El servicio militar obligatorio en Israel: el desafío ultraortodoxo que sacude el equilibrio político de Netanyahu

Mientras Israel enfrenta su peor crisis militar en décadas, el trato especial de los ultraortodoxos intensifica las tensiones sociales y pone en juego la estabilidad política del país

Una bomba política de larga data que vuelve a estallar

En el centro del prolongado conflicto político que sacude a Israel no está únicamente la guerra en Gaza ni los juicios por corrupción del primer ministro Benjamin Netanyahu. Lo que verdaderamente amenaza con desmembrar su gobierno es una cuestión aparentemente doméstica, pero profundamente divisiva: el reclutamiento obligatorio de los jóvenes ultraortodoxos al ejército.

Durante décadas, los hombres judíos ultraortodoxos —llamados haredíes— fueron exentos del servicio militar obligatorio bajo un acuerdo histórico que los permitía estudiar en yeshivás (seminarios religiosos) en lugar de portar armas. Pero en un país donde la gran mayoría de los ciudadanos judíos cumple con casi tres años de servicio militar y años adicionales en la reserva, esta exención se ha convertido en un símbolo de inequidad y una fuente de resentimiento nacional.

Un privilegio que comenzó con 400 estudiantes y ahora abarca 66,000

El origen de esta excepción remonta a la fundación del Estado de Israel en 1948. El entonces primer ministro David Ben Gurion aceptó conceder que 400 jóvenes centraran su vida en estudiar la Torá íntegramente, sin servir en el ejército, con el fin de preservar la sabiduría religiosa tras el Holocausto.

Pero con el tiempo, esta decisión se convirtió en un precedente que se mantiene hasta la actualidad. Actualmente, se estima que más de 66,000 hombres en edad de servicio en Israel cursan estudios religiosos a tiempo completo, lo que ha hecho insostenible este modelo desde una perspectiva social y económica.

El conflicto bélico lo cambió todo

La guerra con Hamás en Gaza, que se ha extendido por casi 20 meses, ha intensificado este debate. Más de 870 soldados israelíes han muerto desde el inicio del conflicto, y miles de reservistas —la mayoría de ellos trabajadores seculares— han sido llamados repetidamente, dejando vacíos en sus empleos, empresas y familias.

“Estamos arriesgando nuestras vidas en Gaza mientras otros jóvenes caminan libres por las calles estudiando textos antiguos. ¿Dónde está la justicia?”, expresó un reservista en declaraciones recogidas por el diario Haaretz.

Aunque los haredíes sostienen que su contribución al país es espiritual y moral —a través del rezo y el estudio sagrado—, muchos israelíes han dejado de aceptar esta visión. Incluso voces religiosas críticas han pedido reevaluar este trato excepcional.

El fallo del Tribunal y la presión para reformar

En un fallo histórico, la Corte Suprema de Israel dictaminó en 2024 que la ley deberá ser modificada y que los hombres ultraortodoxos deberán comenzar a ser reclutados de manera similar al resto de la población.

La presión judicial no ha tenido mayor impacto por ahora: de los 12,000 convocados por la IDF (Fuerzas de Defensa de Israel), solo unas docenas han respondido, según declaraciones de Shuki Friedman, vicepresidente del Jewish People Policy Institute. La resistencia dentro de las comunidades haredíes es intensa y ha derivado en numerosas protestas masivas.

Netanyahu en el fuego cruzado

Benjamin Netanyahu se encuentra atrapado entre dos fuegos. Por un lado, necesita el respaldo parlamentario de los partidos ultraortodoxos para mantener su coalición en pie. Por otro, enfrenta una creciente presión pública, e incluso dentro de su propio partido Likud, para avanzar hacia la equidad en el servicio militar.

Según encuestas recientes realizadas por el Instituto Democrático de Israel, el 74% de los ciudadanos israelíes apoya el fin de la exención automática para ultraortodoxos. Esta tendencia no solo refleja un cambio social sino que se ha convertido en una herramienta política para la oposición.

Protestas en las calles e impaciencia legislativa

Las escenas de miles de hombres haredíes bloqueando carreteras en ciudades como Bnei Brak y Jerusalén se han vuelto cada vez más frecuentes. Estas manifestaciones no solo son contra el ejército, sino también contra el sistema político que, según ellos, amenaza su estilo de vida.

Simultáneamente, el Parlamento evalúa una moción para disolver la Knéset, lo cual desencadenaría elecciones anticipadas. Si los partidos ultraortodoxos —Shas y Judaísmo Unido de la Torá— no respaldan esta moción, podría bloquearse, pero su paciencia con Netanyahu se agota.

Cálculo político: ¿esperar o arriesgarse?

Los tiempos legislativos son delicados. La primera votación sobre la disolución de la Knéset requiere solo una mayoría simple, pero la tercera y definitiva necesita el respaldo de al menos 61 miembros de los 120 del Parlamento. Cualquier tropiezo extinguiría el proyecto por seis meses, tiempo suficiente para que Netanyahu intente salvar su mandato con compromisos con los ultraortodoxos.

Si Netanyahu no resuelve esta crisis, su coalición se desmoronará. Y si la oposición logra capitalizar este reclamo de equidad, podríamos ver un nuevo mapa político tras las urnas. De hecho, el exministro Benny Gantz, uno de los favoritos en las encuestas, ya ha dejado clara su postura: “Un país que pretende sobrevivir no puede permitir desigualdad en el sacrificio de sus hijos”.

El dilema para los ultraortodoxos

La participación de los haredíes en el ejército no es solo una cuestión legal sino existencial para ellos. Muchos líderes religiosos temen que el contacto con el mundo secular termine por debilitar la observancia religiosa y la cohesión comunitaria.

En efecto, dentro de los regimientos especiales donde ya sirven algunos ultraortodoxos, como la Brigada Netzaj Yehuda, se han implementado estrictas normas de segregación por género, reglas dietéticas y facilidades para rezar. Sin embargo, estas unidades son pequeñas e insuficientes para absorber a toda la población que teóricamente debería enlistarse.

Demografía y futuro: un reloj que avanza

Los haredíes constituyen aproximadamente el 13% de la población israelí, pero su crecimiento poblacional es de los más acelerados del país: su tasa de natalidad supera los 6 hijos por mujer, en comparación con 2,9 del promedio nacional.

De mantenerse esta tendencia, para 2050 podrían constituir entre un 20% y un 25% de la población total, lo que agudizaría aún más el problema si no se alcanza una integración moderada en los próximos años.

¿Habrá un punto de equilibrio?

En una sociedad donde la seguridad nacional forma parte de la identidad colectiva, el servicio militar es mucho más que una obligación: es una ceremonia de paso, un símbolo de ciudadanía y una expresión de igualdad.

Israel se enfrenta ahora al reto de armonizar su carácter democrático, judío y secular con el respeto por las tradiciones religiosas. Alcanzar un punto medio no será fácil, pero será necesario para garantizar la cohesión social en los años por venir.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press