Caos Humanitario en Gaza: La Ayuda, la Militarización y un Pueblo Atrapado

Entre acusaciones cruzadas, asesinatos y tácticas de guerra, Gaza enfrenta una crisis humana sin precedentes mientras la ayuda internacional se convierte en otro campo de batalla

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Una zona de guerra humanitaria

En medio de los escombros de una Gaza devastada por más de ocho meses de bombardeos y combates, la batalla ha dejado de ser exclusivamente militar. La ayuda humanitaria —en teoría el último bastión de la neutralidad— se ha convertido en un nuevo frente de conflicto, en donde distintas fuerzas se enfrentan no sólo con balas, sino también con legitimidades morales, acusaciones e intereses colisionantes.

Desde que Israel y Estados Unidos respaldaron la creación de la Gaza Humanitarian Foundation (GHF), una organización que busca suplir las labores de la ONU en la entrega de alimentos y medicinas, el corredor humanitario se ha visto teñido de sangre y escándalo. La tensión alcanzó un nuevo punto crítico tras la masacre de 12 miembros de una milicia palestina, supuestamente colaboracionista, a manos de la unidad Sahm de la policía de Hamas.

Una ayuda marcada por la violencia

Según la propia GHF, una organización respaldada por Israel y Estados Unidos, los trabajadores asesinados eran "padres, hermanos, hijos y amigos que arriesgaban su vida para ayudar a otros". El grupo aseguró que Hamas atacó deliberadamente un autobús que transportaba a más de dos docenas de palestinos empleados por esta fundación.

Sin embargo, Hamas no tardó en contraatacar con su versión: los muertos eran miembros de la milicia de Yasser Abu Shabab, denominada Fuerzas Populares, acusados de colaborar con el enemigo y de robar ayuda humanitaria. En un video difundido por la unidad Sahm, se muestran cadáveres tendidos en la calle mientras se los tacha de traidores.

¿Quién controla la ayuda?

La ONU y otras grandes organizaciones han rechazado abiertamente el sistema paralelo de ayuda promovido por Israel y la GHF. Acusan que esta nueva plataforma militariza el acceso humanitario en lugar de ofrecer una solución viable.

Jan Egeland, secretario general del Consejo Noruego para los Refugiados, declaró recientemente:

“La ayuda no puede formar parte de un plan bélico. Es inaceptable que se utilice como arma de presión o como herramienta de desplazamiento forzado.”

Lo preocupante, según expertos, es que la mayoría de los centros de distribución de GHF están ubicados en torno a Rafah, ahora una zona militar deshabitada, lo que obliga a civiles a desplazarse en condiciones extremadamente peligrosas para poder recibir raciones mínimas.

Antecedentes: ¿de qué ayuda estamos hablando?

La ayuda de emergencia es vital. Según el Programa Mundial de Alimentos (WFP), más del 85% de los hogares en Gaza actualmente sufre inseguridad alimentaria severa. El secretario general de la ONU, António Guterres, ha advertido que Gaza está enfrentando una hambruna catastrófica de escala bíblica sin precedentes.

Aun así, el flujo de ayuda ha sido drásticamente limitado desde octubre de 2023. Las restricciones israelíes y el colapso total del orden civil en múltiples zonas de Gaza han puesto en jaque cualquier intento de distribución eficiente.

Abu Shabab y su papel en la sombra

El grupo armado liderado por Yasser Abu Shabab se reconoce como protector de los puntos de distribución de ayuda de GHF, pero ha sido acusado reiteradamente de saquear los convoyes de Naciones Unidas. Aunque la GHF niega cualquier colaboración formal con esta milicia, múltiples testigos apuntan en dirección contraria.

La milicia, cuyos combatientes en su mayoría se identifican como miembros de las fuerzas de seguridad de la Autoridad Palestina (aunque esta última lo niega), ha sido apuntada por abrir fuego contra civiles palestinos camino a los centros de ayuda.

Israel y la estrategia del caos controlado

A inicios de junio, Israel admitió públicamente que está armando a grupos palestinos opositores a Hamas, con el argumento de que estos pueden facilitar la entrega segura de ayuda y contrarrestar a Hamas desde dentro. Pero este modelo recuerda a estrategias de contrainsurgencia clásicas que, lejos de estabilizar, generan una guerra civil larvada.

La ley del más fuerte ha reemplazado cualquier intento de gobernanza. Gaza, bajo control parcial de las fuerzas israelíes, se ha convertido en un mosaico de zonas de combate, campo de refugiados y corredor humanitario. Una combinación explosiva.

El colapso del orden en Gaza

Desde que Israel rompió el alto el fuego en marzo y volvió a intensificar su campaña, la situación humanitaria se desmoronó aún más. El bloqueo total impuesto durante semanas impidió el ingreso de comida, combustible y medicinas. Recién en mayo se permitió una entrada condicionada, insuficiente para las necesidades de dos millones de personas.

La policía de Hamas, otrora encargada de mantener orden en la Franja, ha desaparecido prácticamente del espacio público. Los bombarderos israelíes han diezmado sus filas, y en su lugar, aparecen grupos armados improvisados y señores de la guerra intentando controlar barrios enteros.

Origen del conflicto: la chispa que incendió Gaza

El conflicto que actualmente desangra Gaza comenzó el 7 de octubre de 2023, cuando milicianos de Hamas atacaron el sur de Israel, matando a aproximadamente 1.200 personas, en su mayoría civiles, y tomando a 251 como rehenes. Desde entonces, Israel lanzó una de las campañas militares más intensas de su historia contemporánea.

Más de 55,000 palestinos han muerto desde entonces, según cifras del Ministerio de Salud de Gaza. Aunque la entidad médica está dirigida por Hamas, estas cifras han sido parcialmente corroboradas por varias ONG internacionales. Mujeres y niños representan más de la mitad de los muertos.

Los desplazamientos: una tragedia dentro de otra

Según la UNRWA, la agencia para los refugiados palestinos, el 90% de la población de Gaza ha sido desplazada de sus hogares. Muchos viven en improvisadas carpas en medio de escombros o en antiguos edificios destruidos a medio colapsar. La dependencia total de la ayuda crece día con día.

En palabras de Philippe Lazzarini, comisionado general de la UNRWA:

“Nunca antes habíamos visto una necesidad tan inmediata y profunda… y, a pesar de nuestros esfuerzos, se nos está terminando el tiempo.”

¿Humanitarios o peones políticos?

El dilema que se vive hoy en Gaza es profundamente ético. ¿Son los nuevos trabajadores humanitarios verdaderos neutrales o instrumentos de una estrategia militar? ¿Deben los palestinos rechazar esta ayuda por estar comprometida o abrazarla como su única posibilidad de sobrevivencia?

Resulta imposible dar una única respuesta en un contexto donde la supervivencia básica —comer, beber agua o recibir atención médica— está condicionada por decisiones geopolíticas. Lo que sí está claro es que el sistema internacional, como institución protectora de los más vulnerables, ha fracasado rotundamente.

Posibles escenarios

  • Extensión del caos: Sin la presencia efectiva de un gobierno civil ni una autoridad única, Gaza podría fracturarse aún más en zonas controladas por facciones rivales.
  • Intervención internacional forzada: Presiones desde la ONU o países como Egipto y Qatar podrían forzar una solución temporal, especialmente si la hambruna alcanza niveles escandalosos.
  • Escalada regional: Si el conflicto continua deteriorando su núcleo ético, podría arrastrar a más actores regionales, incluyendo Líbano o Irán, a apoyar directamente a Hamas o sus milicias afines.

La ayuda humanitaria, más que un símbolo de paz, se ha transformado en un arma más del conflicto. En Gaza, hasta dar pan es una declaración de guerra.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press