Bañarse en el Spree: El renacer acuático en Berlín a cien años de su histórica prohibición

La lucha de los berlineses por recuperar el río Spree como espacio público para nadar expone un conflicto entre memoria urbana, ecología, justicia climática y el futuro de las ciudades

El corazón de Berlín ha reabierto el debate sobre uno de sus recursos más emblemáticos: el río Spree. Después de cien años de estar prohibido nadar en sus aguas debido a la contaminación, la ciudadanía, liderada por el colectivo Fluss Bad Berlin, se lanza –literal y simbólicamente– a recuperar este espacio fluvial para el uso público, la recreación y la justicia ambiental. El Spree podría convertirse no solo en una piscina urbana, sino también en símbolo de una transformación cultural.

Un siglo sin chapuzones: ¿por qué se prohibió nadar en el Spree?

En 1925, las autoridades de Berlín decretaron la prohibición de bañarse en el Spree, un río que en esa época era poco más que un canal de residuos, declarado insalubre por el grado alarmante de contaminación industrial que representaba un riesgo sanitario para la población. Aquel veto urbano también implicó el cierre de las clásicas Flussbäder (piscinas fluviales).

La decisión afectó principalmente a los sectores más empobrecidos, cuyas viviendas carecían de baños. Las piscinas en el río no solo ofrecían recreación veraniega, sino oportunidades esenciales de higiene.

Fluss Bad Berlin: nadar como forma de protesta

El 17 de junio de 2025, alrededor de 200 personas se lanzaron al canal del Spree en el histórico barrio de Mitte frente a la catedral de Berlín y la Isla de los Museos. La escena fue festiva, pero lejos de ser un acto espontáneo, fue una manifestación registrada oficialmente para eludir la prohibición vigente.

Queremos devolver el río a las personas para su uso recreativo”, declaró Jan Edler, del colectivo Fluss Bad Berlin, que impulsa el proyecto de legalizar la natación en un tramo de casi dos kilómetros del canal, donde no hay tráfico de embarcaciones. El objetivo no es reabrir todo el río al baño, al menos no por ahora, sino comenzar con una sección segura y visualmente icónica.

La calidad del agua se ha mejorado significativamente durante la última década. Actualmente, se realizan monitoreos constantes y, excepto en días de lluvias intensas que provocan desbordamientos residuales, el Spree cumple con los criterios para nadar durante la temporada de verano.

Ciudades que se reconcilian con sus ríos

El caso de Berlín no es aislado. En los últimos años han surgido iniciativas similares en distintas ciudades europeas:

  • París: Reabrió sectores del Sena para los Juegos Olímpicos de 2024 y planea mantenerlos abiertos al público en verano.
  • Viena: Permite nadar en áreas designadas del canal del Danubio.
  • Basilea: Tiene zonas oficiales de baño en el Rin.
  • Ámsterdam: Ha autorizado natación en determinados canales por su creciente calidad del agua.

Berlín, sin embargo, se ha rezagado. A pesar de su cultura alternativa y enfoque ambiental progresista, su Spree sigue bajo un régimen de prohibición centenaria, anclado en una visión decimonónica de lo urbano.

Desafíos estructurales y patrimoniales

Legalizar la natación en el Spree no es tan sencillo como levantar una ordenanza. Algunos obstáculos se interponen:

  • Protección de patrimonio: Muchas secciones del canal están catalogadas como bienes históricos, lo que complica las obras necesarias para facilitar el acceso al río.
  • Seguridad: Se deben establecer zonas protegidas ante el peligro de tráfico fluvial, vigilancia mediante salvavidas y sistemas de señalización.
  • Variabilidad de calidad del agua: Las lluvias intensas pueden temporariamente aumentar la carga bacteriana debido al desborde de aguas residuales mixtas.

A pesar de ello, el distrito central Berlin-Mitte ha expresado su voluntad política de establecer una zona de baño legal desde 2026. “Hay muchos asuntos por esclarecer, pero soy optimista de que tendremos éxito”, señaló el concejal Ephraim Gothe.

Berlín bajo el calor: una necesidad urgente

Con el cambio climático, las temperaturas estivales en Berlín se han vuelto cada vez más agobiantes. La ciudad, con una población de casi 4 millones, cuenta con pocas piscinas públicas y las existentes colapsan en días de calor extremo.

Las ciudades están cada vez más calientes”, dijo Jan Edler, “y es una cuestión de justicia ambiental brindar opciones para refrescarse dentro del entorno urbano a quienes no tienen la oportunidad de escapar al campo”.

Este argumento se alinea con el concepto contemporáneo de infraestructura verde y azul, que busca integrar vegetación y agua en las ciudades para combatir las islas de calor, mejorar la salud mental y física, y promover la equidad social.

Del símbolo industrial al oasis urbano

Históricamente, los ríos en las ciudades fueron vistos como vertederos naturales. En el siglo XIX y buena parte del XX, el Spree era un nodo logístico, contaminado por fábricas, carbón y desechos urbanos.

Pero esa narrativa ha cambiado. Muchas ciudades están redescubriendo sus cuerpos de agua como activos culturales, ecológicos y afectivos. En ese contexto, el Spree tiene el potencial de convertirse en un símbolo de renacimiento urbano participativo.

El turismo y la nueva identidad fluvial

La apertura controlada del Spree al baño podría impulsar la economía local: más visitantes, negocios fluviales, activismo cultural y eventos deportivos.

Además, sería una oportunidad para dar una vuelta de tuerca al turismo en Berlín. En vez del clásico autobús turístico, ¿por qué no promocionar una experiencia de baño entre la Catedral de Berlín y la Isla de los Museos? Imaginemos —una postal moderna berlinesa—: el visitante tomando el sol junto al busto de Nefertiti tras un chapuzón en el canal.

¿El fin de la ‘piscina prohibida’?

La historia del Spree y el movimiento para devolverle su vocación pública invitan a pensar más allá de la normatividad urbana. ¿Qué pasaría si reconociéramos nuestros ríos no como elementos peligrosos que requieren ser cercados, sino como elementos vitales que deben ser integrados a la vida colectiva?

A cien años de su prohibición, los berlineses se lanzan de nuevo al agua, pero esta vez con una consigna más sólida que la de pasar calor: Reivindicar el agua como derecho urbano, como paisaje emocional y como símbolo de una ciudad que evoluciona con su gente.

Y así, el Spree ya no es solo un río. Se transforma en una pregunta: ¿De quién es la ciudad?

Este artículo fue redactado con información de Associated Press