Gran Poder bajo presión: el folclore boliviano lucha por brillar en medio de una crisis nacional

El festival más emblemático de Bolivia, entre la devoción, la economía golpeada y una tensión política que no da tregua

El Gran Poder, la celebración religiosa-folclórica más importante de Bolivia, volvió este año a las calles de La Paz, no sin polémica, dolor y numerosos desafíos. Esta festividad, reconocida en 2019 por la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, suele representar un momento de unidad, devoción y prosperidad. Sin embargo, en 2025, se convirtió también en un espejo de la fragilidad económica, social y política que azota al país.

Una fiesta religiosa marcada por el silencio

El sábado 14 de junio, los espectadores que usualmente acuden con entusiasmo a presenciar los coloridos bailes y trajes típicos del Gran Poder, guardaron un silencio inesperado. Un minuto de respeto por las víctimas de los recientes enfrentamientos entre manifestantes y fuerzas del orden abrió la jornada. Seis muertos —cuatro policías y dos civiles, uno de ellos un estudiante universitario que falleció por los golpes recibidos por oficiales— tiñeron de luto una festividad que históricamente ha sido sinónimo de escapismo cultural.

“Este año, más que nunca, la gente viene a pedir paz, unidad y recuperación económica”, explicó el sacerdote Saúl Mamani, uno de los líderes espirituales del evento.

¿Por qué el Gran Poder es tan relevante?

Originado en el siglo XVII, el festival honra una pintura considerada milagrosa de Jesucristo con rasgos indígenas, conocida como el Señor del Gran Poder. La imagen conjuga de manera única las creencias católicas impuestas durante la colonización con los elementos espirituales de la cosmovisión andina.

Uno de los aspectos más distintivos del festival es que bailar es una ofrenda religiosa. Cada danza es una promesa, una penitencia o un agradecimiento. Participar no solo es folclore; es fe en movimiento. Sin embargo, este año esa fe estuvo atravesada por la incertidumbre política y económica.

Economía en crisis: el golpe al corazón del festival

Bajo el peso de la inflación, que alcanzó un preocupante 9.81% en los primeros cinco meses de 2025 —la cifra más alta en más de una década— y tras medidas impopulares del gobierno de Luis Arce, el costo de participar en el festival ha sido prohibitivo para muchos.

“El precio de mi traje subió en un 60%”, se quejó Jorge Rodríguez, bailarín de 37 años. “Casi la mitad de mi fraternidad no pudo venir. No les alcanzó”.

Se estima que este año el número de danzarines fue de 70,000, unos 20,000 menos que en 2024. Además, los organizadores prescindieron de los músicos de renombre para reducir costos.

El daño fue transversal. Plácida Quispe, bordadora de 73 años, relató lo siguiente: “La gente quiere celebrar, pero ya no compra trajes. Alquilan porque no tienen dinero. No hay negocio”.

El trasfondo político: Evo Morales, las protestas y el ejército en las calles

El festival también estuvo marcado por un contexto político inflamado. El Tribunal Supremo Electoral de Bolivia descalificó recientemente al expresidente Evo Morales para ser candidato en las próximas elecciones de agosto. Morales, un peso pesado de la política boliviana con base popular firme en el oriente del país, ha generado una ola de movilizaciones por parte de sus seguidores.

Muchos manifestantes, tanto pacíficos como radicales, denunciaron abusos policiales. Como respuesta, el gobierno desplegó incluso tanques militares en ciudades como Llallagua.

Las autoridades del municipio de La Paz propusieron postergar el festival, alegando respeto por el duelo nacional. Sin embargo, los organizadores lo rechazaron contundentemente: el evento prometía inyectar 68 millones de dólares a una economía tambaleante. “No podemos desperdiciar esa oportunidad en este momento”, dijeron.

¿Folklore o necesidad? Una tensión entre cultura y subsistencia

El rol del llamado qamiri —el mecenas que financia parte del festival cada año— recayó en Edgar Apaza, un comerciante que declaró haber estado ahorrando todo el año, pero cuyo presupuesto fue más limitado que nunca. “La crisis nos afecta a todos”, sentenció.

En muchos sentidos, la decisión de mantener el festival fue tanto espiritual como económica. Para muchos bolivianos, se volvió una válvula de escape frente a un presente ahogado por la incertidumbre. Pero esa válvula ya no reluce con la misma fuerza. Las máscaras tradicionales fueron sustituidas por versiones más baratas, muchas de ellas de origen chino. La música, aunque fiel al espíritu andino, perdió el brillo de grandes bandas invitadas. El color se atenuó entre las sombras del descontento social.

La paradoja cultural: patrimonio versus realidad

El Gran Poder siempre ha sido una declaración orgullosa del sincretismo religioso y étnico de Bolivia. Es, a la vez, un reflejo del alma mestiza del país y un arte escénico que contiene siglos de evolución histórica, desde las diabladas hasta las morenadas, pasando por las caporales y las tobas.

Pero en 2025, lo que fue una vitrina de esplendor se ha convertido, de alguna manera, en una vitrina de carencias. Cada lentejuela ausente, cada disfraz remendado o alquilado, cuenta una historia dolorosa de lo que significa mantener viva la tradición cuando el país apenas respira.

La esperanza al ritmo de una morenada

“Los bolivianos somos duros”, dijo una señora entre lágrimas mientras observaba la danza. “Esta fiesta sale aunque nos falte comida”.

Con cada movimiento de danza y cada toque del tambor, las calles de La Paz no solo resonaban con folklore. Resonaban con resistencia civil y espiritual. Y aunque los reflectores estaban sobre los trajes, los verdaderos protagonistas eran los corazones que, pese a todo, aún latean al compás de la fe y la cultura.

En palabras del cronista boliviano Sergio Almaraz Paz: “En este país, incluso las fiestas más brillantes son también escenarios de batalla por el alma de la nación”.

Y este año, el Señor del Gran Poder fue testigo no solo de devoción, sino también de la profunda fractura que Bolivia aún tiene por sanar.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press