El breve mandato de Suchinda Kraprayoon: del poder militar a la infamia política en Tailandia

Un repaso sobre el general tailandés que pasó de comandante del ejército a primer ministro en 1992, desatando una de las crisis políticas más oscuras del país: el Mayo Negro

Una figura marcada por el uniforme

El 11 de junio de 2025, Tailandia despidió a uno de los personajes más controvertidos de su historia política contemporánea: Suchinda Kraprayoon. El excapitán del ejército y breve primer ministro murió a los 91 años, según confirmó la Agencia Nacional de Noticias de Tailandia. Suchinda no fue simplemente un militar más que se internó en la arena política. Fue la manifestación viva de la tradición tailandesa en la cual el ejército no solo protege, sino que también gobierna, a menudo por la fuerza.

Suchinda subió las escaleras del poder desde la Academia Militar Chulachomklao, conocida como el West Point de Tailandia. Perfeccionó su formación con estancias en Estados Unidos e incluso participó en operaciones en Vietnam en apoyo a los esfuerzos de guerra estadounidenses. En 1971, sirvió como ayudante militar en la embajada tailandesa en Washington D.C.

El golpe que lo llevó al poder

En marzo de 1990, Suchinda fue nombrado comandante del ejército. Un año después, lideró el golpe militar de febrero de 1991 que destituyó al gobierno electo de Chatichai Choonhaven. La imagen de los tanques en Bangkok se convirtió, otra vez, en un símbolo de la política tailandesa.

El régimen militar que tomó el control buscó legitimar su posición designando tecnócratas en su gabinete interino y organizando elecciones parlamentarias en marzo de 1992. A pesar de afirmaciones de preservar la democracia, el poder real residía en el Consejo Nacional para el Mantenimiento de la Paz, liderado informal pero influyentemente por Suchinda.

Cuando Narong Wongwan, candidato inicial a primer ministro, fue rechazado por Estados Unidos por presuntos vínculos con narcotraficantes, los cinco partidos de la coalición parlamentaria eligieron a Suchinda Kraprayoon como su nuevo candidato a primer ministro. Así, el 7 de abril de 1992, asumió oficialmente como el decimonoveno líder del país, sin haber sido elegido directamente.

El estallido: el Mayo Negro

La decisión de nombrar a Suchinda provocó inmediatas protestas lideradas por el activista Chamlong Srimuang. Lo que comenzó como un movimiento cívico adquirió proporciones masivas durante mayo de 1992, desatando uno de los episodios más sombríos en la historia reciente de Tailandia: el Mayo Negro (Black May).

Las calles de Bangkok se convirtieron en campos de batalla improvisados. Las fuerzas armadas, bajo el control de Suchinda, abrieron fuego contra manifestantes desarmados, quemaron propiedades y reprimieron con brutalidad. Al menos 52 personas murieron oficialmente, aunque organizaciones de derechos humanos estimaron cifras más altas y denunciaron torturas, desapariciones y detenciones arbitrarias.

“No podíamos creer que eso pasara en nuestro propio país. Queríamos democracia, no balas”, — Suphan, testigo de las marchas de mayo de 1992.

La situación llegó a tal punto que el rey Bhumibol Adulyadej tuvo que intervenir. En una inesperada transmisión televisiva, el monarca citó tanto a Suchinda como a Chamlong para exigirles el fin del conflicto, en una imagen poderosa que recorrió todo el mundo. La presión moral y simbólica fue tal que, días después, el 24 de mayo, Suchinda dimitió.

De la revuelta a la posteridad

Con su renuncia, Tailandia entró en un periodo de reflexión. Se promulgó una amnistía general para cubrir los eventos de ambos lados, pero la figura de Suchinda ya no podía redimirse fácilmente ante el público.

Excluido del poder político, volvió brevemente a la vida empresarial y ocupó un puesto como presidente de una gran empresa de telecomunicaciones, pero nunca volvió a ser una figura influyente entre la ciudadanía. Su legado quedó definido por el abuso del poder militar y la ruptura con la legitimidad democrática.

En las encuestas más recientes del Centro de Investigación Social Asiática de 2024, el 63% de los tailandeses mayores de 40 años aún recordaban el "Black May" como el momento más oscuro de la política moderna. Mientras tanto, agrupaciones juveniles y académicas lo utilizan como caso de estudio sobre la fragilidad de las instituciones democráticas.

Fuerzas armadas y poder político: una relación persistente

Tailandia ha experimentado más de una docena de golpes militares desde que se convirtió en una monarquía constitucional en 1932. La figura de Suchinda simboliza una de las peores consecuencias de esa tradición: la suplantación de la voluntad popular por el orden militarista.

Los analistas comparan su ascenso y caída con otros casos frecuentes en el sudeste asiático, de militares convertidos en líderes políticos bajo pretextos de "estabilidad". Como señala el historiador Pavin Chachavalpongpun:

“El caso de Suchinda demuestra cómo el ejército tailandés nunca ha sido solo un brazo armado del Estado, sino un actor político consciente de su capacidad para regular la democracia a su favor.”

¿Una lección aprendida?

Desde los eventos de 1992, ha habido varias reformas constitucionales y movimientos a favor de una democracia más sólida y participativa. Sin embargo, la historia tailandesa demuestra que el control militar sigue latente. Golpes en 2006 y 2014 reflejan la reincidencia en un modelo autoritario que aún se resiste a desaparecer.

La muerte de Suchinda sirve como recordatorio y advertencia. Su nombre está grabado, no en oro sino en la memoria colectiva, como ejemplo de cómo un uniforme puede esconder ambiciones que atentan contra los principios democráticos.

A 33 años del Mayo Negro, aún resuenan sus ecos. Las generaciones futuras observan con recelo el lugar de las fuerzas armadas en la gobernanza, buscando evitar que el país vuelva a caer en el ciclo de represión y dictadura. Suchinda Kraprayoon ya no está, pero las preguntas sobre el equilibrio entre seguridad y libertad siguen más vigentes que nunca.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press