El regreso del Caldero de París: un ícono moderno que enciende cada atardecer
El monumento flotante que deslumbró en los Juegos Olímpicos 2024 ahora ilumina los veranos parisinos como un símbolo de modernidad, arte e innovación
París vuelve a brillar cada noche de verano con el resurgimiento de una de sus piezas más impactantes del arte público reciente: el Caldero de París. Esta estructura luminosa, vista originalmente durante la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos 2024, ha sido reinstalada con una nueva identidad —libre del logo olímpico pero no de su espíritu— en los Jardines de las Tullerías. Conocido popularmente como “la llama sin fuego”, el caldero ha renacido como una pieza icónica del paisaje nocturno parisino.
Un legado olímpico reinventado
Concebido por el diseñador francés Mathieu Lehanneur, el artefacto fue originalmente una instalación efímera para los Juegos Olímpicos de París 2024. Fueron los campeones olímpicos Marie-José Pérec y Teddy Riner quienes encendieron por primera vez esta monumental obra flotante de 30 metros de altura durante la ceremonia inaugural. Solo en los 40 días que estuvo activo durante el verano olímpico, atrajo a más de 200,000 visitantes según cifras de los organizadores.
Sin embargo, como ocurre con muchos monumentos diseñados para eventos globales, la posibilidad de su permanencia generó debate. Gracias a un acuerdo con el Comité Olímpico Internacional para retirar la marca “Olímpica”, el caldero puede hoy regresar bajo el nombre de “Paris Cauldron”, elevándose cada noche entre el 21 de junio y el 14 de septiembre.
¿Qué es y cómo funciona?
Lejos de lo que podría pensarse, el Caldero de París no es propulsado por fuego, sino por un sistema de efectos especiales de última generación que incluye luces LED, chorros de niebla y ventiladores de alta presión, todo alimentado por energía de Électricité de France (EDF). El resultado es un anillo brillante que parece levitar sobre París al atardecer, visible desde varios puntos altos de la ciudad, incluyendo el Louvre y la Place de la Concorde.
La empresa especializada Aérophile, que operó los globos cautivos en eventos anteriores, fue la encargada de adaptar el sistema para soportar el clima variable del verano parisino. El anillo flotante está diseñado ahora para soportar vientos de hasta 25 km/h, y su sistema eléctrico, hidráulico y de anclaje fue reforzado para garantizar seguridad y resiliencia.
De lo efímero a lo eterno: monumentos que se quedan
El fenómeno no es nuevo en París. La Torre Eiffel también fue concebida como una estructura temporal para la Exposición Universal de 1889, y sin embargo se convirtió en el símbolo internacional de la ciudad. Algunos ciudadanos ya comparan esta nueva instalación con ese tipo de legado. “Fue creado para algo temporal, pero tiene sentido que se quede”, opinó Laurent Broéze, un arquitecto local entrevistado mientras paseaba por los jardines.
Esta perspectiva trasciende la mera nostalgia olímpica y apunta hacia una visión más amplia del arte público en entornos urbanos. El caldero ya no pertenece exclusivamente al deporte, sino a la experiencia estética colectiva.
Una atracción gratuita y accesible
La instalación estará abierta gratuitamente al público desde las 10 a.m. hasta la 1 a.m., con su espectáculo visual principal iniciando después del cierre de los Jardines a las 10:30 p.m. en junio y julio, y a horarios más tempranos en septiembre. El acceso no requiere boletos ni reservas.
“Es asombroso. Y el lugar en el que está, con todos estos edificios hermosos como el Louvre, lo hace aún más especial”, comentó Javier Smith, un turista de Texas.
Una programación especial para fechas simbólicas
La ciudad ya planea eventos especiales para conmemorar fechas clave. El 14 de julio, Día de la Bastilla, y el 26 de julio, aniversario de la apertura de los Juegos de 2024, el Caldero tendrá ascensos celebratorios con iluminación y ambientación acústica especial, reforzando su valor como una nueva tradición de verano.
Reacciones del público y crítica cultural
Hay consenso sobre el impacto visual de la obra: es monumental sin ser intrusiva, poética sin necesidad de palabras. “Llegamos para ver las estatuas sobre mitología en los Jardines de las Tullerías, y nos encontramos con esto. Es una maravillosa coincidencia educativa para los niños”, comentó Chloé Solana, una maestra de escuela en visita con sus alumnos.
El arte público se enfrenta siempre al escrutinio: ¿vale el presupuesto? ¿interrumpe el panorama? ¿resuena con la gente? En el caso del Caldero de París, la respuesta parece afirmativa. Su bajo consumo, su integración con el entorno y su libre acceso lo convierten en una de las experiencias urbanas más inteligentes del siglo XXI en Europa.
Más que un recuerdo: una aspiración
Desde su reinvención, el Caldero ha dejado de ser solo un artefacto olímpico para convertirse en un catalizador del imaginario colectivo parisino. Y mientras París se prepara para la resaca de uno de los mayores eventos deportivos de la historia reciente, este objeto flotante y brillante ofrece una forma diferente de revivir esa memoria: no desde los podios, sino desde los jardines, las terrazas y las avenidas.
El Caldero de París no requiere llamaradas ni medallas para emocionar. Su luz eléctrica contra el cielo veraniego basta para inspirar nuevas generaciones —no de atletas necesariamente, sino de soñadores urbanos.