¿Guardabosques o excavadora? Lula da Silva y la encrucijada ambiental de Brasil frente al COP30
A meses de ser anfitrión de la principal cumbre climática del mundo, Brasil acelera decisiones que contradicen su discurso verde y exponen una creciente pugna en el gobierno de Lula
Brasil: ¿líder climático o cómplice del ecocidio?
Con el mundo siguiendo de cerca la preparación de la COP30, la cumbre climática que se celebrará por primera vez en la Amazonía, Brasil se presenta ante la comunidad internacional con un discurso dividido. Mientras el presidente Luiz Inácio Lula da Silva cosecha elogios en foros globales como defensor ambiental, en su propio país se están aprobando medidas que podrían representar un punto de inflexión negativo en la protección de la selva amazónica.
Desde la aprobación de proyectos de perforación petrolera frente a la costa amazónica, hasta la pavimentación de autopistas que atraviesan ecosistemas vírgenes, pasando por legislaciones que debilitan la capacidad de agencias ambientales y dificultan la demarcación de tierras indígenas, el Brasil de Lula parece debatirse entre el desarrollo económico inmediato y la sostenibilidad a largo plazo.
La contradicción institucional frente al mundo
El propio Cleberson Zavaski, presidente de la Asociación Nacional de Servidores Públicos Ambientales, expresó con preocupación: “¿Qué va a mostrar Brasil en la COP30 en noviembre? ¿Otra vez una lista de compromisos que contradicen lo que el país realmente está ejecutando?”
Lula llegó al poder en 2022 prometiendo revertir las políticas antiambientales de Jair Bolsonaro. Durante el mandato de este último, la deforestación aumentó un 59% respecto al promedio de la década anterior. Sin embargo, los hechos recientes contrastan cada vez más con los compromisos firmados por Brasil en el Acuerdo de París.
Petrobras y la Amazonía: perforando la promesa
Una de las decisiones más polémicas fue el apoyo de Lula a la petrolera estatal Petrobras para realizar perforaciones exploratorias a 160 km de la costa amazónica. Aunque inicialmente el Instituto Brasileño del Medio Ambiente (IBAMA) había denegado la autorización, Lula intervino criticando la demora del organismo y apoyando una apelación de Petrobras. Finalmente, en mayo de 2025, se autorizó un plan de emergencia que permite la perforación.
Brasil, paradójicamente, presume de tener una de las matrices energéticas más limpias del mundo, con un 90% de su electricidad proveniente de fuentes renovables. Pero a la vez, sus exportaciones petroleras se disparan, consolidando al país como uno de los mayores productores de crudo del hemisferio sur.
Tronando los ríos: la dinamita del desarrollo
El 26 de mayo, el gobierno aprobó una operación de explosión de rocas en un tramo de 40 km del río Tocantins. El proyecto busca facilitar la navegación fluvial durante todo el año, principalmente para transportar soya hacia China. Organizaciones locales y la Fiscalía Federal denunciaron la ilegalidad del permiso, afirmando que no se consideraron alertas críticas del estudio de impacto ambiental.
Además, el Tocantins atraviesa zonas de alto valor ecológico, y su modificación puede alterar cadenas ecológicas vitales. La selva amazónica ya se encuentra cerca de un punto de no retorno, y este tipo de obras aceleran su degradación, advierten expertos.
Un Congreso con apetito por el asfalto
El Senado brasileño aprobó el 21 de mayo una legislación que limita el poder de las agencias ambientales para otorgar permisos a proyectos considerados prioritarios. Se impone un plazo máximo de un año para estos análisis, se reduce la burocracia a un solo paso, y se eliminan exigencias para mejoras en carreteras preexistentes.
Esto allana el camino para completar la pavimentación de la BR-319, una carretera de 900 km que corta transversalmente el oeste de la Amazonía. Los ambientalistas alertan que esta vía, al facilitar el acceso a zonas vírgenes, tiene el potencial de desencadenar una cadena de deforestación masiva.
¿Es Lula parte del problema?
Curiosamente, el Partido de los Trabajadores (PT), de Lula, se opone a dicha ley. Pero informes de la prensa brasileña aseguran que el presidente planea sancionar el proyecto con solo ajustes mínimos. De hecho, su ministro de Transporte, Renan Filho, celebró en redes que la ley permitirá avanzar con la pavimentación.
La ministra de Medio Ambiente, Marina Silva, por su parte, ha criticado duramente estas iniciativas, pero su figura ha perdido peso dentro del gabinete. El eco de su renuncia al mismo cargo en 2008 resuena con fuerza.
“Es un verdadero riesgo de retroceso”, dijo João Paulo Capobianco, su secretario ejecutivo, y añadió: “Hay que encontrar un punto medio entre eficiencia y preservación, sin desmontar los mecanismos de licenciamiento ambiental.”
¿Desarrollo a toda costa?
Lula ha defendido que Brasil puede desarrollarse sin dañar al medio ambiente. En una entrevista con Le Monde afirmó: “Francia, Reino Unido, Noruega y EE. UU. también producen petróleo. Y Brasil tiene la matriz energética más limpia.”
Pero la pregunta no es si Brasil puede producir petróleo, sino si debe hacerlo en una de las regiones ecológicamente más sensibles del planeta. La Amazonía es uno de los mayores sumideros de carbono del mundo, esencial para frenar el cambio climático.
La voz internacional se levanta
Las organizaciones ambientales globales no se han quedado calladas. Climate Observatory, un conglomerado de 133 ONGs brasileñas, emitió un comunicado donde advierte que esta combinación de políticas representa “una bomba de carbono contra el clima global.”
Bruce Babbitt, ex secretario del Interior de EE. UU. y actual directivo de Amazon Conservation, calificó el paquete legislativo como “una receta para la destrucción masiva de la selva Amazónica.”
A un paso del abismo
Según un estudio publicado en Nature Climate Change, hasta el 75% de la selva amazónica podría llegar a un punto de inflexión si continúa el ritmo actual de deforestación y calentamiento global. Allí, la selva dejaría de absorber CO2 y empezaría a emitirlo, intensificando el cambio climático.
Brasil es el quinto país más grande del mundo en superficie y hogar de más del 60% del Amazonas, por lo que lo que ocurra allí tiene repercusión planetaria. En el contexto de una emergencia climática sin precedentes, sus decisiones son observadas con lupa.
Belem será la vitrina del mundo: ¿habrá coherencia?
La sede de la COP30 será Belém do Pará, en el norte del país, en plena Amazonía. El evento reunirá a líderes globales, científicos, activistas y empresarios para idear medidas que enfrenten la crisis climática.
La pregunta que flota, como nube de humo sobre un incendio forestal, es: ¿Llegará Lula a la COP30 como un referente de liderazgo ambiental o como un presidente que no logra frenar la maquinaria destructora de su propio gobierno?
Lo que está claro es que el futuro de la Amazonía no se decide en conferencias, sino en decisiones concretas sobre petróleo, autopistas y tierras indígenas. Lula camina la delgada línea entre el prestigio internacional y las presiones internas. El mundo espera que no tropiece del lado equivocado.
“No se puede esconder dinamita detrás de flores verdes.” - proverbio inventado, pero útil para cerrar este análisis.