Kenia contra la brutalidad policial: ¿el inicio de un cambio o más de lo mismo?

La impactante imagen de un vendedor baleado en Nairobi reaviva la indignación por décadas de abusos policiales. La reacción popular y las promesas oficiales vuelven a chocar con la realidad en las calles kenianas.

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NAIROBI, KENIA – Una imagen vale más que mil palabras, pero algunas valen tanto como una historia completa. Lo que ocurrió en Nairobi el pasado martes 17 de junio ha estremecido a la nación africana y al mundo.

Un fotógrafo capturó con su lente la secuencia brutal y directa de un policía keniano disparando a un civil a quemarropa en plena calle. El civil, aparentemente un vendedor ambulante, quedó tendido en la acera aún sosteniendo un paquete de mascarillas que vendía para sobrevivir.

Una violencia policial difícil de ignorar

La imagen de un policía que dispara a un ciudadano desarmado y claramente no violento ha encendido las redes sociales, los medios locales y las calles de Nairobi. Aunque históricamente se han denunciado abusos por parte de los cuerpos de seguridad en Kenia, la claridad de este acto —frente a las cámaras— no deja dudas ni espacio para la negación.

La víctima, que sobrevivió al disparo y fue trasladada a un hospital de Nairobi, no fue la única persona herida durante las manifestaciones de ese día. No obstante, su imagen ha pasado a ser simbólica de todos ellos, un recordatorio vivido del terror que aún ejercen algunos sectores de la policía keniana.

Las promesas incumplidas de William Ruto

El actual presidente, William Ruto, ha prometido en múltiples ocasiones reformar el sistema policial y erradicar la brutalidad gubernamental. Sin embargo, estos hechos dejan en entredicho sus compromisos. Aunque la policía emitió un comunicado informando del arresto del agente involucrado, la indignación pública exige más que un simple arresto: exige cambios estructurales.

La policía tiene que rendir cuentas. No podemos vivir con miedo de quienes supuestamente nos protegen”, expresó Linet Njeri, activista por los derechos humanos en Nairobi.

Una historia de represión sistemática

La brutalidad policial en Kenia no es un fenómeno nuevo. Desde la época colonial británica, pasando por los años de dictadura y hasta ahora, los cuerpos de seguridad han sido criticados por su uso excesivo de la fuerza, especialmente durante protestas y elecciones.

  • En 2007, durante las elecciones presidenciales, más de 1,000 personas murieron, muchas a manos de la policía.
  • En 2020, en pleno confinamiento por el COVID-19, hubo al menos 15 personas asesinadas por fuerzas del orden durante la aplicación del toque de queda.
  • Según el International Justice Mission, al menos 3,000 kenianos han sido víctimas de ejecuciones extrajudiciales desde 2013.

Y sin embargo, pocas veces se ha documentado con tanto detalle y evidencia gráfica un caso como el ocurrido el martes.

¿Qué motiva la violencia institucional?

Expertos señalan varios factores:

  1. Impunidad institucional: Pocas investigaciones llegan a procesos penales, y menos aún a condenas.
  2. Falta de entrenamiento: Los agentes reciben formación mínima en derechos humanos y resolución pacífica de conflictos.
  3. Corrupción: Existe una cultura de silencio dentro de las fuerzas armadas, alimentada por sobornos y encubrimientos.
  4. Desigualdad socioeconómica: Las tensiones entre clases sociales alimentan estigmas que criminalizan la protesta ciudadana.

La protesta no se detiene

El asesinato del bloguero keniano Kibet Wanjala a principios de junio, quien murió en custodia policial tras haber sido acusado por difamación, fue el detonante principal de las últimas protestas. Su caso encendió la chispa de indignación que derivó en la histórica manifestación del martes.

Ahora, con el nuevo caso del vendedor ambulante herido, las convocatorias para nuevas protestas han crecido. Se ha fijado la fecha del próximo gran encuentro ciudadano para el 24 de junio, una jornada que promete ser significativa en la lucha contra la violencia estatal.

¿Es esto la Primavera Keniana?

Muchos en redes sociales y medios internacionales ya se preguntan si estos sucesos marcarán el inicio de una primavera africana en Kenia. Las comparaciones surgen al recordar cómo comenzó la Primavera Árabe: con la autoinmolación de Mohamed Bouazizi, un vendedor tunecino acosado por la policía, en 2010. Un acto individual que desató una revolución.

“Hoy no pudimos respirar porque alguien pensó que tener poder lo hacía dueño de nuestras vidas. Pero mañana vamos a gritar por todos los que silenciaron”, escribió en X el activista Boniface Mwangi, una de las voces más influyentes contra el abuso estatal.

La narrativa oficial tambalea

El gobierno se encuentra en una encrucijada. Mientras sectores oficiales intentan calmar los ánimos prometiendo justicia, otros en el poder temen admitir la magnitud de un problema estructural que podría erosionar la legitimidad del Estado mismo.

El Ministro del Interior keniano, Kithure Kindiki, no ha emitido una declaración contundente. Solo se ha limitado a prometer “una revisión del protocolo de actuación policial”. Para la ciudadanía, esto suena a otra frase vacía.

¿Qué pide la ciudadanía?

Los manifestantes han elaborado un pliego con cinco demandas:

  • La identificación pública y el juicio inmediato del policía que disparó.
  • Una comisión independiente para investigar las muertes recientes ligadas a custodia policial.
  • Reformas obligatorias en el entrenamiento y monitoreo policial.
  • Reparaciones a las víctimas y sus familias.
  • Garantías para el derecho a la protesta pacífica.

No es casual que estas exigencias recuerden a iniciativas como Black Lives Matter. De hecho, algunos carteles en Nairobi podían leerse con frases como “Our Lives Matter” o “No Justice, No Peace”.

El papel de la sociedad civil y los medios

Organismos como Amnistía Internacional y Human Rights Kenya han documentado decenas de casos de violencia estatal. Los medios kenianos, por su parte, han comenzado a resquebrajar el cerco de silencio institucional gracias a la presión ciudadana y el impacto de las imágenes capturadas el martes.

“La historia nos está mirando”, tuiteó Caroline Mwende, periodista de The Nation. “Y esta vez, tenemos la película completa. No hay manera de fingir que no vimos.”

¿Cambio o repetición?

La gran pregunta es si este será el caso que finalmente marque un antes y un después en la historia de Kenia. En un país donde la violencia policial ha sido normalizada, las imágenes que todos vieron podrían generar el cambio que tanto se necesita. Pero también existe el peligro de que el ciclo de promesas y represión se repita una vez más.

Lo que está claro es que la ciudadanía ha despertado. Y, con o sin el beneplácito del poder político, exigirá justicia una vez más.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press