Netanyahu, Irán y la apuesta nuclear: ¿una jugada maestra o el principio del fin?
El primer ministro israelí lleva décadas advirtiendo sobre el peligro nuclear iraní. Ahora, en una ofensiva sin precedentes, pone en juego su legado y estabilidad regional.
Un conflicto que se cocina desde hace décadas
Desde los años noventa, Benjamín Netanyahu ha convertido el programa nuclear iraní en el eje de su política exterior y de seguridad. En su argumento, la existencia del Estado de Israel depende de impedir que Irán adquiera armas nucleares. Esta narrativa ha estado presente en foros internacionales, discursos frente al Congreso de Estados Unidos e incluso en la ONU, donde en 2012 mostró un gráfico en forma de caricatura advirtiendo del “progreso atómico” del régimen iraní.
El conflicto con Irán ha vivido múltiples capítulos indirectos: bombardeos a Hezbollah en Líbano, ataques constantes en Siria, y enfrentamientos directos o de bajo perfil con milicias respaldadas por Teherán. Pero ahora, el enfoque ha cambiado: Israel ha lanzado una ofensiva militar de gran escala abierta y directa contra Irán, marcando un momento histórico en Medio Oriente.
La guerra tras el 7 de octubre de 2023: la caída del “eje de resistencia”
El ataque de Hamas contra Israel el 7 de octubre de 2023 fue el detonante para un cambio de paradigma. Israel, apoyado políticamente por Estados Unidos bajo la administración de Donald Trump, ha aprovechado el pulso militar con las milicias aliadas de Irán para debilitar al llamado Eje de Resistencia: Hamas en Gaza, Hezbollah en Líbano, los hutíes en Yemen y las fuerzas sirias leales a Bashar al-Assad.
Con estos actores parcialmente desarticulados, el “pulpo” iraní —como lo llama Netanyahu— comenzaba a perder sus tentáculos. A esto se suma el hecho de que el propio Irán ha mostrado signos de debilitamiento interno por protestas sociales, crisis económica y tensiones diplomáticas.
¿Por qué ahora?
Durante años, Netanyahu evitó una confrontación directa con Irán por razones estratégicas y diplomáticas. El fantasma de la represalia iraní, la constante oposición de líderes militares de Israel y la falta de aprobación estadounidense, mantenían toda operación en el nivel hipotético.
Pero en 2024, la situación cambió drásticamente:
- La reelegida administración de Trump dejó de lado la búsqueda de un nuevo acuerdo nuclear al enfrentar estancamientos en las negociaciones con Irán.
- La ofensiva previa contra Hezbollah debilitó notablemente su capacidad de amenaza sobre el norte de Israel.
- La Inteligencia militar israelí registró un descenso en la operatividad de los escudos aéreos iraníes.
Netanyahu, viendo lo que considera una ventana histórica de oportunidad, decidió actuar.
La operación: precisión quirúrgica o exceso de confianza
Israel lanzó una ofensiva masiva contra instalaciones militares e infraestructuras nucleares iraníes desde distintos frentes. Drones, misiles y aviones de guerra F-35 fueron desplegados en una acción coordinada que, según fuentes israelíes, “eliminó a al menos nueve científicos nucleares de alto rango”, además de “destruir varios centros de enriquecimiento de uranio”.
En respuesta, Irán activó sus defensas y lanzó una contraofensiva con más de 150 misiles, muchos interceptados por el sistema de defensa israelí. Sin embargo, al menos tres personas murieron en la zona de Tel Aviv y más de 50 resultaron heridas.
En paralelo, la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) reveló que Irán ya posee suficiente uranio enriquecido para fabricar varias bombas atómicas, si así lo decidiera. Esto intensificó el temor global y pareció dar cierto respaldo—al menos en el discurso público—a la intervención israelí.
Una Tel Aviv en vilo entre bombardeos y helados
La ciudad de Tel Aviv presentó en los últimos días una imagen inusual: playas parcialmente vacías, comercios cerrados y ciudadanos atentos a las alertas en sus móviles avisando de misiles entrantes.
Aun así, quienes viven allí han intentado mantener parte de su rutina, reuniéndose en parques, saliendo brevemente tras las alarmas y expresando sentimientos encontrados sobre la ofensiva.
“No sabemos si esto va a durar días o meses, pero quizá esta era la mejor opción para detener la amenaza nuclear de una vez por todas”, dijo Shaun Katz, un abogado de 32 años antes de dirigirse con provisiones a su refugio.
Muchos residentes también aplauden el sistema de alerta israelí, que permite calcular el riesgo de impacto antes de activar sistemas antimisiles como el famoso Iron Dome. No obstante, la incertidumbre pesa, especialmente en quienes tienen niños o familiares en zonas más expuestas.
¿La jugada del siglo para Netanyahu o su epitafio político?
El futuro político del primer ministro depende en gran medida del resultado de esta nueva ofensiva. Sus opositores creen que la decisión responde más a una necesidad desesperada por limpiar su imagen posterior al 7 de octubre —el día más sangriento en la historia de Israel—, que a una estrategia geopolítica racional.
Sin embargo, innegablemente Netanyahu ha logrado algo que parecía imposible hasta hace poco: unir temporalmente a su fragmentada coalición y obtener apoyo incluso de sectores opositores.
Pero el respaldo no es incondicional. Si el conflicto se prolonga, si las bajas civiles se disparan o si Irán logra un golpe mediático, como la captura de un piloto israelí, el apoyo interno podría desplomarse.
¿Y si Irán decide cruzar el Rubicón?
Durante años, Irán se ha parapetado detrás del discurso de un programa nuclear con fines civiles. Pero los reportes de su enriquecimiento acelerado de uranio y su resistencia a las inspecciones internacionales hacen cada vez más difícil sostener esa narrativa.
El ataque israelí ha sido un claro intento de interrumpir cualquier plan militar antes de que sea irreversible. Pero también podría acelerar la radicalización iraní. En el pasado, tras sanciones o ataques, el régimen iraní ha respondido con más opacidad, menos colaboración y mayor desarrollo de capacidades para “defensa estratégica”.
En ese contexto, la posibilidad de que Irán rompa todas las barreras diplomáticas y opte por crear una bomba como disuasión, no es imposible.
La comunidad internacional: entre la parálisis y la preocupación
Los organismos multilaterales han emitido declaraciones de preocupación, pero pocas acciones concretas. El Consejo de Seguridad de la ONU no ha emitido resoluciones sustantivas. La OTAN, salvo menciones marginales, ha preferido la prudencia.
Estados Unidos, actor clave, ha oscilado entre un apoyo tácito a la operación Israelí —como lo demuestra su aparente visto bueno previo a los ataques— y llamados al diálogo para evitar una escalada inevitable.
Europa, por su parte, se encuentra dividida entre el tradicional apoyo a Israel y el temor de una catástrofe regional justo cuando Ucrania sigue consumiendo energías diplomáticas y militares occidentales.
El futuro inmediato depende de cuatro factores
- La efectividad real de los ataques israelíes. Si destruyeron instalaciones clave o simplemente ralentizaron el programa iraní será determinante.
- La respuesta interna iraní. Protestas internas o consolidación del régimen ante un enemigo externo podría cambiar el juego.
- La postura de China y Rusia. Ambos países mantienen lazos con Irán y podrían usar la situación para ganar protagonismo regional.
- La prolongación del conflicto. Cuanto más dure, mayor desgaste para Netanyahu y más precaria la estabilidad internacional.
¿Un nuevo Medio Oriente post-nuclear?
Netanyahu juega su legado y lo sabe. En sus propias palabras:
“Ocho décadas atrás, el pueblo judío fue víctima del Holocausto. Hoy, el Estado judío no será víctima de un holocausto nuclear perpetrado por Irán.”
Con esa narrativa abunda apoyo interno, pero queda la gran incógnita: ¿acaso se puede evitar una carrera armamentista nuclear en Medio Oriente cuando los enemigos se sienten amenazados constantemente?
Las próximas semanas definirán no solo el rumbo de Israel e Irán, sino también el equilibrio de poder en un mundo cada vez más imprevisible.