La selva bajo asedio: ¿puede sobrevivir el legado de Chico Mendes ante la embestida ganadera?

La Reserva Extractivista Chico Mendes, símbolo de resistencia ecológica, se enfrenta a una nueva batalla entre la subsistencia y la conservación

Un conflicto entre pasado y presente

En el corazón del estado de Acre, en la Amazonía brasileña, la Reserva Extractivista Chico Mendes vuelve a estar en el centro de un conflicto que mezcla economía, ecología e ideología. Nombrada en honor al emblemático seringueiro (recolector de caucho) Chico Mendes, asesinado en 1988 por defender los derechos de las comunidades locales y el bosque, esta área protegida es hoy escenario de una pugna entre la conservación ambiental y la ganadería ilegal.

Una selva de leyes quebrantadas

La Reserva, que abarca más de 970,000 hectáreas, tiene reglas claras: las actividades económicas deben ser de bajo impacto, como la extracción de caucho, castañas y otros productos no madereros. La propiedad privada está prohibida dentro de la reserva y se permite la agricultura de subsistencia. Sin embargo, desde 2019, se ha registrado una creciente invasión de ganadería ilegal, con más de 140,000 cabezas de ganado dispersas por toda el área, muchas de ellas pertenecientes a grandes terratenientes.

El detonante: 400 cabezas de ganado incautadas

La reciente operación del Instituto Chico Mendes de Conservación de la Biodiversidad (ICMBio) para remover el ganado ilegal de la reserva encendió las alarmas y las tensiones. En su primera fase, los agentes incautaron 400 vacas y toros de dos ganaderos que desobedecieron una orden judicial de desalojo. La acción provocó fuertes protestas en Xapuri, ciudad emblemática desde donde operaba el propio Chico Mendes y donde fue asesinado.

Los ciudadanos bloqueaban rutas y amenazaban con impedir futuras incautaciones. Algunos incluso crearon un grupo de WhatsApp con más de 1,000 personas, donde circularon amenazas contra miembros reconocidos del movimiento extractivista, incluido Raimundo Mendes de Barros, primo político del activista asesinado.

Una división candente entre los comunitarios

El conflicto actual no es meramente entre agricultores ilegales y agentes federales: también ha dividido a las propias comunidades locales. Según Cleisson Monteiro, presidente de la Asociación de Productores y Residentes de la reserva, hay familias que han abandonado el modelo extractivista tradicional y ahora subsisten principalmente de la agricultura familiar y el pastoreo. Muchos de ellos se sienten amenazados por la intervención federal.

Monteiro argumenta que la zona conocida como Seringal Nova Esperança ha perdido ya su identidad como área extractiva y representa hoy otra realidad social y económica. “No todos están en regla, pero no están destruyendo la selva de forma industrial”, afirma Monteiro. “ICMBio no debió actuar ahora. Estamos buscando una solución para vivir en paz”.

Deforestación sin precedentes

Según datos oficiales del gobierno brasileño, la deforestación en la Reserva Chico Mendes se incrementó un 56% durante los primeros cinco meses de 2025 en comparación con el mismo periodo de 2024. La superficie devastada equivale a casi cinco veces el tamaño de Central Park en Nueva York.

Este fenómeno no es nuevo. Durante el mandato del expresidente Jair Bolsonaro (2019–2022), los controles ambientales fueron debilitados sistemáticamente, fomentando la invasión de áreas protegidas. Bolsonaro proclamó que había demasiadas tierras protegidas en la Amazonía, creando un clima propicio para la explotación ilegal. Esto motivó a muchos residentes a vender fraudulentamente parcelas a ganaderos, esperando una futura legalización.

Legado de resistencia

La historia de la reserva surgió del esfuerzo heroico de Chico Mendes, quien lideró las empates, técnicas de protesta pacífica donde comunidades rodeaban árboles marcados para tala, impidiendo la deforestación con su cuerpo. Su muerte en 1988 a manos de un ganadero cambió el debate ambiental en Brasil e internacionalmente, convirtiéndose en símbolo global de la lucha ecológica y de derechos humanos.

En su momento, la creación de la reserva fue un triunfo de los movimientos sociales. Sin embargo, más de tres décadas después, su supervivencia está en duda. A pesar del desarrollo de cadenas de suministro sustentables, como el convenio con la marca de calzado francesa Veja, que compra caucho a unas 900 familias de la reserva, esto no es suficiente para absorber toda la capacidad productiva de la comunidad.

¿Puede la selva competir económicamente con la ganadería?

El profesor Jeffrey Hoelle, antropólogo de la Universidad de California en Santa Bárbara, lleva más de 20 años estudiando la zona: “Hace dos décadas, los recolectores recién comenzaban a tener ganado. Con el tiempo se ha vuelto más común e incluso aceptado. La selva simplemente no puede competir en valor económico con la ganadería”.

Mientras que las actividades extractivas como la obtención de caucho y castañas dependen de mercados inestables y volúmenes limitados, criar ganado permite ingresos más constantes y escalables, aunque a costa del entorno. La conversión de selva en pasturas ha demostrado ser una de las principales causas de pérdida de biodiversidad y avance del cambio climático.

La paradoja del desarrollo

Este enfrentamiento revela una ambivalencia arraigada: ¿cómo desarrollar una economía local sostenible sin sacrificar el ecosistema del cual depende? El modelo extractivista defendido por Mendes era una respuesta a esta pregunta. Permitía a las comunidades vivir de la selva sin destruirla, pero hoy ese modelo enfrenta la presión del mercado, el abandono institucional y el cambio de valores dentro de las propias comunidades.

Algunos sectores sociales y políticos llaman a redefinir las fronteras legales de la reserva para permitir una formalización parcial de las actividades agropecuarias actuales. Otros claman por una reafirmación total del modelo que le dio origen, con más inversión estatal, incentivos sostenibles y educación ambiental.

Una solución aún en disputa

El debate no tiene visos de resolverse pronto. Autoridades como el ICMBio aseguran que las acciones seguirán como está previsto, mientras que las comunidades amenazan con más resistencia y bloqueos. El gobierno federal enfrenta una disyuntiva crítica: ¿priorizar la legalidad y la conservación por encima del tejido social y económico actual de la región, o permitir que los hechos consumados dicten su curso?

El escenario plantea una pregunta esencial para el futuro del Amazonas: ¿puede la selva ganar esta batalla, o el estruendo del mugido terminará imponiéndose sobre el susurro del caucho?

Este artículo fue redactado con información de Associated Press