Crisis humanitaria invisible: El drama de los afganos expulsados de Pakistán
Más de un millón de afganos han sido forzados a regresar a un país en ruinas mientras Pakistán endurece sus políticas migratorias
El drama silencioso de miles de familias afganas expulsadas de Pakistán se desarrolla lejos de las cámaras de televisión y los titulares globales. Este fenómeno, aunque eclipsado por los conflictos geopolíticos del Medio Oriente y la tensión global entre potencias como EE.UU. e Irán, representa una de las mayores crisis humanitarias del momento. Desde finales de 2023, Pakistán ha intensificado su ofensiva contra extranjeros considerados "ilegales", lo que ha conducido a la expulsión de casi un millón de afganos en pocos meses.
Una orden de desalojo implacable
En octubre de 2023, el gobierno pakistaní inició una campaña a gran escala para deportar a refugiados afganos. Sher Khan, un obrero de 42 años que había nacido en Pakistán tras la huida de sus padres durante la invasión soviética a Afganistán en 1979, recibió una orden inesperada: tenía 45 minutos para abandonar el país con su esposa e hijos.
“Intentamos recoger con dignidad los pocos objetos que poseíamos: algunos utensilios de cocina, ropa para nuestros nueve hijos y algo de comida”, relató Sher Khan desde un campo de refugiados en Torkham, en la frontera afgana. “Todo lo demás lo dejamos atrás”.
Un fenómeno masivo con impacto regional
Según la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), solo entre abril y junio de 2025, al menos 500,000 afganos han sido expulsados de Pakistán e Irán. Desde que se endurecieron las políticas migratorias, las cifras han crecido exponencialmente:
- Más de 1.3 millones de refugiados afganos viven actualmente en Pakistán.
- Cerca del 72% de ellos nacieron en suelo pakistaní.
- Casi 300,000 han sido registrados como deportados entre octubre de 2023 y mayo de 2025.
Pero estos números solo rascan la superficie del trauma humano. Familias enteras son desarraigadas con apenas minutos de preaviso, muchos han vivido durante décadas en Pakistán, con empleos estables, negocios propios y lazos sociales profundamente integrados.
Un país sin recursos para recibirlos
Afganistán, gobernado ahora por los talibanes desde la retirada de EE.UU. en 2021, se encuentra en medio de una crisis económica y humanitaria aguda. Por ello, el ingreso masivo de repatriados representa una carga casi imposible de manejar para las autoridades locales.
En el campamento de Torkham, cada familia recibe una tarjeta SIM y 10,000 afganis (aproximadamente $145 USD). Sin embargo, solo pueden permanecer allí por tres días antes de tener que buscar refugio en otras zonas del país.
Molvi Hashim Maiwandwal, director del campamento, explicó que en el pico de la crisis llegaban más de 1,200 familias diariamente. Aunque actualmente el flujo ha bajado a 150, se espera un repunte tras las festividades de Eid al-Adha. “No tenemos capacidad para recibir otro gran número de familias”, declaró Maiwandwal.
Ayuda humanitaria insuficiente
Organizaciones como Aseel apoyan con kits de higiene, alimentos y asistencia básica, pero la magnitud de la emergencia sobrepasa cualquier esfuerzo: “Estamos preparando nuevas campañas de recaudación porque no estamos ni cerca de cubrir la demanda”, advirtió Najibullah Ghiasi, uno de los coordinadores de la ONG.
La ONU y otras organizaciones acusan a Pakistán de usar métodos coercitivos para acelerar la salida de los refugiados:
- Redadas policiales en casas y negocios.
- Confiscación de documentos de residencia.
- Detenciones arbitrarias y exigencia de sobornos.
Sin embargo, el gobierno pakistaní sigue defendiendo su campaña, señalando que los afganos deportados “están siendo tratados humanamente y con dignidad” y justifican la medida por “razones de seguridad nacional”.
Pérdidas humanas tras cifras frías
Yar Mohammad, quien operaba un negocio exitoso de pulido de pisos, también fue obligado a abandonar su vida en cuestión de horas. Padre de 12 hijos, llevaba más de 45 años residiendo en la región de Cachemira controlada por Pakistán.
“No hay manera de empacar toda una vida en seis horas”, confesó desesperado. Al llegar al campamento de Torkham, solo pudo salvar algunas herramientas y pertenencias esenciales. Hoy, busca rehacer su negocio en Kabul. “No sé qué haremos. Pero si funciona aquí, será la mayor bendición”, expresó.
¿Por qué ahora? Contexto geopolítico y presiones internas
La crisis de refugiados se da en un momento tenso para la región. Las relaciones entre Afganistán y Pakistán se han deteriorado debido a acusaciones mutuas sobre terrorismo transfronterizo. Pakistán culpa a elementos afganos de ser cómplices en atentados y fomenta la narrativa de un “enemigo interno” para justificar esta limpieza demográfica.
Además, el aumento del discurso antiinmigrante en sectores políticos y sociales de Pakistán agrega presión al gobierno para “limpiar” el terreno de “elementos indeseables”.
Irán sigue expulsando afganos en silencio
Simultáneamente, Irán ha intensificado su expulsión de refugiados afganos. A través de deportaciones sistemáticas, el país ha forzado a cientos de miles a regresar a territorio gobernado por los talibanes. La ACNUR advierte que solo entre abril y junio de 2025 han sido deportados 500,000 afganos desde ambos países.
Human Rights Watch denunció en abril prácticas similares a las de Pakistán en territorio iraní: redadas, detenciones arbitrarias, confiscaciones de documentos y presión para abandonar el país antes de las fechas oficiales.
Una generación atrapada entre fronteras
La mayoría de los expulsados son afganos nacidos en Pakistán o Irán, sin vínculos inmediatos con territorio afgano y sin garantías de vivienda, trabajo o derechos humanos al retornar.
La combinación de violencia institucional, falta de apoyo internacional e indiferencia generalizada ha creado una crisis de dimensiones épicas e ignorada en gran medida por la comunidad internacional.
Según la Oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA), el 70% de la población afgana necesita asistencia humanitaria en 2025, una cifra devastadora combinada con una economía colapsada, hambruna y represión de derechos básicos por el régimen talibán.
¿Y ahora qué?
La falta de acuerdos multilaterales, la escasa atención mediática y la apatía internacional proyectan un futuro sombrío para los millones de afganos desplazados.
Organizaciones internacionales piden que se suspendan las deportaciones, se respeten acuerdos humanitarios como el Pacto Global sobre Refugiados, y que se aumente la presión diplomática para garantizar el retorno voluntario digno y seguro. Pero hasta el momento, la comunidad internacional ha ofrecido poco más que silencio.
Los refugiados afganos no son números; son historias de resiliencia, dolor y dignidad. Y merecen algo mejor.