Luchando por Likas: La belleza natural y geopolítica de una isla filipina en el Mar de China Meridional
Mientras Filipinas defiende su soberanía en aguas disputadas, soldados, civiles y tortugas marinas conviven en Likas, un paraíso atrapado en un conflicto estratégico con China
Por décadas, el Mar de China Meridional ha sido un campo minado diplomático, un escenario rebosante de tensiones geopolíticas e incidentes entre buques de guerra. Pero en el corazón de este conflicto se oculta una joya poco conocida: la Isla West York, llamada Likas por los filipinos.
Con apenas 18,6 hectáreas de extensión, esta porción de tierra en forma de gota posee playas de arena blanca, aguas turquesa y un ecosistema donde las tortugas marinas gigantes encuentran santuario. Un paraíso natural que también es un frente militar de vanguardia, disputado por múltiples países y constantemente vigilado por China.
Una isla, muchas miradas: el despertar de Likas
“Esto es simplemente hermoso”, exclamó la coronel Francel Margareth Padilla al besar el suelo de Likas por primera vez. Portando una pequeña bandera filipina, compartió su emoción con periodistas que la acompañaban en una patrulla naval por las islas disputadas bajo soberanía filipina. Como portavoz militar, Padilla aprovechó el simbolismo del momento para hacer una declaración potente: Filipinas no cederá.
Filipinas ocupa nueve territorios en esta zona: islas, atolones y arrecifes. Sin embargo, estas posesiones se encuentran bajo constante presión de China, que afirma derechos históricos sobre prácticamente la totalidad del Mar de China Meridional, una vía marítima estratégica por donde transita más del 30% del comercio mundial según datos de la Council on Foreign Relations.
El contraste entre la belleza y la guerra tácita
La paradisiaca Likas no solo sería un atractivo destino ecoturístico. También es uno de los enclaves filipinos más alejados del continente, lo que la convierte en un puesto militar difícil y riesgoso. Dos infantes de marina, armados con fusiles de asalto M4, vigilan permanentemente el entorno desde la bandera ondeante.
En tierra firme, la vida es austera. Los soldados cultivan berenjenas, okras y chiles, además de criar cabras y gallinas. Un improvisado campo de baloncesto ayuda a disipar el aislamiento. “Lo más difícil es volver a una habitación vacía cada noche”, explica Padilla.
Como compensación, quienes se desplazan a estos destacamentos reciben un bono económico especial por riesgos y condiciones adversas. Pero la conexión a internet es débil y en temporada de tifones (de junio a noviembre), la soledad y el peligro aumentan vertiginosamente.
Thitu: una comunidad civil entre radares y arrecifes
Un modelo diferente pero igualmente vulnerable es la isla de Thitu, la mayor posesión filipina en la región. Aquí, desde hace décadas, conviven civiles y militares. La aldea pesquera ha crecido paralelo a la militarización de la isla, que ya cuenta con infraestructura moderna como una pista de aterrizaje de hormigón, un hangar, un muelle, caminos pavimentados, un refugio anti-tormentas y un centro de vigilancia de tres pisos.
“Quiero quedarme aquí porque mi presión arterial se mantiene estable, sin las comidas grasosas de la ciudad”, comentó Nenita Bania, habitante de 59 años que ha vivido en Thitu junto a su esposo desde hace 12. Muchos de los pioneros civiles llegaron desde Palawan motivados por subsidios en especie y en efectivo que ofrece el gobierno filipino para fomentar la vida comunitaria.
China: el gigante en la sombra
Para los pescadores como Larry Hugo, líder comunitario en Thitu, la vida insular ha cambiado radicalmente desde que China construyó bases militares sobre siete arrecifes disputados. Uno de ellos, la Isla Subi, con pista de aterrizaje de grado militar, se encuentra a tan solo 26 kilómetros de Thitu.
“Antes no había barcos chinos, ahora nos rodean. Bloquean los arrecifes donde solíamos pescar”, denuncia Hugo. “Es muy peligroso. Con nuestros botes pequeños, si nos embisten, nadie podrá ayudarnos”.
La militarización china, que incluye barcos guardacostas, milicias marítimas y aviones de vigilancia, ha sido documentada en numerosas misiones de observación. Tal es el nivel de tensión, que en diversas ocasiones se han registrado ataques con cañones de agua, uso de lásers de tipo militar y provocaciones marítimas por parte de China contra cuerpos del ejército filipino.
La estrategia actual: cámaras, crónicas y presión internacional
Desde que asumió la presidencia en 2022, Ferdinand Marcos Jr. ha intensificado una estrategia de «naming and shaming»: documentar las acciones agresivas de China con videos, fotos y testimonios, y difundirlos para captar la atención internacional.
En un ejercicio reciente, medios como Associated Press fueron invitados a constatar la situación a bordo del buque BRP Andres Bonifacio. Allí atestiguaron cómo el ejército filipino monitorea y alerta por radio a embarcaciones chinas para que abandonen aguas reclamadas por Manila. Aunque las respuestas de Beijing reiteran su supuesta soberanía, no siempre implican enfrentamientos directos.
Estados Unidos en juego: respaldo y realpolitik
Washington ha condenado repetidamente las acciones chinas, tanto durante las administraciones de Biden como de Trump. Filipinas es el aliado más antiguo de EE.UU. en Asia, lo que implica que agresiones militares podrían activar compromisos bilaterales de defensa mutua, como el Tratado de Defensa Mutua de 1951.
Ejercicios compartidos, patrullajes marítimos conjuntos e incluso el anuncio de nuevos sitios de despliegue de tropas estadounidenses en Filipinas han sido parte de una respuesta más robusta frente a las ambiciones de Beijing.
Pero el dilema sigue siendo complejo. Por un lado, Filipinas quiere preservar su soberanía y recursos naturales, especialmente en una zona rica en gas, petróleo y pesca. Por otro, no puede permitirse ser campo de batalla de dos superpotencias.
¿Turismo verde o trinchera geopolítica?
Padilla sueña con un futuro diferente para Likas. “Algún día quiero ver turistas aquí, filipinos y extranjeros, disfrutando de nuestras playas y naturaleza”, expresó entre lágrimas. Pero ese anhelo parece lejano mientras el rugido lejano de motores de barcos chinos siga acompañando a los soldados que cultivan chiles y juegan básquetbol bajo las estrellas.
El Mar de China Meridional no es solo un mapa de líneas en disputa: es un escenario humano, donde el heroísmo cotidiano coexiste con estrategias militares, y donde la esperanza de un paraíso nacional sigue viva. Porque cada grano de arena en Likas no solo representa territorio; representa identidad, historia y humanidad en medio de una guerra no declarada.
“No tenemos portaaviones, pero sí coraje. Y este suelo, aunque pequeño, es profundamente nuestro”, concluye Padilla con determinación.