Bases militares y política: La batalla por los nombres que refleja la guerra cultural en EE.UU.

La reciente decisión de revertir el cambio de nombres en bases militares revela mucho más que simples denominaciones: es un nuevo episodio en una lucha política e ideológica sobre el legado y la memoria histórica en Estados Unidos.

Reescribiendo la historia con nombres

En un giro político que ha incendiado nuevamente el debate nacional, el expresidente Donald Trump anunció —durante un acto en Fort Bragg, Carolina del Norte— la restauración definitiva de los nombres originales de siete bases militares estadounidenses que habían sido renombradas en 2023. Acompañado por el Secretario de Defensa, Pete Hegseth, quien firmó las órdenes necesarias, Trump declaró: “¿Pueden creer que cambiaron ese nombre en la última administración por un momento?” y añadió, “Lo olvidaremos por completo.”

Estas declaraciones, lejos de ser triviales, encendieron una intensa discusión sobre identidad nacional, memoria histórica, poder político y la narrativa cultural que domina Estados Unidos en tiempos polarizados.

Una reacción a la era Biden

Durante la Administración Biden, siete bases del Ejército de EE.UU. fueron renombradas como parte de una iniciativa nacional para eliminar homenajes a líderes confederados. Esta medida coincidió con el contexto de protestas por justicia racial, especialmente tras el asesinato de George Floyd en 2020, cuando múltiples instituciones comenzaron a revisar símbolos considerados ofensivos por substanciales grupos de ciudadanos.

Las bases rebautizadas incluyeron Fort Benning (rebautizado como Fort Moore), Fort Gordon (Eisenhower), Fort Polk (Johnson), entre otras. Con la llegada de Trump nuevamente al centro del escenario político, en un año preelectoral cargado, la reversión de esos nombres se convirtió en un gesto simbólico con enorme carga política.

¿Quiénes son ahora los nuevos “héroes” de las bases?

En un esfuerzo para justificar el regreso a los nombres originales sin apelar exclusivamente a la Confederación, el Departamento de Defensa argumentó que las bases ahora rendirán tributo a otros personajes históricos con el mismo apellido que aquellos confederados, pero sin el “peso ideológico”.

Por ejemplo:

  • Fort A.P. Hill ahora honra a tres soldados condecorados con la Medalla de Honor y no al general confederado Ambrose Powell Hill.
  • Fort Pickett se dedicará al 1er Tte. Vernon W. Pickett, un héroe de la Segunda Guerra Mundial.
  • Fort Gordon honra al Sargento Mayor Gary Gordon, condecorado por su heroísmo en Somalia (la historia narrada en la película "Black Hawk Down").
  • Fort Lee vuelve a este nombre pero esta vez por el soldado Fitz Lee, héroe en la Guerra Hispano-Estadounidense.

Sin embargo, críticos argumentan que esta estrategia sigue siendo un intento de restaurar estructuras simbólicas asociadas al pasado confederado, aunque con nuevas narrativas.

Reacciones divididas: ¿una decisión simbólica o una provocación?

La decisión ha generado respuestas mixtas. Algunos sectores conservadores celebran la movida como un acto de "restauración" de la tradición y el patriotismo. En redes sociales y mítines, seguidores de Trump aplaudieron lo que consideran un paso contra el "borrado cultural" impulsado por la izquierda estadounidense.

Del otro lado, demócratas, activistas por derechos civiles, y veteranos afroamericanos como el general retirado Russell Honoré, han criticado la medida como un retroceso y una banalización del esfuerzo nacional por reconciliarse con su pasado racista.

"El cambio de nombres fue una señal de progreso y reconocimiento de que la historia debe evolucionar con nosotros. Volver atrás solo deshonra ese esfuerzo", declaró el exsenador y veterano de guerra Tammy Duckworth (D-IL).

Impacto económico y logístico

Más allá del simbolismo, existe un componente práctico: el costo económico. Aunque el Pentágono no ofreció estimaciones inmediatas, sólo el cambio de señales, documentación oficial, uniformes y bienes inmuebles nacionales implicaría millones de dólares. El renombramiento en 2023 costó cerca de $62 millones, según un informe del Congressional Budget Office. Volver a cambiar estas instalaciones representaría un gasto similar.

¿Por qué importa tanto un nombre?

Dar nombre a una base militar no es sólo cuestión formal. Las denominaciones reflejan los valores que un país quiere proyectar. Las bases que históricamente homenajearon a generales confederados como Robert E. Lee o John Bell Hood fueron vistas durante años como símbolos de reconciliación, aunque celebraban figuras que lucharon para preservar la esclavitud.

El movimiento estadounidense de revisión histórica busca reevaluar estos nombres, estatuas y monumentos. En una era donde el revisionismo histórico es esencial para comprender el presente y avanzar hacia un futuro más justo, estas decisiones tienen implicaciones profundas.

La guerra cultural como estrategia electoral

Con las elecciones presidenciales del 2026 acercándose, la jugada de Trump es estratégica. Al tocar temas como la desvinculación de símbolos patrióticos, inmigración, y derecho a portar armas, busca movilizar su base electoral con temas que provocan fuertes respuestas emocionales.

Su reciente respaldo al candidato republicano Jack Ciattarelli en Nueva Jersey, y su constante mensaje de "Make America Great Again" están alimentando una narrativa en la que la identidad nacional debe recuperarse, según él, de las manos de quienes quieren "reescribirla con culpa".

El giro de los votantes latinos: un factor a vigilar

Trump y sus asesores han notado un avance significativo en comunidades tradicionalmente demócratas. En Nueva Jersey, por ejemplo, Trump aumentó su porcentaje de apoyo latino del 28% al 43% entre 2020 y 2024 (Fuente: AP VoteCast). Ese dato ya alarma a estrategas demócratas, que ahora ponen el foco en temas económicos más que identitarios.

El mensaje es claro: si bien la historia importa, la economía cotidiana de los votantes pesa más a la hora de elegir en urnas.

La paradoja de la memoria: destruir o contextualizar

Existen posturas más matizadas. Algunos historiadores proponen mantener los nombres pero añadir contexto; por ejemplo, placas informativas que expliquen qué hizo cada figura, por qué fue polémica y cómo interpretamos ese legado hoy. De esta manera, se educa sin glorificar.

Instituciones como el Museo Nacional de Historia y Cultura Afroamericana han abogado por propuestas como esta, donde se confronta el pasado sin borrarlo, pero tampoco celebrándolo sin crítica.

¿Qué piensa la sociedad estadounidense?

Una encuesta de Pew Research en 2023 encontró que el 56% de los estadounidenses estaban a favor de cambiar los nombres de bases militares que honraban a líderes confederados, mientras que un 41% se oponía. Las diferencias eran notables dependiendo del sesgo político del encuestado: un 78% de demócratas apoyaban los cambios, mientras que solo un 21% de republicanos los respaldaban.

¿Qué sigue?

Con las órdenes ya firmadas, los nombres serán restituidos gradual pero firmemente. Para algunos, este ciclo parece un juego de ping-pong político: cada administración impone su visión histórica. Lo cierto es que las bases militares se convierten así en el nuevo campo de batalla ideológica en Estados Unidos.

A medida que se acercan las elecciones, y en un país donde los símbolos importan tanto como las políticas, la lucha por los nombres es, ahora más que nunca, una lucha por el alma de la nación.

En un país que aún no ha hecho las paces con su pasado, cada letrero, estatua o nombre habla del tipo de futuro que desea construirse.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press