La caza de tormentas que cambiará el futuro de la meteorología

Así es como un grupo de científicos recorre las Grandes Llanuras para entender mejor el granizo y salvar vidas

Un laboratorio sobre ruedas en medio de la tormenta

Un rugido en el cielo, gotas ensordecedoras y luego... el repiqueteo metálico del granizo impactando a 80 km/h sobre una camioneta: no es el prólogo de una película de catástrofes, es la escena real vivida por los meteorólogos Kelly Lombardo y Matthew Kumjian, quienes junto a otros 60 investigadores conforman el proyecto ICECHIP (Investigation of Convective Environments and Cloud-Hail Interactions Project).

Esta expedición científica sin precedentes se desarrolla en la región de las Grandes Llanuras de Estados Unidos, un corredor natural de tormentas severas que cada año cobra millonarias pérdidas materiales. El objetivo: desentrañar los secretos del granizo, un fenómeno meteorológico tan destructivo como subestimado.

Granizo: el enemigo silencioso de $10 mil millones

Aceptémoslo: cuando pensamos en desastres naturales, solemos imaginar huracanes, tornados o terremotos. Rara vez el granizo figura en dicha lista. Sin embargo, este fenómeno es responsable de aproximadamente $10 mil millones al año en daños en Estados Unidos, según el Insurance Institute for Business and Home Safety (IBHS).

“Tenemos muchas dificultades para predecir el tamaño del granizo que caerá,” explicó Victor Gensini, profesor de meteorología de la Universidad del Norte de Illinois y uno de los coordinadores de ICECHIP. “Y todo experimento científico parte de los datos. Si no los recolectamos directamente de la tormenta, no sabremos qué nos está faltando.”

Equipamiento de última generación y valentía en la carretera

Durante seis intensas semanas, los científicos del ICECHIP atraviesan kilómetros de rutas inundadas guiados por mapas de radar y software en tiempo real. Se enfrentan a tormentas con ráfagas de viento de más de 80 km/h, tornados al horizonte y granizos del tamaño de pelotas de golf. Su misión: capturar datos precisos sobre el desarrollo y comportamiento del granizo.

  • Globos meteorológicos: equipados con sensores llamados windsonds para recolectar datos en las capas superiores de la atmósfera.
  • Vehículos fortificados: como el “Husky Hail Hunter”, cubiertos por mallado metálico para resistir el impacto del granizo.
  • Balizas sonoras: pequeños dispositivos que simulan ser granizo, lanzados en el corazón de la tormenta para medir velocidades y trayectorias.
  • Radiómetros de campo: recogedores automáticos de granizo que miden la estructura, forma y resistencia del hielo.

Cuando el miedo se convierte en conocimiento

Katie Wargowsky, una joven estudiante de 21 años, es una de las participantes más destacadas del equipo. Confesó que comenzó a interesarse en observar tormentas como mecanismo para superar su ansiedad meteorológica. Hoy, desde su lugar en el vehículo de comando, se encarga de alertar a equipos demasiado cerca del epicentro de una tormenta.

“Los instintos te dicen que te escondas, pero sabes que estás haciendo ciencia para prevenir desastres,” relata con una mezcla de nervios y pasión.

Los hallazgos: desde flores de hielo hasta fallas en el radar

Uno de los descubrimientos visualmente más impactantes fue una piedra de granizo de 3 pulgadas (7.6 cm) con forma de rosa, recogida por el equipo de Tony Illenden. Pero los hallazgos científicos son más impresionantes aún. Las piedras de hasta 5.5 pulgadas (14 cm) fueron medidas, pesadas, congeladas y luego machacadas para analizar su resistencia estructural.

Según Gensini, una de las revelaciones más desconcertantes ha sido que la ubicación del granizo más grande no se alinea necesariamente con los mapas del doppler radar. Esto pone en jaque uno de los sistemas más utilizados para alertas meteorológicas en todo el país.

Colaboración internacional e innovación tecnológica

El proyecto ICECHIP no solo involucra universidades estadounidenses como Penn State, Northern Illinois y Central Michigan, sino que cuenta también con colaboración internacional, incluyendo científicos australianos como Joshua Soderholm, quien diseñó microbalizas para estudiar las trayectorias del granizo.

Todo esto es posible gracias al respaldo económico del National Science Foundation, que destinó $11 millones para esta operación que tardó ocho años en ser planificada. Sin embargo, con los recortes federales en ciencia, Gensini advierte que podría ser “la primera y última oportunidad en décadas de tener datos tan completos sobre el granizo.”

El impacto industrial: techos más resistentes

Pero los beneficios de este estudio no terminan con una mejora en las predicciones meteorológicas. El sector de los seguros, también involucrado en el financiamiento, está sometiendo nuevos materiales de techado a pruebas de resistencia frente al granizo.

“Queremos replicar todo esto en nuestro laboratorio, para entender cómo se comportan los distintos materiales frente a los diferentes tipos de granizo,” afirmó Ian Giammanco, del IBHS.

Láminas asfálticas de nueva generación, compuestos metálicos y hasta tejas de polímero están siendo sometidos a ensayos diseñados a partir de los datos que los cazadores de tormentas están recogiendo en campo. La esperanza es avanzar hacia una arquitectura más resiliente.

La belleza de la naturaleza en su forma más salvaje

Pese al peligro, los investigadores señalan también la belleza que encuentran en su arriesgado trabajo. Desde rayos que iluminan la planicie como fuegos artificiales escarlatas, hasta dobles arcoíris tras una tormenta, los instantes de calma contrastan con la fiereza del clima. Y es justamente ese contraste el que los inspira a continuar.

“Cada tormenta es una historia distinta,” confiesa Tim Marshall, veterano cazador de tormentas. “Y cada pedazo de hielo que recogemos nos cuenta algo nuevo sobre cómo funciona el planeta.”

Un legado científico en peligro

Los datos aún están siendo procesados, pero la experiencia ha dejado una base invaluable que puede redefinir cómo se aborda el riesgo meteorológico relacionado con el granizo. Desde decisiones gubernamentales hasta seguros y estándares de construcción, el impacto del ICECHIP podría marcar un antes y un después.

Sin embargo, los científicos alertan que este ambicioso proyecto puede ser irrepetible. Con recortes presupuestarios federales y un clima político menos favorable a la ciencia, este esfuerzo podría ser tanto un punto de partida como un monumento solitario a lo que la investigación meteorológica es capaz de lograr.

Para las nuevas generaciones que vean una alerta de granizo en su teléfono y tomen las precauciones adecuadas, quizá nunca sabrán que detrás hay un equipo que, en lugar de huir, condujo directo a la tormenta.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press