Guerra de presupuestos: cómo el gasto militar agita el tablero geopolítico en Asia y Europa

De Pakistán a Bruselas, el auge del presupuesto en defensa y sanciones económicas revelan una nueva fase en los conflictos globales

El precio de la tensión: Pakistán aumenta su presupuesto de defensa

El gobierno de Pakistán, liderado por el primer ministro Shehbaz Sharif, anunció un aumento del 20% en el gasto de defensa para el año fiscal 2025-2026, pasando de 2.12 billones de rupias a 2.55 billones (alrededor de 9 mil millones de dólares, según las tasas actuales). Esta medida llega tras el pico de tensiones con India ocurrido hace apenas unas semanas, en el que ambos países protagonizaron ataques con misiles y drones que dejaron decenas de muertos a ambos lados de la frontera.

El conflicto se desató tras una masacre a turistas en Cachemira administrada por India, uno de los episodios más graves desde 2019 entre estas dos potencias nucleares históricamente enfrentadas. Lo más sorprendente del anuncio del incremento presupuestario no fue la cifra, sino la retórica empleada. Sharif afirmó al gabinete que "después de derrotar a India en una guerra convencional, ahora debemos superarlos en el terreno económico".

Prioridades en tela de juicio

El aumento en defensa contrasta con la reducción global del gasto público proyectado del 7%, situándolo en 17.57 billones de rupias (unos 62 mil millones de dólares). Al mismo tiempo, se minimizan las asignaciones para sectores esenciales como:

  • Educación superior
  • Desarrollo agrícola
  • Gestión de los riesgos climáticos

Esto ha generado fuertes críticas internas. Durante el anuncio del presupuesto, opositores en la Asamblea Nacional lo interrumpieron con gritos, silbidos y papeles arrugados. Según expertos locales, esta asignación asimétrica refleja la militarización de la política fiscal en un país crónicamente afectado por desafíos socioeconómicos.

La respuesta regional: India también sube la apuesta

India, no ajena a estos movimientos, había anunciado en febrero un aumento del 9.5% en su propio presupuesto de defensa. En 2024, su gasto militar ascendía ya a unos 77 mil millones de dólares, situándose como el tercer país con mayor inversión militar, detrás de Estados Unidos y China, según datos del SIPRI (Stockholm International Peace Research Institute).

Con estas cifras, el sur de Asia refuerza su lugar como uno de los puntos más candentes del planeta en términos de carrera armamentista, sumado a su ya compleja red de disputas fronterizas, étnicas y religiosas.

Europa no se queda atrás: ofensiva financiera contra Rusia

Mientras tanto, en Bruselas, la Unión Europea ha renovado su estrategia frente a Rusia con un nuevo paquete de sanciones que incluye la reducción del tope de precios del petróleo ruso de 60 a 45 dólares por barril. La alta representante de Exteriores de la UE, Kaja Kallas, subrayó que el objetivo es claro: golpear los ingresos del Kremlin.

Esta medida forma parte de un intento de obligar a Vladimir Putin a sentarse a negociar con una propuesta de paz "seria y verificable". Tal como lo expresó Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, los 27 países miembros también buscan:

  • Sancionar los gasoductos Nord Stream para hacerlos inútiles al Kremlin
  • Bloquear a 22 bancos rusos de realizar transacciones internacionales
  • Prohibir exportaciones por valor de 2.5 mil millones de euros de productos de doble uso
  • Congelación de activos a más de 20 empresas rusas y extranjeras colaboradoras en la guerra

Desde la invasión rusa a Ucrania en febrero de 2022, la UE ha sancionado a más de 2,400 individuos y entidades asociadas al aparato militar ruso. Estas nuevas sanciones refuerzan un camino que busca, no sólo frenar la guerra, sino también transformar la arquitectura energética y económica del continente.

Guerra económica: ¿qué tan efectivas son las sanciones?

Aunque las sanciones buscan debilitar el financiamiento del ejército ruso, su eficacia ha sido cuestionada. El límite de 60 dólares, establecido por el G7 en 2023, no fue muy efectivo ya que el precio real del petróleo ruso ya se cotizaba por debajo de esa cifra. Según datos occidentales, antes de la guerra Rusia generaba unos 12 mil millones de euros al mes en ingresos por energía provenientes de la UE. Actualmente, ese número ha bajado a 1.8 mil millones.

Sin embargo, Moscú ha logrado crear una "flota fantasma de petroleros", según el último paquete de sanciones revelado en mayo, con más de 200 barcos evadiendo las actuales restricciones del G7.

Un efecto dominó global

El incremento del gasto militar y la imposición de sanciones tienen un impacto más allá de sus zonas de conflicto inmediato. Las reestructuraciones en las cadenas de suministro, presión sobre los mercados energéticos y alteración del equilibrio geoestratégico ponen en entredicho la economía global.

Por ejemplo, Gran Bretaña anunció recientemente una inversión histórica de 14.2 mil millones de libras para construir la planta nuclear Sizewell C en Suffolk. El primer ministro Keir Starmer justificó la apuesta como un paso hacia la independencia energética en un mundo cada vez más volátil: "Putin no puede poner su bota en nuestro cuello", afirmó.

¿Estamos entrando en una nueva Guerra Fría?

La creciente competencia militar entre naciones —ya no solo entre potencias tradicionales como EE. UU. y Rusia, sino también potencias regionales como India y Pakistán— genera comparaciones cada vez más frecuentes con la Guerra Fría. Algunos analistas como Peter Frankopan, historiador de la Universidad de Oxford, afirman que nos encontramos en una confrontación multipolar en la que la economía, la energía y la tecnología se han convertido en armas tan letales como las bombas.

De hecho, según el SIPRI, el gasto militar global alcanzó un récord de 2.4 billones de dólares en 2023, una cifra que ha ido creciendo durante 8 años consecutivos. Las regiones emergentes, lejos de pacificarse, están redoblando su inversión en defensa como herramienta de disuasión y poder político.

El dilema moral y económico

Aunque cada estado argumenta que fortalece su “seguridad nacional”, el costo social es gigantesco. En el caso de Pakistán, destinar más fondos a la defensa en un país que sufre de inflación creciente, pobreza estructural y devastaciones climáticas parece un callejón sin salida. En Europa, el giro energético implica costos ecológicos, como lo denuncian los ambientalistas británicos en contra de Sizewell C, proyecto que podría afectar reservas naturales.

Dice el politólogo Francis Fukuyama que: "cuando el miedo domina la política exterior, la economía deja de ser una prioridad social y se transforma en un mecanismo de control."

Hoy más que nunca, los presupuestos de defensa no solo reflejan preocupaciones de seguridad, sino también cómo los gobiernos definen sus prioridades ante un orden mundial que se desintegra.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press