Violencia política en Estados Unidos: una escalada peligrosa y fuera de control

Del extremismo ideológico a los ataques indiscriminados: el nuevo rostro del caos político estadounidense

En un país en el que alguna vez las diferencias políticas encontraron espacios de debate en el Congreso o en las urnas, Estados Unidos enfrenta hoy un fenómeno alarmante: la normalización de la violencia política. Desde asesinatos de funcionarios electos hasta ataques terroristas con motivaciones ideológicas, los últimos años han marcado una tendencia peligrosa que muchos expertos consideran comparable, o incluso peor, a los días turbulentos de los años 60 y 70.

Un patrón de ataques cada vez más frecuentes

La reciente asesinato de una legisladora demócrata de Minnesota, su esposo, y el tiroteo contra otro legislador estatal y su pareja en sus respectivas residencias no es un hecho aislado. En los últimos dos meses, otros ataques han sacudido al país: dos trabajadores de la embajada israelí fueron asesinados en Washington D.C., un desfile por la liberación de rehenes en Colorado fue bombardeado con fuego, y la residencia oficial del gobernador de Pensilvania fue atacada con artefactos incendiarios durante una festividad judía, mientras la familia se encontraba dentro.

Un historial inquietante que no da tregua

La oleada actual se suma a una lista negra que incluye el intento de asesinato de Donald Trump durante un evento de campaña en 2024, el brutal ataque a Paul Pelosi (esposo de Nancy Pelosi) en 2022 por parte de un conspiranoico de ultraderecha, y el tiroteo en 2017 durante la práctica de los congresistas republicanos para su partido de sóftbol, perpetrado por un simpatizante de ideas progresistas.

El extremismo de derecha domina el panorama

Según datos de la Anti-Defamation League, entre 2022 y 2024, los 61 asesinatos políticos registrados en EE.UU. fueron cometidos por extremistas de derecha. Esta realidad cambió temporalmente el primer día de 2025, cuando un hombre de Texas, identificado con el grupo Estado Islámico, asesinó a 14 personas al embestir una multitud en Nueva Orleans. Sin embargo, el patrón dominante sigue apuntando hacia la ultraderecha nacionalista como el principal foco del extremismo político letal.

Un clima de justificación, no de condena

“Hemos entrado en un momento especialmente escalofriante del país en el que parece que se han levantado las normas, la retórica y las reglas que antes servían para contener la violencia”, declaró Matt Dallek, politólogo de la Universidad de Georgetown. Añadió que “una cantidad preocupante de personas están recibiendo señales culturales de que la violencia es válida”.

Esa retórica ha sido ampliada por las redes sociales y algunos líderes políticos, entre ellos el expresidente Donald Trump, quien ha normalizado discursos belicosos contra sus opositores, a quienes califica constantemente de “enfermos” y “malvados”, y ha abogado abiertamente por “aplastar” protestas en contra de su administración.

Los ecos del pasado: una nueva era de asesinatos políticos

El politólogo Jacob Ware, del Council on Foreign Relations, argumenta que “los últimos años probablemente han alcanzado un nivel de violencia política no visto desde los años 60 y 70, cuando figuras como Martin Luther King Jr., John F. Kennedy, Malcolm X y Robert F. Kennedy fueron asesinados”.

En aquella época, los asesinatos políticos solían ser el resultado de tensiones profundas vinculadas a los derechos civiles, la guerra de Vietnam o los movimientos sociales. Hoy, sin embargo, muchos ataques no se alinean con una ideología claramente definida, lo que añade una capa de caos a la violencia. Por ejemplo, un atentado suicida reciente frente a una clínica de fertilidad en Palm Springs fue perpetrado por un individuo con pensamientos nihilistas, según reportó el FBI.

Polarización y desinformación: gas en la hoguera

La reacción mediática y de figuras influyentes tras cada ataque suele alimentar aún más la tensión. En el ataque que sufrió Paul Pelosi, muchos comentaristas de derecha prefirieron difundir teorías conspirativas sobre su relación con el agresor antes que condenar el acto violento.

En el más reciente ataque en Minnesota, el sospechoso Vance Boelter, de 57 años, tenía en su poder listas con posibles objetivos —incluidos otros legisladores demócratas y clínicas de aborto— además de folletos de marchas anti-Trump. Aunque fue designado tiempo atrás a un cargo estatal por el gobernador demócrata de Minnesota, figuras conservadoras utilizaron este dato para esbozar la narrativa de que el atacante era “de izquierda”, algo que Elon Musk no tardó en compartir en su red social X, implicando que “la extrema izquierda es violentamente asesina”.

Estos intentos de etiquetar a los atacantes en función de afiliaciones políticas dispersas o supuestas asociaciones pasadas han generado una atmósfera en la que la realidad pierde terreno frente a las narrativas partidistas.

Una administración que ha minimizado el extremismo

En palabras de Jacob Ware, el desmantelamiento de unidades del gobierno federal dedicadas a combatir el extremismo blanco por parte de la nueva administración de Trump es un factor que ha contribuido a este nuevo auge de violencia. “Estamos en un punto en que debemos preguntarnos si el gobierno está enfrentando eficazmente el terrorismo interno”, dijo Ware.

Uno de los actos más polémicos de la actual administración fue el indulto otorgado a los participantes del asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021, considerado el mayor acto de violencia política doméstica en lo que va del siglo XXI. Dallek afirma que esos indultos enviaron un mensaje claro: “La violencia será permitida y puede que incluso recompensada, si eres un partidario de Trump”.

Una nación dividida sobre la definición de terrorismo

Parte del problema actual está en la falta de consenso social y político sobre qué constituye terrorismo doméstico y a qué ideologías se les otorga mayor vigilancia. Mientras sectores de izquierda acusan que el sistema privilegia detener a inmigrantes y minorías, los sectores de derecha insisten en que las amenazas vienen también del progresismo radical.

Esta falta de claridad se refleja también en las respuestas institucionales: mientras unos eventos son calificados como terrorismo, otros no reciben esa etiqueta, aunque involucren muertes masivas o amenazas políticas directas.

¿Un país atrapado en la violencia?

La violencia ya no solo es esporádica o marginal, sino que se ha convertido en una herramienta dentro de una política identitaria cada vez más polarizada. Las redes sociales amplifican los mensajes extremistas, la desinformación elimina las barreras de la verdad, y líderes políticos hacen poco o nada para reducir estas tensiones. Al contrario, en muchos casos, las escalan.

La alerta de los expertos es clara: estamos presenciando un momento decisivo. Como afirmó Matt Dallek, “los extremistas están en la silla de montar [...] y son ellos quienes están guiando la retórica y la política estadounidense”.

¿Puede Estados Unidos retroceder del borde del abismo? Esa es quizás la pregunta más urgente, pero que, por ahora, no tiene una respuesta clara.

Fuente de datos: Anti-Defamation League, Georgetown University, Council on Foreign Relations.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press