Albert Ojwang: el eco del silencio forzado que hizo estallar a Kenia

Las protestas por la muerte del bloguero apuntan a una herida profunda en la relación entre ciudadanía y fuerzas del orden

  •  EnPelotas.com
    EnPelotas.com   |  

NAIROBI, Kenia — El nombre de Albert Ojwang ha resonado como un estruendo en las calles de Nairobi. Para el gobierno, fue solo un detenido por "difundir información falsa". Para miles de kenianos, Ojwang es ahora símbolo de la represión, la censura y un sistema policial que muchos sienten cada vez más autoritario. Su muerte en custodia policial ha encendido una mecha que llevaba años al borde del estallido. ¿Es esta la chispa que iniciará un cambio, o solo otro nombre en la larga lista de víctimas del abuso estatal?

¿Quién era Albert Ojwang?

Albert Ojwang, de 34 años, era un bloguero conocido por sus declaraciones contundentes contra funcionarios gubernamentales, especialmente sobre corrupción dentro de las fuerzas de seguridad kenianas. Por medio de sus publicaciones en redes sociales y en su blog personal, Ojwang se había ganado tanto seguidores fervorosos como enemigos poderosos.

Fue arrestado el pasado 6 de junio, tras haber publicado información comprometedora sobre un alto funcionario policial. Dos días más tarde, su familia recibió la trágica noticia: Ojwang había muerto mientras se encontraba bajo custodia.

Una muerte con más preguntas que respuestas

Las circunstancias alrededor de su muerte son difusas, pero no sorpresivas para la sociedad keniana. Según declaraciones oficiales iniciales, Ojwang sufrió "complicaciones médicas" durante su detención. Sin embargo, tras la presión social y mediática, un oficial de policía fue arrestado en relación con su muerte, lo que alimenta las sospechas de homicidio.

Según Human Rights Kenya, al menos 32 personas han muerto en custodia policial en los últimos 24 meses en el país, muchos de esos casos sin investigación ni sanción alguna.

Las calles gritan lo que los tribunales callan

La respuesta ciudadana fue inmediata. En cuestión de horas, numerosos colectivos sociales, activistas y ciudadanos comunes tomaron las calles portando carteles con frases como "Justicia para Albert", "Dejen de matarnos" y "Libertad de expresión, no represión". Las manifestaciones han sido brutales: gases lacrimógenos, cañones de agua, arrestos arbitrarios e incluso enfrentamientos violentos entre manifestantes y fuerza pública.

Swiss Federal Councillor Ignazio Cassis, left, shakes hands with Palestinian Prime Minister Mohammad Mustafa, right, in the West Bank city of Ramallah
Swiss Federal Councillor Ignazio Cassis, left, shakes hands with Palestinian Prime Minister Mohammad Mustafa, right, in the West Bank city of Ramallah

Silencio gubernamental, indignación global

Mientras la Policía Nacional de Kenia insiste en que se está llevando a cabo una investigación imparcial, el silencio del gobierno de William Ruto ha sido interpretado por muchos como complicidad pasiva. Organizaciones como Amnistía Internacional y Human Rights Watch han pedido una investigación independiente, y algunos diplomáticos europeos han criticado abiertamente la opacidad del proceso.

A través de un comunicado, Amnistía expresó: “La libertad de expresión no debería costar una vida humana. Las autoridades de Kenia deben garantizar que el caso de Ojwang no quede impune”.

La libertad de expresión en Kenia: ¿crimen o derecho?

Este no es un caso aislado. Desde 2015, Kenia ha endurecido las leyes contra la difusión de "noticias falsas", especialmente en redes sociales. Si bien la reforma pretendía frenar la desinformación, muchos críticos aseguran que se ha utilizado como una herramienta para silenciar disidencias.

El periodista John-Allan Namu comentó en entrevista al diario The Star Kenya: “Ser crítico en Kenia es casi un deporte extremo. Uno se despierta sin saber si lo estarán vigilando, si una publicación tuya podría llevarte al calabozo o algo peor”.

¿Puede surgir algo positivo del dolor?

Las protestas han logrado más que solo visibilizar el caso. En menos de una semana, un oficial ha sido arrestado, y la Comisión Independiente de Supervisión Policial (IPOA, por sus siglas en inglés) ha abierto una investigación completa, algo raro en este tipo de casos.

Desde el Parlamento, algunos legisladores han propuesto una reforma estructural del cuerpo policial, incluyendo la instalación de cámaras en todas las estaciones de policía y requerimientos médicos obligatorios para toda persona detenida. Aunque aún en papel, son avances notables.

Las redes sociales como arma contra la impunidad

Muchos han señalado que fue gracias a la presión en redes sociales, especialmente en plataformas como X (antes Twitter), que el caso de Ojwang no fue ocultado. Personas como la activista Caroline Mutoko y el rapero Octopizzo han usado sus millones de seguidores para amplificar la historia y exigir justicia.

En palabras de Mutoko: “Hoy fue Albert, mañana podría ser cualquiera de nosotros. Si les damos la espalda a estas injusticias ahora, estamos firmando nuestra próxima sentencia”.

El ejemplo continental: cuando el pueblo se une

La lucha de Kenia no ocurre en el vacío. Casos similares en países del continente africano como Nigeria o Sudáfrica han encendido movimientos sociales masivos, como lo evidenció el #EndSARS en 2020, cuando la brutalidad policial llevó a millones a las calles. Estos movimientos lograron cambios legislativos y el desmantelamiento de unidades policiales.

El pueblo keniano tiene ahora en sus manos la oportunidad de redefinir su relación con el Estado y exigir un trato justo. Pero como siempre, el costo de exigir derechos sigue siendo peligrosamente alto.

Una memoria que no debe apagarse

Albert Ojwang ya no podrá seguir escribiendo desde su blog, pero sus últimos días han hecho eco en voces que quizás ahora hablen más fuerte. Su muerte podría terminar siendo el principio de una nueva era para Kenia, una donde el miedo no sea herramienta del poder, donde la verdad no sea castigada con la muerte.

La historia aún se está escribiendo. Está en manos del pueblo keniano y de la comunidad internacional decidir si será una historia más de impunidad, o el relato de un renacimiento democrático doloroso pero inevitable.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press