Ayuda humanitaria en zonas de guerra: ¿humanitarismo o negocio político-militar?
El uso creciente de contratistas militares y exagentes de inteligencia en la distribución de alimentos en conflictos como Sudán del Sur o Gaza genera alarma entre organizaciones humanitarias
Por décadas, la ayuda humanitaria ha sido un esfuerzo internacional guiado por principios de neutralidad, independencia y humanidad. No obstante, el surgimiento de empresas privadas dirigidas por exmilitares y exagentes de inteligencia estadounidenses que ahora operan en zonas de guerra repartiendo alimentos, ha provocado una fuerte polémica alrededor del futuro de la ayuda internacional en contextos de conflicto.
De la inteligencia a la ayuda alimentaria: el caso de Fogbow en Sudán del Sur
En Sudán del Sur, una nación azotada por años de guerra civil desde su independencia de Sudán en 2011, la empresa estadounidense Fogbow —fundada por veteranos de la CIA y el Departamento de Defensa— ha comenzado a realizar lanzamientos aéreos de ayuda alimentaria. Uno de sus vuelos recientes arrojó 16 toneladas de granos, maíz y sal sobre la localidad de Nasir, donde los residentes se habían visto obligados a huir por enfrentamientos en marzo.
Desde la pista de aterrizaje en Juba, Michael Mulroy, presidente de Fogbow, defendió su labor: “Queremos ser una fuerza humanitaria”, aseguró. Sin embargo, admitió que los lanzamientos fueron financiados por el gobierno de Sudán del Sur, considerado ampliamente como uno de los más corruptos del mundo. Organismos como el Consejo Noruego para los Refugiados temen que esta colaboración entre gobiernos en conflicto y contratistas con motivaciones comerciales derive en una instrumentalización de la ayuda como arma de guerra.
Militarización de la ayuda y preocupaciones éticas
Una crítica que se repite entre trabajadores de organizaciones no gubernamentales es que estas operaciones carecen de neutralidad y transparencia. Aunque Fogbow afirma trabajar conjuntamente con el Programa Mundial de Alimentos (PMA), la directora del organismo en Sudán del Sur, Mary-Ellen McGroarty, aclaró en una declaración que “el PMA no está involucrado en la planificación, dirección o distribución de los alimentos lanzados por Fogbow”.
La organización humanitaria Oxfam ha sido igualmente contundente. “No se trata de tirar comida desde un avión y esperar que las cosas se solucionen”, dijo Scott Paul, uno de sus directores. Insistió en que el enfoque debe ser integral y sensible a las dinámicas sociales, culturales y políticas del terreno.
Gaza: control mediante comida
En la conflictiva Franja de Gaza, otro actor privado estadounidense, Safe Reach Solutions, dirigido también por exagentes de inteligencia estadounidenses, colabora con una ONG estadounidense llamada Gaza Humanitarian Foundation. Esta entidad, con respaldo israelí, ha comenzado a administrar sitios fijos de distribución de comida en el sur de Gaza, en línea con el plan del primer ministro israelí Benjamin Netanyahu de concentrar a la población allí para “liberar” otras zonas para operaciones militares.
Desde que comenzaron estas operaciones en mayo, cientos de palestinos han muerto o han sido heridos al intentar llegar a estas zonas controladas, según el Ministerio de Salud de Gaza. Testigos aseguran que las fuerzas israelíes disparan regularmente hacia las multitudes para controlar el acceso.
Un modelo impulsado por intereses comerciales
El involucramiento de contratistas privados, motivados por intereses comerciales, representa un riesgo que exacerba las desigualdades dentro del conflicto, advirtió Jan Egeland, director ejecutivo del Consejo Noruego para los Refugiados. “Cuando uno de los bandos define dónde, cómo y a quién se da la ayuda, inevitablemente se favorece a algunas comunidades sobre otras”, afirma.
El problema es aún más profundo cuando se considera el cambio de paradigma impulsado por el gobierno estadounidense. “¿Por qué EE. UU. apoya ahora lo que rechazó durante generaciones en cualquier otra zona de guerra?”, se pregunta Egeland, en referencia al respaldo implícito de Washington en Gaza.
Críticas desde la sociedad civil sudanesa
En Sudán del Sur, las organizaciones locales también expresan su preocupación. Edmund Yakani, de la organización Empowerment for Progress Organization, declaró: “No queremos un espacio humanitario que sea manipulado por actores militares bajo el disfraz de una operación de ayuda”.
En su defensa, Fogbow insiste en que han buscado colaboración con organismos internacionales y que dejarían de operar si descubren que su trabajo beneficia a actores armados. Sin embargo, la falta de rendición de cuentas y la opacidad financiera siembran dudas sobre tales afirmaciones.
¿Humanitarismo o proxy de guerra?
La tendencia apunta a un modelo híbrido de ayuda militarizada con fines estratégicos. Para figuras como Mark Millar, exasesor humanitario de la ONU y Reino Unido, este modelo “erosiona la línea entre el conflicto armado y la asistencia humanitaria”.
Millar agrega que las empresas privadas como Fogbow y Safe Reach tienen incluso menos compromiso ético con los principios humanitarios. “Una vez que se les da entrada, casi nunca rinden cuentas”, alertó.
El riesgo de la desaparición del humanitarismo neutral
Históricamente, la neutralidad ha sido piedra angular de la ayuda humanitaria. Dejarla de lado en favor de operaciones conducidas con fines políticos o comerciales representa un quiebre profundo del pacto moral y ético que rige la asistencia en contextos de conflicto.
Las implicaciones de este nuevo paradigma podrían cambiar la naturaleza misma de las emergencias humanitarias. Sin una estructura de protección basada en la independencia y la inclusión, hay peligro de que la ayuda se convierta en otro instrumento de guerra, donde comer depende del bando con el que te identifiques.
En palabras de Scott Paul: “El hambre no debería ser utilizado como táctica militar”. Pero en el nuevo orden de la ayuda global, esa línea se vuelve cada vez más difusa.