Austria y las lecciones éticas del horror: ¿cómo debe actuar la prensa ante una masacre escolar?
Mientras Europa pone límites éticos al morbo, EE.UU. celebra las historias de víctimas. Un análisis profundo del papel del periodismo ante las tragedias
La tragedia que estremeció a Austria
El pasado martes, un exalumno de 21 años desató el horror en su antigua escuela, el instituto BORG Dreierschützengasse de Graz, asesinando a diez personas, entre ellas nueve estudiantes (seis chicas y tres chicos) de entre 14 y 17 años, además de un profesor. El atacante se suicidó posteriormente en el baño del colegio. Otras once personas resultaron heridas, algunas de ellas menores de edad.
Este ataque constituye la masacre escolar más grave de la historia de Austria en el periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial. Las reacciones fueron inmediatas, no solo por parte de las autoridades policiales y políticas, sino también desde el mundo periodístico, donde entraron en juego consideraciones éticas fundamentales.
El rol del Consejo de Prensa Austriaco: ética antes que primicia
El organismo autorregulador del periodismo en Austria, el Consejo de Prensa, hizo un llamado contundente a los medios: mostrar restricción al informar sobre las víctimas y sus familias. No nombres ni rostros, ni detalles personales. Solo género, edad y nacionalidad. Respetar ese límite, argumentan, minimiza el trauma adicional para los afectados.
Alexander Warzilek, director ejecutivo del Consejo, lo dejó claro al declarar que “hay que pensar dos y tres veces si se podría causar una carga adicional al divulgar ciertos datos”.
Además, en el código de medios austriaco se especifica que en el caso de menores, la protección de la intimidad debe primar sobre el valor noticioso. Esta máxima fue clave para dictar la forma en que se cubrió la tragedia en Graz.
Proteger no solo a las víctimas, sino también al público
La experta en ética mediática, Claudia Paganini, catedrática de la Universidad de Innsbruck, hizo hincapié en algo elemental: también es vital proteger a los consumidores de noticias. Según Paganini, estar expuesto repetidamente a noticias violentas puede causar una sobrecarga emocional, trauma y un lento proceso de insensibilización en la sociedad.
Esto es especialmente problemático con los más jóvenes, quienes son más vulnerables al impacto emocional que estos hechos pueden tener en su desarrollo mental y emocional.
Un enfoque cultural del periodismo
La diferencia de enfoques entre Europa y Estados Unidos en estos casos es notoria. En Europa —particularmente en países como Austria, Alemania y Suecia—, el periodismo es concebido como un servicio a la sociedad y a la democracia. Esto incluye un fuerte sentido de responsabilidad y autocensura ética.
En EE. UU., por el contrario, el objetivo periodístico muchas veces se orienta a poner rostro a las tragedias. Para muchos medios estadounidenses, como explica Josh Hoffner, director de noticias de EE. UU. de una importante agencia internacional, los familiares buscan compartir la historia de sus seres queridos para celebrar sus legados y denunciar fallos institucionales.
Narrativas centradas en las víctimas
En Estado Unidos, figuras como Matthew Hilk, vicepresidente senior de noticias nacionales en CNN, aseguran que una de las prioridades en coberturas de tiroteos es conocer y presentar a las víctimas. “Son voces esenciales que ayudan a que el público comprenda la gravedad de la situación”, explicó.
Estos relatos suelen ser el primer paso para que familias y sobrevivientes se activen políticamente, exigiendo reformas como leyes de control de armas o mejoras en salud mental.
Evitar la glorificación del agresor
En ambas regiones existen iniciativas para no dar protagonismo a los autores de los ataques. En Austria, la Policía se negó a dar la identidad del atacante porque “no hay una base legal ni investigativa que justifique su publicación”. Algo similar ocurrió en Alemania y Suecia en casos previos.
En Estados Unidos, algunos medios han adoptado políticas para minimizar la difusión del nombre del agresor, una postura que ha ganado peso gracias a campañas como #NoNotoriety, la cual busca evitar que los asesinos obtengan la fama que persiguen.
Lecciones aprendidas desde la historia
Claudia Paganini añadió que tanto en Austria como en Alemania pesa un recuerdo histórico muy fuerte del papel de la prensa durante el nazismo, cuando los medios fueron instrumentos propagandísticos del horror.
Ese pasado —denominado por muchos periodistas como una “herida abierta”— fundamenta gran parte del pensamiento ético en la actualidad. La idea es asegurar que nunca más se use el periodismo para deshumanizar o convertir tragedias en mercancía.
“Witwenschütteln”: el tabú de presionar a las víctimas
En países como Alemania o Austria, violar estas normas puede tener consecuencias sociales y reputacionales serias para periodistas. Existe incluso un término para quienes acosan a las víctimas o sus familias: Witwenschütteln —literalmente, “sacudir viudas”—, una expresión peyorativa usada para describir a quienes buscan declaraciones exploitativas en medio de la tragedia.
Los colegas rechazan públicamente este comportamiento, especialmente cuando proviene de tabloides sensacionalistas.
La experiencia alemana: el vuelo 9525 de Germanwings
Un punto de inflexión en esta discusión en Alemania fue el caso del vuelo 9525 de Germanwings, que en 2015 fue estrellado deliberadamente por su copiloto, matando a 150 personas. La cobertura inicial fue intensa, y muchos medios alemanes divulgaron información privada de víctimas sin consideración.
El resultado fue un alud de 430 quejas ante el Consejo de Prensa Alemán. La reprimenda formal obligó a varios medios a publicar confesiones públicas sobre su falta de ética.
El caso sueco y el respeto a los perpetradores
En Suecia, cuando diez personas murieron en un ataque perpetrado en un centro educativo en Orebro en 2025, el comité profesional de periodistas del país sancionó públicamente a un reportero de Aftonbladet por acercarse a familiares del atacante sin sensibilidad y sin consentimiento.
Una parte esencial de la ética periodística en países nórdicos incluye también el respeto a la privacidad de los victimarios, sobre todo si ya no representan una amenaza latente.
¿Debe la ética ceder ante el derecho a saber?
Este dilema es central en cualquier cobertura de violencia masiva. ¿Debe el derecho a la información prevalecer sobre el derecho al duelo, a la protección de la infancia y a la salud mental colectiva?
Para académicos como Paganini, la respuesta es clara: “Cuando el periodismo se convierte en un espectáculo, deja de ser periodismo”.
En otras palabras: la integridad ética no es un límite para la prensa, sino una brújula.
¿Y si tomamos ejemplo?
En un mundo dominado por las redes sociales y la cultura del clic, apostar por la ética sobre la audiencia puede parecer anticuado. Pero los modelos europeos nos invitan a reconsiderar si el periodismo debe regirse por los mismos parámetros del entretenimiento.
No se trata de no informar, sino de cómo informar. Que una tragedia sacuda a una nación no significa que deba ser desnudada públicamente sin límites. El silencio también puede ser periodismo. Y en ocasiones, es el más valiente de todos.