El G7 en la cuerda floja: entre conflictos globales y un Trump impredecible
La cumbre en Kananaskis se convierte en escenario de tensiones geopolíticas, mientras el expresidente Trump socava el consenso internacional
Una cumbre marcada por la ausencia anticipada
El pasado lunes 16 de junio, los líderes del Grupo de los Siete (G7) se reunieron en la localidad canadiense de Kananaskis con intenciones de proyectar unidad frente a varias crisis geopolíticas. Sin embargo, la realidad resultó ser otra: la salida anticipada del presidente Donald Trump desestabilizó los objetivos de la cumbre y dejó en evidencia las profundas divisiones dentro del bloque de países más ricos del mundo.
Una G7 fracturado ante el conflicto Irán-Israel
Apenas un día antes de lo previsto, Trump abandonó la cumbre argumentando: “Tengo que regresar, es muy importante”. Esta decisión coincidió con uno de los momentos más tensos en el conflicto entre Israel e Irán, luego de que Tel Aviv lanzara una ofensiva aérea como respuesta a ataques con drones y misiles iraníes. Desde Washington, Trump ordenó la evacuación urgente de la ciudad de Teherán, aumentando la incertidumbre global sobre la posible implicación militar de EE. UU.
“Todos deben evacuar Teherán inmediatamente”, escribió Trump en su red social Truth Social. Sus palabras generaron alarma entre los líderes del G7, quienes intentaban redactar una declaración conjunta pidiendo un alto al fuego en Gaza y una desescalada de las tensiones en Oriente Medio.
Irán y el espectro nuclear
Uno de los temas centrales del G7 fue el programa nuclear iraní. En una declaración conjunta, que resultó ser uno de los pocos logros diplomáticos concretos de la cumbre, los líderes afirmaron que “Irán nunca debe poseer un arma nuclear”. Esta frase ha sido una constante en los comunicados occidentales sobre Teherán, pero cobra un matiz crítico en el contexto actual.
El canciller alemán, Friedrich Merz, indicó que su país trabajará en una propuesta clara de comunicado final que establezca líneas rojas para el programa nuclear iraní y evite una “carrera hacia el Armagedón”, como lo calificó un diplomático europeo.
Ucrania: un tema que divide
El segundo foco de tensión fue la guerra en Ucrania. Mientras el resto de los líderes—incluidos Reino Unido, Alemania, Francia, Italia, Japón y Canadá—se mantenían firmes en su apoyo a Kiev, Trump se mostró evasivo. “Solo me preocupo por salvar vidas”, respondió ante una pregunta sobre si apoyaba a Rusia.
Vale recordar que Trump ha criticado la decisión del G7 de expulsar a Rusia tras la anexión de Crimea en 2014 y ha insinuado que dicha medida provocó la guerra. Volodymyr Zelenskyy, presidente de Ucrania, tenía prevista una reunión con Trump que nunca ocurrió debido a la retirada anticipada del expresidente estadounidense.
Trump, el disruptor de la diplomacia multilateral
Durante su estadía en Kananaskis, Trump dejó en claro su estilo unilateral. A pesar de firmar un marco comercial renovado con el Reino Unido (anunciado previamente en mayo), impuso altísimos aranceles: 50% en acero y aluminio, 25% en automóviles y un 10% general a la importación de otros productos.
“El comercio británico está bien protegido porque me agradan, esa es su máxima protección”, declaró Trump, mezclando diplomacia con favoritismo personal. Además, se negó a implementar nuevas sanciones contra Rusia a menos que Europa lo hiciera primero, aduciendo que “una sanción cuesta muchísimo dinero a EE. UU.”.
Macron, Carney e Starmer: el eje del consenso europeo
Frente a la imprevisibilidad de Washington, Emmanuel Macron (Francia), Mark Carney (Canadá) y Keir Starmer (Reino Unido) intentaron llenar el vacío y preservar el sentido original del G7: coordinar políticas económicas, de seguridad y diplomáticas entre grandes democracias liberales.
Aunque los resultados fueron limitados, acordaron intensificar los aranceles contra Moscú con la esperanza de llevar al Kremlin a la mesa de negociaciones. En palabras de Starmer: “No perderemos nuestra brújula moral por un desinterés temporal”.
Una cumbre en el contexto de múltiples crisis
Esta edición del G7 ocurrió mientras el mundo se encuentra en una encrucijada peligrosa: el conflicto Israel-Irán amenaza con extenderse, la guerra en Ucrania sigue estancada y las tensiones comerciales entre potencias podrían desembocar en una recesión económica global.
Recordemos que el G7 tiene una larga trayectoria. Fundado en 1975 como un foro informal de las naciones más industrializadas, el grupo incluye a EE. UU., Reino Unido, Francia, Alemania, Italia, Canadá y Japón. En las últimas décadas, ha sido criticado por su falta de acción real y por excluir a gigantes emergentes como China o India.
Sin embargo, según el canciller alemán Friedrich Merz, “si el G7 no lidera el orden internacional, alguien más lo hará, y posiblemente no con los mismos valores”.
¿Qué viene ahora?
Los analistas advierten que el abandono de Trump subraya algo más profundo: la alianza occidental es más frágil de lo que parece. Las elecciones en EE. UU. se acercan, y la posibilidad de un nuevo mandato de Trump genera nerviosismo no sólo en Bruselas y Berlín, sino en todo el sistema multilateral.
Además, el conflicto en Medio Oriente está lejos de resolverse. Con Israel lanzando ataques de represalia y Teherán prometiendo responder, los riesgos de una escalada regional son reales. Los mercados ya reaccionaron: el precio del petróleo subió un 9% en dos días (según Bloomberg), y las bolsas experimentaron retrocesos significativos.
Un nuevo orden multipolar… ¿sin EE. UU.?
El hecho de que Trump minimizara los temas multilaterales refleja una tendencia creciente: el declive del orden liberal liderado por Occidente. Otros actores como China, India y Turquía están ganando protagonismo en foros alternativos como los BRICS o la Organización de Cooperación de Shanghái.
Mientras tanto, la ausencia de liderazgo estadounidense en compromisos internacionales clave, como la protección del clima, la no proliferación nuclear o los principios democráticos, crea un vacío difícil de llenar. Algunos líderes hablaron en Kananaskis de invitar formalmente a la India a futuras cumbres, dadas las ausencias simbólicas de Washington.
¿Cumbre de líderes o escenario de campaña?
La cumbre del G7 también fue un reflejo de la campaña no oficial de Trump para las elecciones de 2028. La ofensiva contra los acuerdos globales, su estilo transaccional y el ataque constante a sus aliados tradicionales parecen más dirigidos a fortalecer su base electoral que a resolver crisis internacionales.
Esto no es nuevo. Ya en 2018, Trump abandonó la cumbre del G7 en Quebec antes de firmar el comunicado final. En aquella ocasión, acusó a Canadá de imponer tarifas injustas y retiró su firma del documento mientras volaba rumbo a Singapur para encontrarse con Kim Jong-un.
Ahora, la historia se repite, pero con un telón de fondo aún más crítico: dos guerras activas, una economía global al borde de una desaceleración grave y la amenaza latente de un conflicto nuclear.