Crisis políticas en América Latina y Asia: El auge de los juicios políticos y sus implicaciones democráticas
De Filipinas a Brasil y Colombia, los casos de Sara Duterte, Jair Bolsonaro y el terrorismo político revelan el deterioro institucional en democracias frágiles
Las sombras del poder: tres democracias sacudidas
En las últimas semanas, tres países clave del hemisferio sur han estado en el ojo del huracán político: Filipinas, Colombia y Brasil. Cada uno, desde contextos distintos y con protagonistas propios, representa aspectos comunes de lo que podríamos llamar un mosaico de democracias en crisis. Ya sea por intentos de golpes, juicios políticos o terrorismo urbano, estos eventos dibujan una radiografía preocupante de la evolución política en el siglo XXI en países que apenas salieron de regímenes autoritarios hace unas décadas.
El juicio político a Sara Duterte: ¿justicia o revancha política?
La vicepresidenta de Filipinas, Sara Duterte, se enfrenta a un juicio político que podría marcar un antes y un después en la política del país. Recordemos que Duterte es hija del polémico expresidente Rodrigo Duterte, acusado de crímenes de lesa humanidad por las ejecuciones extrajudiciales en su brutal campaña antidrogas.
En febrero de 2025, la Cámara de Representantes filipina aprobó su destitución acusándola de corrupción en gran escala y —algo aún más grave— de planear el asesinato del presidente Ferdinand Marcos Jr. La tensión escaló rápidamente, convirtiéndose en una lucha frontal entre dos figuras de poder: la hija del autócrata saliente y el hijo del dictador histórico.
Como cita la senadora Risa Hontiveros: “Nuestra obligación es juzgar y decidir”. Ella y otros cuatro senadores argumentaron que el Senado debió proceder con el juicio en vez de devolver la causa a la Cámara Baja. Sin embargo, 18 senadores, liderados por el presidente del Senado Chiz Escudero, votaron por regresar el caso, apoyándose en cuestionamientos legales y procedimentales.
Este movimiento ha generado protestas frente al Congreso y ha retrasado el proceso de enjuiciamiento, mientras crece la percepción popular de que Duterte estaría siendo protegida por sectores del aparato político.
¿Por qué es tan delicado el caso Duterte?
Filipinas tiene una historia convulsa de autoritarismos y transiciones democráticas postergadas. Desde el fin de la dictadura de Ferdinand Marcos padre en 1986 por la Revolución del Poder Popular, el país ha vivido entre reformas democráticas y la sombra de líderes autoritarios. La figura de Rodrigo Duterte exacerbó estas tensiones con su guerra contra las drogas, aclamada por algunos, pero considerada genocida por otros —incluyendo la Corte Penal Internacional, que emitió una orden de captura contra él en marzo de 2025.
El intento de juicio contra su hija, Sara, tiene implicaciones mucho más profundas: puede ser visto tanto como una rendición de cuentas real, como también un ajuste de cuentas político para impedir su eventual candidatura presidencial en 2028. Recordemos que la constitución filipina sólo permite un mandato presidencial de seis años sin reelección, y muchos ven a Duterte como la heredera natural del poder en el país.
Colombia: el retorno violento de la insurgencia
Mientras tanto, América Latina no escapa del ruido político ni la violencia. Esta vez fue Colombia, donde cuatro personas murieron en sendas explosiones perpetradas por facciones disidentes de las FARC en Cali y el Cauca. Los atentados fueron atribuidos al grupo FARC-EMC (Estado Mayor Central), conformado por exguerrilleros que se marginaron del acuerdo de paz firmado en 2016.
Los ataques se produjeron apenas días después del atentado contra el candidato conservador Miguel Uribe en Bogotá. Uribe se encuentra en estado crítico y no hay aún responsables confirmados, pero el contexto general apunta a una peligrosísima mezcla de intenciones políticas y violencia organizada.
La situación no es nueva. Desde el desarme oficial de las FARC, numerosas facciones han reaparecido en zonas donde el Estado nunca consolidó su presencia. De acuerdo con cifras del Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz (INDEPAZ), aún existen cerca de 30 estructuras armadas ilegales en el país tras el acuerdo de paz, muchas de ellas ligadas al narcotráfico.
El deterioro del acuerdo de paz
Los actuales ataques —incluyendo los del FARC-EMC liderado por Iván Mordisco— vienen tras la suspensión de las negociaciones con el gobierno de Gustavo Petro en 2024, luego de numerosos incumplimientos y episodios de violencia en comunidades indígenas. En paralelo, otra facción liderada por Luis Alberto Albán, alias Marcos Calarcá, mantiene conversaciones con el gobierno, lo que genera un panorama fragmentado y poco esperanzador.
La sociedad colombiana y la comunidad internacional observan con preocupación cómo un proceso considerado histórico en 2016, cuando fue premiado con el Premio Nobel de la Paz para el expresidente Juan Manuel Santos, se desdibuja entre explosiones, incertidumbre y escepticismo.
Brasil y el juicio a Bolsonaro: un choque frontal con la democracia
Por otra parte, la crisis de la democracia también ha llegado al gigante sudamericano. El expresidente Jair Bolsonaro está enfrentando un proceso ante el Supremo Tribunal Federal brasileño por cargos que incluyen:
- Intento de golpe de Estado
- Formación de organización criminal armada
- Atentado contra el Estado democrático de derecho
- Daños patrimoniales agravados
- Deterioro de bienes públicos protegidos
El caso se centra en un presunto plan para mantenerse en el poder tras perder las elecciones presidenciales ante Luiz Inácio Lula da Silva en 2022. El juicio implica también a miembros clave de su entorno político y militar, incluyendo a su ex vicepresidente Walter Braga Netto y su exministro de Defensa, Augusto Heleno.
Una condena por intento de golpe podría significar hasta 12 años de prisión. Sumando los demás cargos, Bolsonaro y sus aliados podrían enfrentar sentencias de varias décadas.
El juicio está siendo descrito como un “momento bisagra” para la democracia brasileña. Como declaró el juez Alexandre de Moraes, presidente del tribunal electoral: “Estos días decidirán si Brasil consolida una democracia sólida o si seguimos coqueteando con el autoritarismo”.
Negacionismo y polarización
Bolsonaro ha reiterado que es víctima de una persecución política y judicial, un argumento que resuena fuertemente entre su base más radical y entre sectores de las Fuerzas Armadas. El juicio, sin embargo, es respaldado por organizaciones de derechos humanos y actores internacionales que ven en el proceso un intento legítimo de reforzar el modelo democrático e institucional.
La intersección inquietante: poder, impunidad y democracia
Lo que une a estos tres casos —Duterte, Colombia y Bolsonaro— es el desgaste de las instituciones democráticas en contextos polarizados. En Filipinas, el Senado no actúa con la celeridad que la justicia exige. En Colombia, el pacto de paz es saboteado por la violencia persistente. En Brasil, el expresidente se defiende con retórica de víctima mientras enfrenta graves cargos.
¿Estamos ante una nueva etapa de “autoritarismos suaves” o democracias de baja intensidad? Las estadísticas nos alertan: según el último Índice de Democracia de The Economist (2023), ninguno de los tres países figura como “democracia plena”. Filipinas y Colombia están clasificadas como “democracias defectuosas”, mientras que Brasil bordea esa categoría tras el mandato de Bolsonaro.
La democracia del siglo XXI requiere algo más que elecciones; necesita justicia imparcial, instituciones fuertes y líderes comprometidos con lo público.
Hoy, el juicio a Duterte, los atentados de las facciones disidentes en Colombia y el juicio a Bolsonaro no son solamente eventos separados. Son capítulos de una misma novela: la lucha por el alma de las democracias del sur global.