Asesinato político en Minnesota: ¿Qué nos revela el caso de Vance Boelter sobre la polarización en Estados Unidos?

El atentado mortal contra figuras demócratas expone los vínculos peligrosos entre fanatismo religioso, radicalización política y acceso a armamento en EE. UU.

Un crimen con motivación política que sacude a Minnesota

Vance Luther Boelter, un hombre de 57 años con antecedentes como pastor evangélico y contratista de seguridad, está en el centro de un caso que ha estremecido a los Estados Unidos. Acusado de asesinar a la ex presidenta de la Cámara de Representantes del estado de Minnesota, Melissa Hortman, y a su esposo, Boelter lanzó un ataque armado que también dejó heridos a otros políticos locales. Las autoridades han calificado el hecho como un asesinato políticamente motivado.

El ataque, que ocurrió el sábado en las afueras de Minneapolis, desencadenó una intensa búsqueda multilateral y encendió alarmas sobre el aumento del extremismo doméstico vinculado a motivaciones religiosas y afiliaciones políticas extremas. Lo que inicialmente parecía un hecho aislado, pronto se reveló como un posible atentado premeditado contra líderes estatales conocidos por su apoyo al derecho al aborto.

¿Quién es Vance Boelter?

Boelter no era una figura pública, pero sí un hombre con una trayectoria compleja. Empresario, ex misionero en África, doctor en liderazgo y propietario de una compañía de seguridad privada. Se presentó a sí mismo como defensor de valores cristianos y conservadores. Sin embargo, bajo esa fachada, guardaba un resentimiento cada vez más radicalizado hacia las políticas progresistas.

Durante una estadía en la República Democrática del Congo en 2023, Boelter actuó como predicador evangélico, y en sus sermones –grabados en línea– expresó su visión del aborto como una abominación que "muchas iglesias ignoran". Aunque estos discursos no eran incendiarios per se, mostraban un discurso moralista que identifica al abortismo como una señal del "decadente estado" de Estados Unidos.

Las señales que pasaron desapercibidas

Boelter mantenía un perfil aparentemente normal ante sus conocidos en Minnesota. Según Paul Schroeder, amigo desde hace años, nunca mostró signos de fanaticismo. "Era un conservador más, no fanático. Nunca me habló de aborto", recordó.

Sin embargo, en privado y en círculos más reducidos, sus posturas parecían radicalizarse. Boelter fundó una organización religiosa llamada Revoformation Ministries junto con su esposa, y años después creó una empresa de seguridad, Praetorian Guard Security Services, que operaba vehículos con estética policial y ofrecía servicios armados.

En su sitio web, quedaba clara su inclinación hacia lo táctico y lo paramilitar: imágenes de hombres con chalecos antibalas, portaarmas y autos con diseños similares a los de las fuerzas del orden, proyectaban una visión de "seguridad" más cercana a la milicia privada que a una empresa convencional.

La conexión política: objetivo demócrata

La redada del vehículo de Boelter reveló un detalle inquietante: junto a tarjetas de propaganda contra Trump y un cuaderno con nombres de legisladores, se encontraron también apuntes sobre activistas de derechos reproductivos y funcionarios de salud. Los asesinados y atacados estaban en esa lista.

Melissa Hortman y el senador estatal John Hoffman –quien sobrevivió al ataque pero resultó herido junto a su esposa– eran defensores activos de los derechos reproductivos en Minnesota. Su vínculo anterior con Boelter surgía de su participación conjunta en una junta de desarrollo laboral del estado, lo cual podría haber facilitado el conocimiento personal entre ellos.

Todo apunta a que el crimen fue calculado. En mensajes previos al tiroteo, Boelter mandó palabras de despedida a sus compañeros de casa: “Puede que esté muerto pronto... los quiero mucho”. Un mensaje que parece una confesión anticipada.

El factor religioso y el fanatismo latente

Este caso se enlaza con una tendencia cada vez más alarmante en EE. UU.: el uso de la religión como justificación para la violencia política. Aunque Boelter no era abiertamente violento, sus discursos mostraban un fuerte desdén hacia lo que consideraba el ocaso moral de su país.

La coincidencia entre su marco religioso extremo, su desaprobación del aborto, su afiliación conservadora y su simpatía por Trump no indica causalidad automática. Pero combinadas, estas características generan un caldo de cultivo fértil para la radicalización. Más aún si la persona se siente frustrada laboral o financieramente, como parecía ser el caso tras su regreso de África.

Según el Southern Poverty Law Center, 2023 fue el año con más alto registro de grupos extremistas activos en EE. UU., con más de 1,200 organizaciones relacionadas con ideologías supremacistas blancas, antiinmigrantes o profundamente religiosas operando en el país.

El compromiso con la seguridad: ¿falso altruismo o fachada táctica?

Boelter dejó un cargo bien remunerado en la industria alimentaria para reinventarse como empresario armado. Su empresa no estaba registrada como una fuerza policial pero imitaba su estética operativa. Esta ambigüedad permite que individuos sin autoridad legal ejerzan funciones de "vigilancia" cerca del límite de la legalidad.

Una preocupación reciente es el auge de grupos tipo milicia privada bajo la fachada de compañías de seguridad, comúnmente ligadas con ideologías antidemocráticas. En muchos estados, las regulaciones son escasas o poco exigentes para quienes fundan este tipo de negocios.

¿Qué podemos aprender? Una sociedad al borde

Este ataque reabre un debate urgente sobre el estado del discurso político en Estados Unidos. La polarización ha alcanzado un punto donde la violencia se convierte en herramienta de expresión para algunos extremos de la sociedad. Y no es un fenómeno aislado. Desde el asalto al Capitolio en 2021, hasta múltiples tiroteos vinculados a ideologías ultraconservadoras, EE. UU. enfrenta un grave peligro: el cruce entre fanatismo religioso, radicalización política y violencia armada.

Boelter ni siquiera hizo amenazas públicas previas. Esta ausencia de señales visibles pone en jaque la efectividad del monitoreo actual sobre individuos potencialmente peligrosos. Como señaló Drew Evans, superintendente de la Oficina de Investigación Criminal de Minnesota, “buscamos respuestas fáciles en problemas complejos”.

Mientras tanto, los líderes políticos y religiosos deben reflexionar: ¿Están contribuyendo a calmar los ánimos o a encenderlos más?

La violencia no nacería del vacío. Nace de palabras, discursos y climas sociales que permiten que personas como Vance Boelter sientan que están cumpliendo una misión moral.

Más allá de Minnesota: una llamada de atención al país

Casos como este deben tomarse como manifestaciones de un problema nacional. La narrativa "anti-élites", la desinformación mediática y la falta de responsabilidad política forman una mezcla explosiva cuando se encuentra con ciudadanos fragilizados emocional o financieramente.

Estados Unidos necesita urgentemente una estrategia federal que combine monitoreo del extremismo interno, regulación real al acceso de armas, y educación pública sobre pensamiento crítico y resolución pacífica de conflictos.

Y sobre todo, necesita que líderes religiosos y políticos moderen sus discursos. Porque cuando se predica que el enemigo es inmoral, cuando se deshumaniza al adversario político, se corre el riesgo de dar luz verde a acciones como las de Boelter.

Hoy fue Minnesota. Si no actuamos, mañana puede ser cualquier otro estado.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press