutalidad. No es para todos los gustos, ni pretende ser un producto fácil de digerir. Pero su apuesta por mostrar una visión alternativa del horror, más introspectiva y menos efectista, es digna de respeto.
En palabras del director: “Lo perfecto es enemigo de lo necesario”. Puede que esta película no sea perfecta, pero sí es profundamente necesaria.